/ miércoles 24 de marzo de 2021

El cumpleaños del perro | Dumont o la redención diferida 

Uno de los cineastas más interesantes del panorama mundial es el francés Bruno Dumont. Su cine es complejo, de aristas filosóficas y de tonalidades escatológicas donde el absurdo y la automarginalidad de los personajes son apenas condicionantes primigenias para establecer parábolas asfixiantes.

Hace diez años Dumont dio a conocer el que quizá sea su filme más logrado: “Fuera de satán” (Hors satan)/ Francia-2011. En una entrevista Dumont dijo que “hay una alternativa posible a la religión”, y nada más justo para acotar su filme “Fuera de satán” donde el tema al parecer más caro del autor de “La vida de Jesús”/ 1997 y “Hadewijch”/ 2009, la espiritualidad sometida al vaivén de un realismo anti doctrinario, adquiere tonalidades de épica subjetiva contemplativa.

Sin puntualizaciones estériles que estigmaticen los perfiles de los personajes, Dumont va directo al asunto: un hombre/ David Dewaele, que puede encarnar los polos de cualquier moral y ética religiosa, lo mismo admite una lectura de salvador que hace milagros o de demonio justificado ampliamente en el título del filme.

Como si en una licuadora sicológica metiéramos el cine de Jodorowsky (en especial el Topo/ 1969), Terrence Malik (el de “Mundos bajos”/ 1973 y el “Árbol de la vida”/ 2010) y la parsimonia nihilista del Carlos Reygadas de “Luz silenciosa”/ 2007, “Fuera de satán” se presenta como un ejercicio fílmico poético que exuda un agradecible cine pedante con extrapolaciones filosóficas que no bucean en el vacío; es decir, Dumont alista convincentemente su justiciero asesino y a su pequeña saltamontes entre punk y emo proto mística/ Alexandre Lematre, en un viaje más que existencialista de búsqueda cosmogónica: la sexualidad que se estira, estalla (cuando el hombre mata al padrastro de la chava) y se reprime (el hombre rechaza a la joven), el paisaje de la comunidad al norte de Francia, cerca del Canal de Mancha, como edén con puertas abiertas a un infierno terrenal inquietante y una narración en línea recta hacia un camino que desemboca en una auto expiación anhelada.

Dumont no requiere de la musicalidad coral para ejecutar su filme anti rapsódico, sino de los silencios de la naturaleza; el viento, la tierra, una taza de café o unos dedos tocando pan bastan para hacer insoportable una sinfonía maldita de acciones que transgreden conciencias más que ideologías. Aunque en sus declaraciones a la prensa (por eso siempre he sostenido que el director nunca debería hablar más de su filme una vez concluido) Dumont ha dicho que la religión sigue siendo un opio que debe ser erradicado, lo cierto es que debería ajustarse a lo que parece irrebatible: en la obra misma está la crítica.

Si lo hierático sirve para explayar la ambigüedad de actos crueles (la mujer del guardia) o insólitos (la joven caminando sobre las aguas), ¿dónde queda la obtención de una posible culpa o redención? Estamos, entonces, ante una cinta libérrima de ataduras del pensamiento que pende de hilos de instintos, represiones y divagaciones atemporales suculentas para el cinéfilo atento…

Dumont no requiere de la musicalidad coral para ejecutar su filme anti rapsódico, sino de los silencios de la naturaleza; el viento, la tierra, una taza de café o unos dedos tocando pan bastan para hacer insoportable una sinfonía maldita de acciones que transgreden conciencias más que ideologías

Uno de los cineastas más interesantes del panorama mundial es el francés Bruno Dumont. Su cine es complejo, de aristas filosóficas y de tonalidades escatológicas donde el absurdo y la automarginalidad de los personajes son apenas condicionantes primigenias para establecer parábolas asfixiantes.

Hace diez años Dumont dio a conocer el que quizá sea su filme más logrado: “Fuera de satán” (Hors satan)/ Francia-2011. En una entrevista Dumont dijo que “hay una alternativa posible a la religión”, y nada más justo para acotar su filme “Fuera de satán” donde el tema al parecer más caro del autor de “La vida de Jesús”/ 1997 y “Hadewijch”/ 2009, la espiritualidad sometida al vaivén de un realismo anti doctrinario, adquiere tonalidades de épica subjetiva contemplativa.

Sin puntualizaciones estériles que estigmaticen los perfiles de los personajes, Dumont va directo al asunto: un hombre/ David Dewaele, que puede encarnar los polos de cualquier moral y ética religiosa, lo mismo admite una lectura de salvador que hace milagros o de demonio justificado ampliamente en el título del filme.

Como si en una licuadora sicológica metiéramos el cine de Jodorowsky (en especial el Topo/ 1969), Terrence Malik (el de “Mundos bajos”/ 1973 y el “Árbol de la vida”/ 2010) y la parsimonia nihilista del Carlos Reygadas de “Luz silenciosa”/ 2007, “Fuera de satán” se presenta como un ejercicio fílmico poético que exuda un agradecible cine pedante con extrapolaciones filosóficas que no bucean en el vacío; es decir, Dumont alista convincentemente su justiciero asesino y a su pequeña saltamontes entre punk y emo proto mística/ Alexandre Lematre, en un viaje más que existencialista de búsqueda cosmogónica: la sexualidad que se estira, estalla (cuando el hombre mata al padrastro de la chava) y se reprime (el hombre rechaza a la joven), el paisaje de la comunidad al norte de Francia, cerca del Canal de Mancha, como edén con puertas abiertas a un infierno terrenal inquietante y una narración en línea recta hacia un camino que desemboca en una auto expiación anhelada.

Dumont no requiere de la musicalidad coral para ejecutar su filme anti rapsódico, sino de los silencios de la naturaleza; el viento, la tierra, una taza de café o unos dedos tocando pan bastan para hacer insoportable una sinfonía maldita de acciones que transgreden conciencias más que ideologías. Aunque en sus declaraciones a la prensa (por eso siempre he sostenido que el director nunca debería hablar más de su filme una vez concluido) Dumont ha dicho que la religión sigue siendo un opio que debe ser erradicado, lo cierto es que debería ajustarse a lo que parece irrebatible: en la obra misma está la crítica.

Si lo hierático sirve para explayar la ambigüedad de actos crueles (la mujer del guardia) o insólitos (la joven caminando sobre las aguas), ¿dónde queda la obtención de una posible culpa o redención? Estamos, entonces, ante una cinta libérrima de ataduras del pensamiento que pende de hilos de instintos, represiones y divagaciones atemporales suculentas para el cinéfilo atento…

Dumont no requiere de la musicalidad coral para ejecutar su filme anti rapsódico, sino de los silencios de la naturaleza; el viento, la tierra, una taza de café o unos dedos tocando pan bastan para hacer insoportable una sinfonía maldita de acciones que transgreden conciencias más que ideologías