/ lunes 25 de octubre de 2021

El cumpleaños del perro | El Che Gael

Basado en escritos autobiográficos de Ernesto Guevara de la Serna y Alberto Granado, el brasileño Walter Salles (Estación Central/1998) dirigió, con el patrocinio de Robert Redford, Diarios de Motocicleta/ EUA-Alemania-Chile-2003) con la idea –según afirma él- de “darle un tono humano al icono” kordeano.

Con las actuaciones de Gael García Bernal, como el joven Ernesto Guevara de la Serna (de 23 años), y Rodrigo de la Serna, como Alberto Granado (de 29 años), la cinta cuenta el azaroso road que en 1952 realizaron desde Argentina hasta Venezuela los dos amigos. Empotrados en su querida motocicleta (llamada La Poderosa), Ernesto y Alberto inician un viaje por más de doce mil kilómetros que a la larga, según confesión del propio Guevara, lo cambiaría para siempre.

Joviales y con la ilusión de conocer a la gente común del cono sur, los chés viajeros irán viendo la miseria, las injusticias y el atraso ancestral de algunos de los pueblos a los que llegan.

El futuro guerrillero absorbe el color y el olor de la gente que lucha, que necesita ayuda y que sobrevive en las tierras americanas. Contenido y sujetado en su áurea mítica por la mano maestra de Salles, el joven Ernesto Guevara es mostrado como un hombre honesto, asmático y siempre atento al cultivo del intelecto. A la par, su amigo Alberto es expuesto como frívolo, lúdico y servil a sus instintos carnales (cosa que a Ernesto parecería no interesarle demasiado).

La llegada a un leprosario entre Brasil y Perú convierten al pasante de medicina Guevara en apóstol de las causas sociales. El impacto que la comunidad de enfermos de lepra causa en Guevara es definitorio para su futuro de luchador y guerrillero. De hecho, en este segmento del filme se justifica ampliamente la bella canción de Jorge Drexler: “Del otro lado del río”, cuando Ernesto cruza a nado libre, en la noche, el río para llegar a la orilla con los leprosos.

Es evidente que existen prejuicios ante el filme de Walter Salles. La figura casi sacra del guerrillero CheGuevara se impone a priori. No consigue Salles sacudirse petrificaciones en el planteamiento del personaje del joven Guevara.

Es como si ya nos supiéramos el futuro del Che. En un filme que aborda a un personaje histórico nos podemos encontrar con exagerado respeto (o animadversiones en su caso) y nublada visión hacia el mismo. La distancia literaria o cinematográfica es a veces difícil de conseguir.

El guion se atora en algún posible cuestionamiento de la psicología de los personajes. Guevara y Granado son mostrados como simples aventureros, sin más ahondamiento cinematográfico tal vez porque los personajes de soporte fueron planteados por el director como comparsa turística y antropológica (curiosamente ello es lo mejor de la película: indios, campesinos, mineros, obreros, mecánicos, bomberos y choferes que, bretcheanamente mirando a la cámara, construyen plásticos cuadros).

En vez de ser modernos Virgilios paseantes por el Hades latinoamericano, Guevara y Granado son abordados como dos exploradores light, maravillados…

Basado en escritos autobiográficos de Ernesto Guevara de la Serna y Alberto Granado, el brasileño Walter Salles (Estación Central/1998) dirigió, con el patrocinio de Robert Redford, Diarios de Motocicleta/ EUA-Alemania-Chile-2003) con la idea –según afirma él- de “darle un tono humano al icono” kordeano.

Con las actuaciones de Gael García Bernal, como el joven Ernesto Guevara de la Serna (de 23 años), y Rodrigo de la Serna, como Alberto Granado (de 29 años), la cinta cuenta el azaroso road que en 1952 realizaron desde Argentina hasta Venezuela los dos amigos. Empotrados en su querida motocicleta (llamada La Poderosa), Ernesto y Alberto inician un viaje por más de doce mil kilómetros que a la larga, según confesión del propio Guevara, lo cambiaría para siempre.

Joviales y con la ilusión de conocer a la gente común del cono sur, los chés viajeros irán viendo la miseria, las injusticias y el atraso ancestral de algunos de los pueblos a los que llegan.

El futuro guerrillero absorbe el color y el olor de la gente que lucha, que necesita ayuda y que sobrevive en las tierras americanas. Contenido y sujetado en su áurea mítica por la mano maestra de Salles, el joven Ernesto Guevara es mostrado como un hombre honesto, asmático y siempre atento al cultivo del intelecto. A la par, su amigo Alberto es expuesto como frívolo, lúdico y servil a sus instintos carnales (cosa que a Ernesto parecería no interesarle demasiado).

La llegada a un leprosario entre Brasil y Perú convierten al pasante de medicina Guevara en apóstol de las causas sociales. El impacto que la comunidad de enfermos de lepra causa en Guevara es definitorio para su futuro de luchador y guerrillero. De hecho, en este segmento del filme se justifica ampliamente la bella canción de Jorge Drexler: “Del otro lado del río”, cuando Ernesto cruza a nado libre, en la noche, el río para llegar a la orilla con los leprosos.

Es evidente que existen prejuicios ante el filme de Walter Salles. La figura casi sacra del guerrillero CheGuevara se impone a priori. No consigue Salles sacudirse petrificaciones en el planteamiento del personaje del joven Guevara.

Es como si ya nos supiéramos el futuro del Che. En un filme que aborda a un personaje histórico nos podemos encontrar con exagerado respeto (o animadversiones en su caso) y nublada visión hacia el mismo. La distancia literaria o cinematográfica es a veces difícil de conseguir.

El guion se atora en algún posible cuestionamiento de la psicología de los personajes. Guevara y Granado son mostrados como simples aventureros, sin más ahondamiento cinematográfico tal vez porque los personajes de soporte fueron planteados por el director como comparsa turística y antropológica (curiosamente ello es lo mejor de la película: indios, campesinos, mineros, obreros, mecánicos, bomberos y choferes que, bretcheanamente mirando a la cámara, construyen plásticos cuadros).

En vez de ser modernos Virgilios paseantes por el Hades latinoamericano, Guevara y Granado son abordados como dos exploradores light, maravillados…