/ lunes 28 de diciembre de 2020

El cumpleaños del perro | Cielo de medianoche

Insuflado por el poderío técnico y narrativo de “Gravity”/ 2013 y “Solaris”/ 2002, filmes donde él mismo actuó, George Clooney aborda como director en “Cielo de medianoche”/ 2020 (estrenado en la plataforma Netflix) una historia híbrida entre un tono intimista y de gran producción.

Si bien el material proviene de un libro, la novela de Lily Brooks-Dalton, la experiencia visual que propone Clooney es atrayente por la parsimonia y el tono crepuscular del personaje principal, el científico Augustine/ Clooney, quien decide quedarse en la base de la Antártida para indicarle a la nave Aether que no regrese a la Tierra puesta que esta ya ha dejado de ser habitable para la vida humana por los desastres de contaminación y radiaciones nucleares.

“Cielo de medianoche” es un filme donde el existencialismo y la poesía quieren apoltronarse en primera fila, solo que a Clooney le faltó mayor inspiración narrativa para ejecutar – a fuerza de comparar la película con otra entidad creativa – esta suerte de suite musical donde el ritmo discursivo (a veces a la Aki Kaurismaki: lacónico, laxo) colinda con lo confuso, si bien lo evidente es el suministro de alta dosis de ambigüedad para que el espectador participe en el desarrollo y, sobre todo, en el sorprendente final. Solo que los arcos de personajes no se logran estirar, en especial el de Clooney y Sully/ Felicity Jones cuya tensión tiene que acudir a la complicidad del público para su ejecución idónea.

El diseño de producción es portentoso, crucial y es, de facto, un protagonista más donde los personajes dirimen sus roles con tal naturalidad que se da por hecho la instauración de la ciencia ficción como patente de corso.

Sin embargo, es notoria la buena mano que demuestra Clooney para el manejo narrativo de personajes secundarios. Así, un Demián Bichir (que espeta una frase invaluable: “El planeta sobrevivirá sin nosotros, somos nosotros los que estamos en riesgo”), David Oyelowo, Tiffany Boone y Kyle Chandler conforman un espectro ficcional que le otorgan especificidad al relato del filme donde una nave, la Aether, busca llegar a la luna K-23 de Saturno para constatar condiciones habitables para la vida humana.

El dejo reposado de Clooney, y fantástico (en virtud de su relación con la niña Iris, que se “queda” con él en la base del Ártico), hace que la película se vea más como un alegato reflexivo sobre el desastre que ocasiona el hombre al planeta en un futuro no muy lejano, 2049, que un filme de género que juega con el hecho de ficcionar una idea. Es, en el mejor de los casos, una alegoría de la condición humana que bajo la inminencia del exterminio total como especie, busca a toda costa su sobrevivencia con la aplicación del conocimiento adquirido, y la prueba fehaciente es – guardando proporciones - la elaboración de una vacuna efectiva contra el Covid- 19 en tiempo récord…

Insuflado por el poderío técnico y narrativo de “Gravity”/ 2013 y “Solaris”/ 2002, filmes donde él mismo actuó, George Clooney aborda como director en “Cielo de medianoche”/ 2020 (estrenado en la plataforma Netflix) una historia híbrida entre un tono intimista y de gran producción.

Si bien el material proviene de un libro, la novela de Lily Brooks-Dalton, la experiencia visual que propone Clooney es atrayente por la parsimonia y el tono crepuscular del personaje principal, el científico Augustine/ Clooney, quien decide quedarse en la base de la Antártida para indicarle a la nave Aether que no regrese a la Tierra puesta que esta ya ha dejado de ser habitable para la vida humana por los desastres de contaminación y radiaciones nucleares.

“Cielo de medianoche” es un filme donde el existencialismo y la poesía quieren apoltronarse en primera fila, solo que a Clooney le faltó mayor inspiración narrativa para ejecutar – a fuerza de comparar la película con otra entidad creativa – esta suerte de suite musical donde el ritmo discursivo (a veces a la Aki Kaurismaki: lacónico, laxo) colinda con lo confuso, si bien lo evidente es el suministro de alta dosis de ambigüedad para que el espectador participe en el desarrollo y, sobre todo, en el sorprendente final. Solo que los arcos de personajes no se logran estirar, en especial el de Clooney y Sully/ Felicity Jones cuya tensión tiene que acudir a la complicidad del público para su ejecución idónea.

El diseño de producción es portentoso, crucial y es, de facto, un protagonista más donde los personajes dirimen sus roles con tal naturalidad que se da por hecho la instauración de la ciencia ficción como patente de corso.

Sin embargo, es notoria la buena mano que demuestra Clooney para el manejo narrativo de personajes secundarios. Así, un Demián Bichir (que espeta una frase invaluable: “El planeta sobrevivirá sin nosotros, somos nosotros los que estamos en riesgo”), David Oyelowo, Tiffany Boone y Kyle Chandler conforman un espectro ficcional que le otorgan especificidad al relato del filme donde una nave, la Aether, busca llegar a la luna K-23 de Saturno para constatar condiciones habitables para la vida humana.

El dejo reposado de Clooney, y fantástico (en virtud de su relación con la niña Iris, que se “queda” con él en la base del Ártico), hace que la película se vea más como un alegato reflexivo sobre el desastre que ocasiona el hombre al planeta en un futuro no muy lejano, 2049, que un filme de género que juega con el hecho de ficcionar una idea. Es, en el mejor de los casos, una alegoría de la condición humana que bajo la inminencia del exterminio total como especie, busca a toda costa su sobrevivencia con la aplicación del conocimiento adquirido, y la prueba fehaciente es – guardando proporciones - la elaboración de una vacuna efectiva contra el Covid- 19 en tiempo récord…