/ lunes 8 de noviembre de 2021

El cumpleaños del perro | El expresionismo alemán

En un estupendo libro- ensayo, “Cinema e film, storia e problemi”, Luigi Chiarini señala confluencias comunes de las manifestaciones expresionistas (sic): “Un punto de vista desesperado: rechazo de toda realidad externa y afirmación de una realidad interior que se proyecta en la obra artística.

Expresión, pues, de los sentimientos, de la angustia, de las alucinaciones del yo recóndito del artista. Todo ello avivado por la influencia de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la crisis que genera, la cual, nos descubre un trasfondo “lírico y obsesivo” por la civilización mecanicista, la miseria del proletariado, el horror de la violencia, la falsa moral en las relaciones familiares y sociales y la tiranía de la autoridad y en las relaciones sexuales.”

“Lírico y obsesivo”, burilada observación que se tranversaliza con la iluminación contrastante del claro-oscuro, la luz y la sombras que dialoga, vía puesta en escena, con escenarios irreales o futuristas: El gabinete del Dr. Caligari/ 1919- Robert Wiene, Nosferatu/ 1922- F. W. Murnau, Metrópolis/ 1926- Fritz Lang, o M, el vampiro de Düsseldorf/ 1931- Lang.

Cuyos decorados y vestuarios fueron delineados por pintores puesto que pensaban que los filmes debían ser “dibujos vivos” sobre tela pintada, iluminados de forma contrastada y rigurosamente compuestos y supeditados a una visión trágica del mundo donde la gramática visual descansaba en vestuarios extravagantes, maquillaje efectista, interpretaciones gestuales enfáticas (colindantes con la pantomima y movimientos exagerados de los actores).

No hay que perder de vista que para el expresionista lo importante es su visión interna extienda a aquello que se intenta representar deformándolo, tanteando encontrar su esencia.

Aunque en lo formal, algunas de las preocupaciones principales del expresionismo se moldeaban en críticas al materialismo dominante en la sociedad, a la vida urbana y – de la mano con otras vanguardias como el dadaísmo y el futurismo - en visiones apocalípticas sobre el colapso de la civilización.

Por ello, es oportuno precisar que en las periferias de la época expresionista, 1920, en Alemania naufraga un golpe de estado derechista y en 1923 otro dirigido por Hitler.

A lo anterior hay que incluir la grave situación económica y los niveles altísimos de inflación, hambruna en buena parte de la población y la desocupación subsecuentes, lo que permitió un caldo de cultivo propicio para el desamparo y el pesimismo galopante que interpretó en su hálito esencial el expresionismo.

El cine es producto de su época y de su cuna de origen. El expresionismo fue un fantasma, una realidad, un sueño y una metáfora de las antesalas de desastres materiales y morales.

Quizá como ninguna otra manifestación artística, el expresionismo alemán ha sido una influencia única y cardinal para el devenir del cine de todo el siglo XX.

En un estupendo libro- ensayo, “Cinema e film, storia e problemi”, Luigi Chiarini señala confluencias comunes de las manifestaciones expresionistas (sic): “Un punto de vista desesperado: rechazo de toda realidad externa y afirmación de una realidad interior que se proyecta en la obra artística.

Expresión, pues, de los sentimientos, de la angustia, de las alucinaciones del yo recóndito del artista. Todo ello avivado por la influencia de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la crisis que genera, la cual, nos descubre un trasfondo “lírico y obsesivo” por la civilización mecanicista, la miseria del proletariado, el horror de la violencia, la falsa moral en las relaciones familiares y sociales y la tiranía de la autoridad y en las relaciones sexuales.”

“Lírico y obsesivo”, burilada observación que se tranversaliza con la iluminación contrastante del claro-oscuro, la luz y la sombras que dialoga, vía puesta en escena, con escenarios irreales o futuristas: El gabinete del Dr. Caligari/ 1919- Robert Wiene, Nosferatu/ 1922- F. W. Murnau, Metrópolis/ 1926- Fritz Lang, o M, el vampiro de Düsseldorf/ 1931- Lang.

Cuyos decorados y vestuarios fueron delineados por pintores puesto que pensaban que los filmes debían ser “dibujos vivos” sobre tela pintada, iluminados de forma contrastada y rigurosamente compuestos y supeditados a una visión trágica del mundo donde la gramática visual descansaba en vestuarios extravagantes, maquillaje efectista, interpretaciones gestuales enfáticas (colindantes con la pantomima y movimientos exagerados de los actores).

No hay que perder de vista que para el expresionista lo importante es su visión interna extienda a aquello que se intenta representar deformándolo, tanteando encontrar su esencia.

Aunque en lo formal, algunas de las preocupaciones principales del expresionismo se moldeaban en críticas al materialismo dominante en la sociedad, a la vida urbana y – de la mano con otras vanguardias como el dadaísmo y el futurismo - en visiones apocalípticas sobre el colapso de la civilización.

Por ello, es oportuno precisar que en las periferias de la época expresionista, 1920, en Alemania naufraga un golpe de estado derechista y en 1923 otro dirigido por Hitler.

A lo anterior hay que incluir la grave situación económica y los niveles altísimos de inflación, hambruna en buena parte de la población y la desocupación subsecuentes, lo que permitió un caldo de cultivo propicio para el desamparo y el pesimismo galopante que interpretó en su hálito esencial el expresionismo.

El cine es producto de su época y de su cuna de origen. El expresionismo fue un fantasma, una realidad, un sueño y una metáfora de las antesalas de desastres materiales y morales.

Quizá como ninguna otra manifestación artística, el expresionismo alemán ha sido una influencia única y cardinal para el devenir del cine de todo el siglo XX.