/ lunes 25 de mayo de 2020

El cumpleaños del perro | ¿A qué sabe el tiempo?

Covid-19. Miro fotos de Tampico. Calles vacías. No hay gente en la urbe. Se respira y transcurre otro tiempo. ¿El tiempo del silencio? ¿O el silencio del tiempo?

Pandemia. Anemia del tiempo. Las casas habitadas. El puerto desnudo de gente. No hay voces afuera. El mundo transcurre dentro de las casas.

¿A qué sabe el tiempo? Lo probamos a diario e ignoramos su sabor. El tiempo es carne de años, úlceras de planes, abstracción que se convierte en arrugas.

Inútil como el sonido para un cadáver, la edad intenta ser la chica grácil del cuento, y hemos de saber que los cuentos tradicionales son arteros, crueles como los segundos.

¿A qué sabe el tiempo? Él nos prueba, nos lame y finalmente nos devora. La memoria es la hija bastarda y fiel del tiempo. No hay más elección que mirarla, platicar con ella, Mentirle, temerle ya que es la chismosa del tiempo.

Mirar las cosas como suceden sin quitarles siquiera una coma es la manera en que el tiempo va escribiendo la vida. Las olas del mar son ecos de un mundo que nos contempla, Nos comunica que nada es eterno. Sólo el mar...

Eliseo Diego escribió: "no poseyendo más / entre cielo y tierra que / mi memoria, que este tiempo; / decido hacer mi testamento. / Es este: / les dejo / el tiempo, todo el tiempo".

El tiempo es un testamento de pérdidas y ganancias. Herederos irremediables, (mal) gastamos el tiempo en vivir. ¿Es el vivir el enorme paréntesis de la muerte?

Abrir los ojos es el mayor homenaje de vida que alguien nos hace. Regresamos a la imagen, a la idea de la existencia. El ojo, aleph, mago de la luz, dicta la vida, matemático de las formas. El ojo abre y cierra universos, impide y multiplica la belleza.

Los días, guardianes celosos, cumplen su labor pulcramente: nos someten al tormento de dejarnos transcurrir, envejecer. Los días avanzan en su espiral imparable; la condición mortal nos envuelve pesadamente, viscosamente, a pesar de los lamentos. En un mes se reúnen todas las ansias y la memoria de los días idos. Si acaso, soñando, nos volvemos inmortales brevemente. Al despertar la imagen -ese mago el ojo- cumple el resto de la misión: Volvernos mortales, nuestra condición normal...

Covid-19. Miro fotos de Tampico. Calles vacías. No hay gente en la urbe. Se respira y transcurre otro tiempo. ¿El tiempo del silencio? ¿O el silencio del tiempo?

Pandemia. Anemia del tiempo. Las casas habitadas. El puerto desnudo de gente. No hay voces afuera. El mundo transcurre dentro de las casas.

¿A qué sabe el tiempo? Lo probamos a diario e ignoramos su sabor. El tiempo es carne de años, úlceras de planes, abstracción que se convierte en arrugas.

Inútil como el sonido para un cadáver, la edad intenta ser la chica grácil del cuento, y hemos de saber que los cuentos tradicionales son arteros, crueles como los segundos.

¿A qué sabe el tiempo? Él nos prueba, nos lame y finalmente nos devora. La memoria es la hija bastarda y fiel del tiempo. No hay más elección que mirarla, platicar con ella, Mentirle, temerle ya que es la chismosa del tiempo.

Mirar las cosas como suceden sin quitarles siquiera una coma es la manera en que el tiempo va escribiendo la vida. Las olas del mar son ecos de un mundo que nos contempla, Nos comunica que nada es eterno. Sólo el mar...

Eliseo Diego escribió: "no poseyendo más / entre cielo y tierra que / mi memoria, que este tiempo; / decido hacer mi testamento. / Es este: / les dejo / el tiempo, todo el tiempo".

El tiempo es un testamento de pérdidas y ganancias. Herederos irremediables, (mal) gastamos el tiempo en vivir. ¿Es el vivir el enorme paréntesis de la muerte?

Abrir los ojos es el mayor homenaje de vida que alguien nos hace. Regresamos a la imagen, a la idea de la existencia. El ojo, aleph, mago de la luz, dicta la vida, matemático de las formas. El ojo abre y cierra universos, impide y multiplica la belleza.

Los días, guardianes celosos, cumplen su labor pulcramente: nos someten al tormento de dejarnos transcurrir, envejecer. Los días avanzan en su espiral imparable; la condición mortal nos envuelve pesadamente, viscosamente, a pesar de los lamentos. En un mes se reúnen todas las ansias y la memoria de los días idos. Si acaso, soñando, nos volvemos inmortales brevemente. Al despertar la imagen -ese mago el ojo- cumple el resto de la misión: Volvernos mortales, nuestra condición normal...