/ lunes 26 de octubre de 2020

El cumpleaños del perro | Confesiones en el diván

“Confesiones en el diván” (Mahler auf der Couch)/ Alemania- Austria- 2010, del veterano teutón Percy Adlon y su hijo Felix Adlon (dueto rara avis en la cinematografía mundial), ofrece un apetecible menú intelectual: el encuentro, en agosto de 1910, entre Mahler y Freud en Leyden, Holanda.

De hecho, Percy Adlon, también director de la afamada “Bagdad café” / 1987, ya había tocado el asunto de la vida de celebridades en su primer largometraje “Celeste” / 1980 (sobre Marcel Proust y su ama de llaves) y en “Herschel y la música de las estrellas” / 1984 (de la relación del compositor Hyden y el astrónomo Friedrich Herschel).

Si rescatamos el diálogo entre Mahler y Freud cuando el primero le dice al padre del sicoanálisis que no sueña, y para colmo éste luego el espeta que la música le causa espasmos, estamos ante un filme (a) que deberíamos tomar con reservas en cuanto a su fidelidad tanto histórica como a sus escarceos estéticos (actores hablando ante la cámara de manera anti bressoniana), (b) que confronta a dos personajes célebres cuya tentación para tratarlos como tótem es seductora y (c) cuya reinvención biográfica es libérrima y permite, por lo mismo, el tono fársico que en muchos segmentos adquiere el filme.

Los directores perfilan su mirada con agradecibles toques de humor en medio de la marejada melodramática en la que se deboca el guión: las congojas de Mahler/ Johannes Silberschneider en el diván (de allá el título literal en alemán: Mahler en el diván) ante Freud/ Karl Markovics por las infidelidades de su esposa Alma/ Barbara Romaner la cual desfoga su sexualidad ante el impedimento de Mahler de que ella volviera a dedicarse a la música.

Los que nos ofrece “Confesiones en el diván” es una tragicómica puesta en escena de época donde la premisa contundente, el encuentro de dos genios, está aderezada con la batuta de un azar que raya en lo mordaz (cuando el propio Mahler recibe una carta de amor del arquitecto Walter Gropius, amante de su mujer); en lo fatal (la muerte de la hija de los Mahler ); en lo inopinado (el diagnóstico de Freud para Mahler: complejo materno); lo cómico (la forma en que los Adlon trataron el adulterio de Alma: con personajes que dan testimonio de ello y cómo lo dan, en especial la madre de Alma frente a la cámara).

Si atendemos a los datos periféricos (de memorias y biografías que cuentan que Freud, después de muerto Mahler, le mandó cobrar la consulta), tal vez quede justificado el desenfado de los Adlon para contar la historia de Gustav Mahler, compositor que quiso darle rienda suelta a su creatividad a expensas de la dedicación de su mujer (compositora y pianista) cuando en realidad la fuerza vital de ésta es la que sitúa al filme en una dimensión natural, es decir, humana y que no sería descabellado anotar que se trata del personaje más interesante del filme…

Los que nos ofrece “Confesiones en el diván” es una tragicómica puesta en escena de época donde la premisa contundente, el encuentro de dos genios, está aderezada con la batuta de un azar que raya en lo mordaz (cuando el propio Mahler recibe una carta de amor del arquitecto Walter Gropius, amante de su mujer).

“Confesiones en el diván” (Mahler auf der Couch)/ Alemania- Austria- 2010, del veterano teutón Percy Adlon y su hijo Felix Adlon (dueto rara avis en la cinematografía mundial), ofrece un apetecible menú intelectual: el encuentro, en agosto de 1910, entre Mahler y Freud en Leyden, Holanda.

De hecho, Percy Adlon, también director de la afamada “Bagdad café” / 1987, ya había tocado el asunto de la vida de celebridades en su primer largometraje “Celeste” / 1980 (sobre Marcel Proust y su ama de llaves) y en “Herschel y la música de las estrellas” / 1984 (de la relación del compositor Hyden y el astrónomo Friedrich Herschel).

Si rescatamos el diálogo entre Mahler y Freud cuando el primero le dice al padre del sicoanálisis que no sueña, y para colmo éste luego el espeta que la música le causa espasmos, estamos ante un filme (a) que deberíamos tomar con reservas en cuanto a su fidelidad tanto histórica como a sus escarceos estéticos (actores hablando ante la cámara de manera anti bressoniana), (b) que confronta a dos personajes célebres cuya tentación para tratarlos como tótem es seductora y (c) cuya reinvención biográfica es libérrima y permite, por lo mismo, el tono fársico que en muchos segmentos adquiere el filme.

Los directores perfilan su mirada con agradecibles toques de humor en medio de la marejada melodramática en la que se deboca el guión: las congojas de Mahler/ Johannes Silberschneider en el diván (de allá el título literal en alemán: Mahler en el diván) ante Freud/ Karl Markovics por las infidelidades de su esposa Alma/ Barbara Romaner la cual desfoga su sexualidad ante el impedimento de Mahler de que ella volviera a dedicarse a la música.

Los que nos ofrece “Confesiones en el diván” es una tragicómica puesta en escena de época donde la premisa contundente, el encuentro de dos genios, está aderezada con la batuta de un azar que raya en lo mordaz (cuando el propio Mahler recibe una carta de amor del arquitecto Walter Gropius, amante de su mujer); en lo fatal (la muerte de la hija de los Mahler ); en lo inopinado (el diagnóstico de Freud para Mahler: complejo materno); lo cómico (la forma en que los Adlon trataron el adulterio de Alma: con personajes que dan testimonio de ello y cómo lo dan, en especial la madre de Alma frente a la cámara).

Si atendemos a los datos periféricos (de memorias y biografías que cuentan que Freud, después de muerto Mahler, le mandó cobrar la consulta), tal vez quede justificado el desenfado de los Adlon para contar la historia de Gustav Mahler, compositor que quiso darle rienda suelta a su creatividad a expensas de la dedicación de su mujer (compositora y pianista) cuando en realidad la fuerza vital de ésta es la que sitúa al filme en una dimensión natural, es decir, humana y que no sería descabellado anotar que se trata del personaje más interesante del filme…

Los que nos ofrece “Confesiones en el diván” es una tragicómica puesta en escena de época donde la premisa contundente, el encuentro de dos genios, está aderezada con la batuta de un azar que raya en lo mordaz (cuando el propio Mahler recibe una carta de amor del arquitecto Walter Gropius, amante de su mujer).