/ domingo 21 de febrero de 2021

El cumpleaños del perro | 50 poemas de amor y erotismo de Andrea Saldaña

“Qué absurdo desmentir la sangre de la herida”, dice en uno de sus poemas Andrea Saldaña. Y “la sangre es la materia cardinal de la historia”, apunta Roland Barthes. Así, entonces, podemos dilucidar una pista de sonoridades carnales: la sangre es síntoma y es efecto, rostro de días y años; aún más: de rutinas ebrias de brumas, de puertos y geografías de piel y canto.

La poesía esboza Andrea Saldaña en su prólogo a “50 poemas de amor y erotismo”, es una audacia y, efectivamente, lo es en términos de un origen inmemorial. Octavio Paz lo precisa en su libro “La llama doble” (sic): “El primer gran poema de amor es obra de Teócrito: La hechicera. Fue escrito en el primer cuarto del siglo III a. C y hoy, más de dos mil años después, leído en traducciones que por buenas que sean no dejan de ser traducciones, conserva intacta su carga pasional. El poema es un largo monólogo de Simetha, amante abandonada de Delfis. Comienza con una invocación a la luna en sus tres manifestaciones: Artemisa, Selene y Hécate, la Terrible”.

Eso es la poesía de este volumen de Andrea Saldaña: invocación por la nostalgia del amor y de la estructura incorpórea del amado no para matizar que: “Tu cuerpo, ceniza y conjuro que pronuncio en voz alta (…) se derrama en mis labios entreabiertos cuando mis tempestades tocan fondo, si no para plantear una premisa ineluctable: El alma, es la memoria verdadera”.

Nunca seremos más que la memoria que tenemos. Siempre tendremos finitud, estaremos al borde de abismos espirituales. Por ello, Andrea Saldaña es certera la señal que en los abrazos, en la piel, hay un éxtasis de luz, ansiedad no de eternidad sino de mansa violencia de besos, de estaciones inmaculadas de ausencias que son el preámbulo de los silencios, por ello escribe Andrea Saldaña en su poema “De un sueño de amaranto”: “La piel de los amantes/ se impregna de luz anochecida,/ de la lluvia de otoño, / de un sueño de amaranto que esparce su color/para seguir recreando nuevos amaneceres. / Se colma de silencios en un profundo abrazo /largamente anhelado, hasta tocar con ellos… a nitidez de Dios y todos sus conceptos”.

“50 poemas de amor y erotismo” es una exploración más que un libro, es la concatenación de una asfixia de piel, de vísceras, de luces ahítas de veranos, de planes, de lluvias viudas de sol. “Es el tiempo cristalino y que puede fácilmente sustraer sin medida unas pocas raciones del pasado”. Es la voz de una mujer que nos dice que la poesía es esencial cuando se está ante la penumbra, ante el grito de los años que se desgranan en el cuerpo del amado y del mundo mismo.

“50 poemas de amor y erotismo” no explica: es un bullicio de ruinas de la memoria, de ansias de perpetuar el presente en el acto amoroso. Porque la poesía para Andrea Saldaña es un acto vital, constatación de que se está aquí para trascender no en la vulgaridad del tiempo sino en la eternidad de un beso, de un arrullo bajo la lluvia o en la mirada de quien amamos.

La poesía es el insomnio de la literatura. En un verso cabe toda la luz de nuestros deseos y también cabe todo el mar de nuestros miedos. La poesía no tiene horas; es la rebelde contra Cronos que es transgresoramente dulce. Y Andrea Saldaña lo entiende en estos versos de su poema “Antes de ser espuma”: “Antes de ser aurora… despertabas para tocar mi piel/ breve sombra de luz/ aún adormecida, caricia desnudada/ en la quietud insomne que soñaba el amor”.

“50 poemas de amor y erotismo” no es solo una voz femenina que nos dice que “en nombre del amor se cometen a veces tantas pifias”, es la mirada de un ser que ve en el canto del verso una esperanza de piel, de amaneceres menos insoportables. Andrea Saldaña ofrece un puñado de poemas a doble ritmo o, mejor dicho, en doble perspectiva: en español e inglés para cumplimentar lo dicho por T. S. Eliot que “lo que pudo haber sido y lo que fue apuntan a un solo fin, que está siempre presente”. Porque así es la poesía de Andrea Saldaña: dualidad de tiempos, sistema de pulsaciones anfibias: el ayer en el hoy con el aroma de un futuro que estalla en prístinas caricias de Eros en el territorio predilecto por la poesía amorosa, la noche. Y, en su poema más logrado “Se plegó a tus caprichos”, Andrea Saldaña nos deja, a manera de coda, estos versos irreprochables: “La noche se ha cubierto de caprichos, / de quimeras y sombras que la envuelven, / descubren el cenizo tatuaje de tus mimos/ que reanudan los juegos del ayer, /con el amor de siempre, el verdadero”…

“Qué absurdo desmentir la sangre de la herida”, dice en uno de sus poemas Andrea Saldaña. Y “la sangre es la materia cardinal de la historia”, apunta Roland Barthes. Así, entonces, podemos dilucidar una pista de sonoridades carnales: la sangre es síntoma y es efecto, rostro de días y años; aún más: de rutinas ebrias de brumas, de puertos y geografías de piel y canto.

La poesía esboza Andrea Saldaña en su prólogo a “50 poemas de amor y erotismo”, es una audacia y, efectivamente, lo es en términos de un origen inmemorial. Octavio Paz lo precisa en su libro “La llama doble” (sic): “El primer gran poema de amor es obra de Teócrito: La hechicera. Fue escrito en el primer cuarto del siglo III a. C y hoy, más de dos mil años después, leído en traducciones que por buenas que sean no dejan de ser traducciones, conserva intacta su carga pasional. El poema es un largo monólogo de Simetha, amante abandonada de Delfis. Comienza con una invocación a la luna en sus tres manifestaciones: Artemisa, Selene y Hécate, la Terrible”.

Eso es la poesía de este volumen de Andrea Saldaña: invocación por la nostalgia del amor y de la estructura incorpórea del amado no para matizar que: “Tu cuerpo, ceniza y conjuro que pronuncio en voz alta (…) se derrama en mis labios entreabiertos cuando mis tempestades tocan fondo, si no para plantear una premisa ineluctable: El alma, es la memoria verdadera”.

Nunca seremos más que la memoria que tenemos. Siempre tendremos finitud, estaremos al borde de abismos espirituales. Por ello, Andrea Saldaña es certera la señal que en los abrazos, en la piel, hay un éxtasis de luz, ansiedad no de eternidad sino de mansa violencia de besos, de estaciones inmaculadas de ausencias que son el preámbulo de los silencios, por ello escribe Andrea Saldaña en su poema “De un sueño de amaranto”: “La piel de los amantes/ se impregna de luz anochecida,/ de la lluvia de otoño, / de un sueño de amaranto que esparce su color/para seguir recreando nuevos amaneceres. / Se colma de silencios en un profundo abrazo /largamente anhelado, hasta tocar con ellos… a nitidez de Dios y todos sus conceptos”.

“50 poemas de amor y erotismo” es una exploración más que un libro, es la concatenación de una asfixia de piel, de vísceras, de luces ahítas de veranos, de planes, de lluvias viudas de sol. “Es el tiempo cristalino y que puede fácilmente sustraer sin medida unas pocas raciones del pasado”. Es la voz de una mujer que nos dice que la poesía es esencial cuando se está ante la penumbra, ante el grito de los años que se desgranan en el cuerpo del amado y del mundo mismo.

“50 poemas de amor y erotismo” no explica: es un bullicio de ruinas de la memoria, de ansias de perpetuar el presente en el acto amoroso. Porque la poesía para Andrea Saldaña es un acto vital, constatación de que se está aquí para trascender no en la vulgaridad del tiempo sino en la eternidad de un beso, de un arrullo bajo la lluvia o en la mirada de quien amamos.

La poesía es el insomnio de la literatura. En un verso cabe toda la luz de nuestros deseos y también cabe todo el mar de nuestros miedos. La poesía no tiene horas; es la rebelde contra Cronos que es transgresoramente dulce. Y Andrea Saldaña lo entiende en estos versos de su poema “Antes de ser espuma”: “Antes de ser aurora… despertabas para tocar mi piel/ breve sombra de luz/ aún adormecida, caricia desnudada/ en la quietud insomne que soñaba el amor”.

“50 poemas de amor y erotismo” no es solo una voz femenina que nos dice que “en nombre del amor se cometen a veces tantas pifias”, es la mirada de un ser que ve en el canto del verso una esperanza de piel, de amaneceres menos insoportables. Andrea Saldaña ofrece un puñado de poemas a doble ritmo o, mejor dicho, en doble perspectiva: en español e inglés para cumplimentar lo dicho por T. S. Eliot que “lo que pudo haber sido y lo que fue apuntan a un solo fin, que está siempre presente”. Porque así es la poesía de Andrea Saldaña: dualidad de tiempos, sistema de pulsaciones anfibias: el ayer en el hoy con el aroma de un futuro que estalla en prístinas caricias de Eros en el territorio predilecto por la poesía amorosa, la noche. Y, en su poema más logrado “Se plegó a tus caprichos”, Andrea Saldaña nos deja, a manera de coda, estos versos irreprochables: “La noche se ha cubierto de caprichos, / de quimeras y sombras que la envuelven, / descubren el cenizo tatuaje de tus mimos/ que reanudan los juegos del ayer, /con el amor de siempre, el verdadero”…