/ domingo 3 de octubre de 2021

El cumpleaños del perro | A 20 años de “La resistencia” de Ernesto Sabato

“La resistencia”/ Seix-Barral- 2001 de Ernesto Sabato (Argentina 1911- 2011) confirmó la prosa reposada, a ratos sabia y apartada del encargo o el compromiso editorial del autor de la novela “El túnel”.

Formado por cinco cartas extensas y un epílogo, a lo largo de escasas 148 páginas, “La resistencia” es un compendio de textos donde Sabato acumula reflexiones, críticas y observaciones sobre fenómenos del acontecer contemporáneo (finales del siglo XX); así, desde sus opiniones sobre la televisión y su anémica concepción de la diversión, hasta los recónditos rincones donde aún habita la esperanza:

"Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. Nos pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre."

Sin embargo, la referencia político-social no puede estar alejada del hombre que presidió en 1983 la Conadep, comisión oficial que investigó los crímenes de la dictadura militar argentina. En unas cuantas líneas Sabato es contundente: "Quienes se quedan con los sueldos de los maestros, quienes roban a los mutuales o se ponen en el bolsillo el dinero de las licitaciones o se jubilan indebidamente, prematuramente, no pueden ser saludados. No debemos ser asesores de la corrupción."

No puede estar huérfano un libro (que también es hermano gemelo de las Memorias) de la recordación, del recuento del pasado que ya no es y que sigue existiendo: "Ya los mercados no son aquellos a los que iban las mujeres con sus puestos de frutas, de verduras, de carnes, de verdadera fiesta de colores y olores... Pensar que con mamá íbamos a la pollería a comprar huevos que en ese mismo momento retiraban de las gallinas ponedoras. Ahora ya todo viene envasado y se ha comenzado a hacer las compras por computadora, a través de esa pantalla que será la ventana por la que los hombres sentirán la vida."

Si bien la mirada del escritor no cruza su ventana natural, la de la ficción, en el testimonio, en la reflexión, tiene una claraboya por donde hacer pasar su luz, su transparencia irritable: "¿Cómo puede ser una falsedad las grandes verdades que revelan el corazón del hombre a través de un mito o una obra de Arte?... No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a través de la propia circunstancia: el hoy y aquí... El mundo no está afuera sino en el corazón... Creo en los cafés, en el diálogo, creo en la dignidad de la persona, en la libertad. Siento nostalgia, casi ansiedad de un Infinito, pero humano, a nuestra medida...El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer."

Como escritor comprometido con la palabra, la libertad creadora, Sabato da muestra de una solidaridad personal: "Tampoco podemos vivir comunitariamente cuando todos los vínculos se basan en la competencia. Es indudable que genera, en algunas personas, un mayor rendimiento basado en el deseo de triunfar sobre los demás. Si tuviéramos un sentido más comunitario muy otro sería nuestra historia, y también el sentimiento de la vida del que gozaríamos."

No es, pues, un "sortes Vergilianae" ni un libro de guía o de aprendizaje. Es un texto sin cuerpo, sin dirección de vuelo, cuyas dimensiones se miden por la experiencia literaria del autor. Y si se quiere, “La resistencia” es un libro de opiniones, que intenta compartir con el lector su preocupación humana –sin dicterios ni bataholas estériles- sobre los momentos presentes que, como el pretérito, parecen los últimos y que contienen, según Cernuda, "los aires oscuros", como algunas líneas de su Epílogo titulado “La decisión y la muerte”: “Resignarse es una cobardía, es el sentimiento que justifica el abandono de aquello por lo cual vale la pena luchar, es, de alguna manera, una indignidad. La aceptación es el respeto por la voluntad de otro, sea este un ser humano o el destino mismo. No nace del miedo como la resignación, sino que es más bien un fruto”.

De alguna manera estamos hechos de pasado, razón por la que surgen preguntas faltantes, ocultas, amnésicas en busca – quizás – de una frágil perennidad, y Sabato nos los dice puntual: “No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a través de la propia circunstancia: el hoy y aquí. Y entonces ¿cómo? Hay que revalorar el pequeño lugar y el poco tiempo en que vivimos, que nada tienen que ver con esos paisajes maravillosos que podemos mirar en la televisión, pero que están sagradamente impregnados de la humanidad de las personas que vivimos en él”.

En “La resistencia” Ernesto Sabato reconoce, en sí, que su libro es una pregunta. ¿Cuál? La que cada lector vea, deduzca y por qué no, responda. Camilo José Cela decía que el que resiste gana. No sé si esto sea cierto, pero Sabato plantea en su libro una resistencia no contra el tiempo (que lo sabemos, es guerra perdida) sino contra el olvido, la desmemoria, acaso las muertes verdaderas, los auténticos vértigos del vivir: “En el vértigo no se dan frutos ni se florece. Lo propio del vértigo es el miedo, el hombre adquiere un comportamiento de autómata, ya no es responsable, ya no es libre, ni reconoce a los demás. Se me encoge el alma al ver a la humanidad en este vertiginoso tren en que nos desplazamos, ignorantes atemorizados sin conocer la bandera de esta lucha, sin haberla elegido…”.

“La resistencia”/ Seix-Barral- 2001 de Ernesto Sabato (Argentina 1911- 2011) confirmó la prosa reposada, a ratos sabia y apartada del encargo o el compromiso editorial del autor de la novela “El túnel”.

Formado por cinco cartas extensas y un epílogo, a lo largo de escasas 148 páginas, “La resistencia” es un compendio de textos donde Sabato acumula reflexiones, críticas y observaciones sobre fenómenos del acontecer contemporáneo (finales del siglo XX); así, desde sus opiniones sobre la televisión y su anémica concepción de la diversión, hasta los recónditos rincones donde aún habita la esperanza:

"Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. Nos pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre."

Sin embargo, la referencia político-social no puede estar alejada del hombre que presidió en 1983 la Conadep, comisión oficial que investigó los crímenes de la dictadura militar argentina. En unas cuantas líneas Sabato es contundente: "Quienes se quedan con los sueldos de los maestros, quienes roban a los mutuales o se ponen en el bolsillo el dinero de las licitaciones o se jubilan indebidamente, prematuramente, no pueden ser saludados. No debemos ser asesores de la corrupción."

No puede estar huérfano un libro (que también es hermano gemelo de las Memorias) de la recordación, del recuento del pasado que ya no es y que sigue existiendo: "Ya los mercados no son aquellos a los que iban las mujeres con sus puestos de frutas, de verduras, de carnes, de verdadera fiesta de colores y olores... Pensar que con mamá íbamos a la pollería a comprar huevos que en ese mismo momento retiraban de las gallinas ponedoras. Ahora ya todo viene envasado y se ha comenzado a hacer las compras por computadora, a través de esa pantalla que será la ventana por la que los hombres sentirán la vida."

Si bien la mirada del escritor no cruza su ventana natural, la de la ficción, en el testimonio, en la reflexión, tiene una claraboya por donde hacer pasar su luz, su transparencia irritable: "¿Cómo puede ser una falsedad las grandes verdades que revelan el corazón del hombre a través de un mito o una obra de Arte?... No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a través de la propia circunstancia: el hoy y aquí... El mundo no está afuera sino en el corazón... Creo en los cafés, en el diálogo, creo en la dignidad de la persona, en la libertad. Siento nostalgia, casi ansiedad de un Infinito, pero humano, a nuestra medida...El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer."

Como escritor comprometido con la palabra, la libertad creadora, Sabato da muestra de una solidaridad personal: "Tampoco podemos vivir comunitariamente cuando todos los vínculos se basan en la competencia. Es indudable que genera, en algunas personas, un mayor rendimiento basado en el deseo de triunfar sobre los demás. Si tuviéramos un sentido más comunitario muy otro sería nuestra historia, y también el sentimiento de la vida del que gozaríamos."

No es, pues, un "sortes Vergilianae" ni un libro de guía o de aprendizaje. Es un texto sin cuerpo, sin dirección de vuelo, cuyas dimensiones se miden por la experiencia literaria del autor. Y si se quiere, “La resistencia” es un libro de opiniones, que intenta compartir con el lector su preocupación humana –sin dicterios ni bataholas estériles- sobre los momentos presentes que, como el pretérito, parecen los últimos y que contienen, según Cernuda, "los aires oscuros", como algunas líneas de su Epílogo titulado “La decisión y la muerte”: “Resignarse es una cobardía, es el sentimiento que justifica el abandono de aquello por lo cual vale la pena luchar, es, de alguna manera, una indignidad. La aceptación es el respeto por la voluntad de otro, sea este un ser humano o el destino mismo. No nace del miedo como la resignación, sino que es más bien un fruto”.

De alguna manera estamos hechos de pasado, razón por la que surgen preguntas faltantes, ocultas, amnésicas en busca – quizás – de una frágil perennidad, y Sabato nos los dice puntual: “No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a través de la propia circunstancia: el hoy y aquí. Y entonces ¿cómo? Hay que revalorar el pequeño lugar y el poco tiempo en que vivimos, que nada tienen que ver con esos paisajes maravillosos que podemos mirar en la televisión, pero que están sagradamente impregnados de la humanidad de las personas que vivimos en él”.

En “La resistencia” Ernesto Sabato reconoce, en sí, que su libro es una pregunta. ¿Cuál? La que cada lector vea, deduzca y por qué no, responda. Camilo José Cela decía que el que resiste gana. No sé si esto sea cierto, pero Sabato plantea en su libro una resistencia no contra el tiempo (que lo sabemos, es guerra perdida) sino contra el olvido, la desmemoria, acaso las muertes verdaderas, los auténticos vértigos del vivir: “En el vértigo no se dan frutos ni se florece. Lo propio del vértigo es el miedo, el hombre adquiere un comportamiento de autómata, ya no es responsable, ya no es libre, ni reconoce a los demás. Se me encoge el alma al ver a la humanidad en este vertiginoso tren en que nos desplazamos, ignorantes atemorizados sin conocer la bandera de esta lucha, sin haberla elegido…”.