/ domingo 28 de febrero de 2021

El cumpleaños del perro | Álvaro Mutis, el furioso adolescente

“Hay objetos que no viajan nunca. Permanecen así, inmunes al olvido y a las más arduas labores que imponen el uso y el tiempo. Se detienen en una eternidad hecha de instantes paralelos que entretejen la nada y la costumbre. Esta condición singular los coloca al margen de la marea y la fiebre de la vida. No los visita la duda ni el espanto y la vegetación que los vigila es apenas una tenue huella de su vana duración”. Caravansary. A. Mutis./F:C.E/ 1981

Álvaro Mutis murió el 13 de septiembre de 2013, a los noventa años de su edad. Hizo, físicamente, mutis. Calló tal vez para dejar que sus versos hablen, cuenten de la sinrazón del vivir. Cuando una voz como la del colombiano Mutis se retira algo del idioma castellano se apaga.

La lengua es el rostro del silencio y del estallido.

Decirle a la palabra que cante y cuente es ordenarle al tiempo (el verdadero Dios) que se derrita y se trasmute en materia subjetiva.

Álvaro Mutis fue un poeta que puso en el cuerpo de la belleza universal un nuevo grano de inteligencia, de volumen.

Maqroll/ Mutis ahora navega otros territorios de la poesía océana.

En un poema Mutis apunta:

“Que te acoja la muerte/ con todos tus sueños intactos./ Al retorno de una furiosa adolescencia,/ al comienzo de las vacaciones que nunca te dieron,/ te distinguirá la muerte con su primer aviso./ Te abrirá los ojos a sus grandes aguas,/ te iniciará en su constante brisa de otro mundo./ La muerte se confundirá con tus sueños/ y en ellos reconocerá los signos/ que antaño fuera dejando,/ como un cazador que a su regreso/ reconoce sus marcas en la brecha”.

En su furiosa nueva adolescencia, Mutis escribirá – vía la relectura de su obra por las futuras generaciones- los mejores poemas, las líneas más hondas para, de este modo, confundir los sueños del lector con los de la muerte de los instantes, de la memoria.

Un poeta como Mutis siempre nos seguirá diciendo que vale la pena la Poesía porque, en una época de absurdos y del triunfo de la vulgaridad y lo superfluo, la palabra bella es un arma del espíritu para salir avante.

Hombre de otro tiempo en este tiempo. Desfasado y certero (creía en la monarquía), Mutis cultivó la poesía, la novela y el ensayo. Dio a la narrativa una claridad erudita que sólo era comparable a la justeza de su poética.

Interlocutor competente de la inteligencia aplastante de Octavio Paz en sus programas de tv cuando Televisa quiso redimirse de la estulticia sempiterna en sus ofertas de entretenimiento. Ganador de todos los premios importantes de literarios – a excepción del Nobel -: el Cervantes, Villaurrutia, Príncipe de Asturias, Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

Preciso en la construcción de la forma y agorero de la exploración intelectual, Mutis acogió el verso como un escudo que no dejó nunca de lado de su obra narrativa. Porque, ¿qué es sino un poeta el escritor? Las imágenes literarias acaso no admiten limítrofes: son poesía o no son nada. Y en un confabulador de las letras como Mutis, la poesía fue la respuesta totalizadora ante las interrogantes de este mundo.

Fue durante muchos años la voz del narrador en español de las aventuras del agente Eliot Ness de la serie “Los intocables”. Trabajo alimenticio, sin duda. Tal vez le atrajo a Mutis el prurito del relato policial que contenía la saga situada en la época de Ley Seca de los 30’s.

En la obra de Álvaro Mutis hay rigor y sabiduría. Hay concisión y gusto por el oficio de escribir, el deseo de escribir, a grado tal que: “Hay que inventar una nueva soledad para el deseo. Una vasta soledad de delgadas orillas en donde se extienda a sus anchas el ronco sonido del deseo”.

El universo literario de Mutis es la del hombre que tenía curiosidad por todo. Escudriñaba en la palabra para, mediante uno de los escudos del escritor la ficción, cumplimentar la batalla contra el tiempo que es decir contra el hombre mismo.

Mutis, el Gaviero, el Almirante, el hombre que cruzó desde la soledad los siglos de la tradición de la literatura en habla española, nos seguirá contando desde el Xurandó o a la sombra de los cuidados de Flor de Estévez los pormenores y desventuras de las selvas y las cordilleras, de su exilio en México y de su mirada puesta en el siglo de las Luces.

Hombre de raíces, de traslados celebratorios, siempre – aunque afincado en México desde los años cincuenta, siempre escuchó el persistente murmullo del exilio: ““Voz del exilio, voz de pozo cegado,/ voz huérfana, gran voz que se levanta/ como hierba/ furiosa o pezuña de bestia,/ voz sorda del exilio,/ hoy ha brotado como una espesa sangre/ reclamando mansamente su lugar/ en algún sitio del mundo”.

A la obra de Álvaro Mutis, como a la de toda gran literatura, se puede entrar desde los primeros años de nuestro entendimiento. Podría ser desde su poemario “Los elementos del desastre”/ 1953, pasando por sus novelas “La mansión de Araucaíma”/ 1973 y “La nieve del Almirante”/ 1986, hasta esa joyita de relatos sobre su encierro carcelario “Diario de Lecumberri”, editado en 1960 por la Universidad Veracruzana.

Álvaro Mutis quien alguna vez dijo que escribía “por necesidad, para sobrevivir día a día el horrible mundo que habitamos” y que fue el primer lector de los manuscritos de su amigo Gabriel García Márquez, deja una huella literaria imborrable.

“Hay objetos que no viajan nunca. Permanecen así, inmunes al olvido y a las más arduas labores que imponen el uso y el tiempo. Se detienen en una eternidad hecha de instantes paralelos que entretejen la nada y la costumbre. Esta condición singular los coloca al margen de la marea y la fiebre de la vida. No los visita la duda ni el espanto y la vegetación que los vigila es apenas una tenue huella de su vana duración”. Caravansary. A. Mutis./F:C.E/ 1981

Álvaro Mutis murió el 13 de septiembre de 2013, a los noventa años de su edad. Hizo, físicamente, mutis. Calló tal vez para dejar que sus versos hablen, cuenten de la sinrazón del vivir. Cuando una voz como la del colombiano Mutis se retira algo del idioma castellano se apaga.

La lengua es el rostro del silencio y del estallido.

Decirle a la palabra que cante y cuente es ordenarle al tiempo (el verdadero Dios) que se derrita y se trasmute en materia subjetiva.

Álvaro Mutis fue un poeta que puso en el cuerpo de la belleza universal un nuevo grano de inteligencia, de volumen.

Maqroll/ Mutis ahora navega otros territorios de la poesía océana.

En un poema Mutis apunta:

“Que te acoja la muerte/ con todos tus sueños intactos./ Al retorno de una furiosa adolescencia,/ al comienzo de las vacaciones que nunca te dieron,/ te distinguirá la muerte con su primer aviso./ Te abrirá los ojos a sus grandes aguas,/ te iniciará en su constante brisa de otro mundo./ La muerte se confundirá con tus sueños/ y en ellos reconocerá los signos/ que antaño fuera dejando,/ como un cazador que a su regreso/ reconoce sus marcas en la brecha”.

En su furiosa nueva adolescencia, Mutis escribirá – vía la relectura de su obra por las futuras generaciones- los mejores poemas, las líneas más hondas para, de este modo, confundir los sueños del lector con los de la muerte de los instantes, de la memoria.

Un poeta como Mutis siempre nos seguirá diciendo que vale la pena la Poesía porque, en una época de absurdos y del triunfo de la vulgaridad y lo superfluo, la palabra bella es un arma del espíritu para salir avante.

Hombre de otro tiempo en este tiempo. Desfasado y certero (creía en la monarquía), Mutis cultivó la poesía, la novela y el ensayo. Dio a la narrativa una claridad erudita que sólo era comparable a la justeza de su poética.

Interlocutor competente de la inteligencia aplastante de Octavio Paz en sus programas de tv cuando Televisa quiso redimirse de la estulticia sempiterna en sus ofertas de entretenimiento. Ganador de todos los premios importantes de literarios – a excepción del Nobel -: el Cervantes, Villaurrutia, Príncipe de Asturias, Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

Preciso en la construcción de la forma y agorero de la exploración intelectual, Mutis acogió el verso como un escudo que no dejó nunca de lado de su obra narrativa. Porque, ¿qué es sino un poeta el escritor? Las imágenes literarias acaso no admiten limítrofes: son poesía o no son nada. Y en un confabulador de las letras como Mutis, la poesía fue la respuesta totalizadora ante las interrogantes de este mundo.

Fue durante muchos años la voz del narrador en español de las aventuras del agente Eliot Ness de la serie “Los intocables”. Trabajo alimenticio, sin duda. Tal vez le atrajo a Mutis el prurito del relato policial que contenía la saga situada en la época de Ley Seca de los 30’s.

En la obra de Álvaro Mutis hay rigor y sabiduría. Hay concisión y gusto por el oficio de escribir, el deseo de escribir, a grado tal que: “Hay que inventar una nueva soledad para el deseo. Una vasta soledad de delgadas orillas en donde se extienda a sus anchas el ronco sonido del deseo”.

El universo literario de Mutis es la del hombre que tenía curiosidad por todo. Escudriñaba en la palabra para, mediante uno de los escudos del escritor la ficción, cumplimentar la batalla contra el tiempo que es decir contra el hombre mismo.

Mutis, el Gaviero, el Almirante, el hombre que cruzó desde la soledad los siglos de la tradición de la literatura en habla española, nos seguirá contando desde el Xurandó o a la sombra de los cuidados de Flor de Estévez los pormenores y desventuras de las selvas y las cordilleras, de su exilio en México y de su mirada puesta en el siglo de las Luces.

Hombre de raíces, de traslados celebratorios, siempre – aunque afincado en México desde los años cincuenta, siempre escuchó el persistente murmullo del exilio: ““Voz del exilio, voz de pozo cegado,/ voz huérfana, gran voz que se levanta/ como hierba/ furiosa o pezuña de bestia,/ voz sorda del exilio,/ hoy ha brotado como una espesa sangre/ reclamando mansamente su lugar/ en algún sitio del mundo”.

A la obra de Álvaro Mutis, como a la de toda gran literatura, se puede entrar desde los primeros años de nuestro entendimiento. Podría ser desde su poemario “Los elementos del desastre”/ 1953, pasando por sus novelas “La mansión de Araucaíma”/ 1973 y “La nieve del Almirante”/ 1986, hasta esa joyita de relatos sobre su encierro carcelario “Diario de Lecumberri”, editado en 1960 por la Universidad Veracruzana.

Álvaro Mutis quien alguna vez dijo que escribía “por necesidad, para sobrevivir día a día el horrible mundo que habitamos” y que fue el primer lector de los manuscritos de su amigo Gabriel García Márquez, deja una huella literaria imborrable.