/ lunes 17 de mayo de 2021

El cumpleaños del perro | El humorista Carlos Reygadas

Ahora que está disponible en varias plataformas streaming, “Post tenebras lux” (Palma de Oro por Mejor Director en el Festival de Cannes 2012) puede verse como un texto fílmico contrario a lo que plantea su autor Carlos Reygadas: una obra cargada de humor.

Si bien el hilo argumental se desvía hacia la vida de un matrimonio pequeño burgués, Natalia y Juan, que se va a vivir a una cabaña en el bosque con sus dos pequeños hijos, lo cierto es que Reygadas solo nos pone frente a un iceberg narrativo (una familia que recibe la visita de un diablo animado por computadora, la historia de unos cazadores furtivos de patos, un equipo inglés de rugby) para dilucidar un relato franqueado por transgresiones visuales (los bordes de los encuadres, desenfocados, borrosos) y de cronología (el pasado, el presente y el futuro funcionan como unidad orgánica secuencial y como un corpus alimentado por ¿el sueño?, ¿la imaginación?).

¿Ante qué se enfrenta el espectador con “Post tenebras lux”? Filme que empata lecturas comparativas con la situación de violencia que vive México, sobre todo por el hálito latente de que algo va a pasar (la secuencia de la niña en el campo mientras se aproxima una tormenta), pero en la propuesta de Reygadas existe algo telúrico, no dicho que se discurre con las escenas en los baños de vapor entre parejas de swingers y en las fiestas de cumpleaños de la familia “bien” de Natalia y Juan y la de los moradores del campo.

Pareciera que Reygadas retomara lo trazado por Ismael Rodríguez en “Nosotros los pobres”/ 1947: muchos problemas sociales son atendibles si se voltea a ver, precisamente, las diferencias de clases.

La vida y perspectiva de Juan no es edulcorada; al contrario: Reygadas lanza sus dardos más incisivos en los diálogos que aquel sostiene con Natalia en la cocina, después de la cena con los niños.

El microcosmos que erige y luego aniquila Reygadas, el familiar, es -a la larga- el punto de inflexión de las desconexiones sociológicas de nuestro país. Tal vez aquí el diablo de marras, que carga una caja de herramientas, sea más que justificable.

Carlos Reygadas mira con un humor inédito la realidad mexicana. La sobrevuela, la digiere y la reelabora con una estética personal, terca (sigue usando no actores profesionales y la cereza en el pastel: esta vez empleó a sus dos hijos).

Mientras Ripstein, Novaro o Cazals describen algunos de los males que laceran al México contemporáneo, Reygadas nos ofrece mecanismos audiovisuales para contemplarlos, pero no para la inacción, craso error: sino para escudriñarlos, tocarlos y, en el peor de los casos, abominar de ellos, de allí que la escena de lo que pasa con el asesino de Juan sea alusiva y penetrante en su observación ontológica…

Ahora que está disponible en varias plataformas streaming, “Post tenebras lux” (Palma de Oro por Mejor Director en el Festival de Cannes 2012) puede verse como un texto fílmico contrario a lo que plantea su autor Carlos Reygadas: una obra cargada de humor.

Si bien el hilo argumental se desvía hacia la vida de un matrimonio pequeño burgués, Natalia y Juan, que se va a vivir a una cabaña en el bosque con sus dos pequeños hijos, lo cierto es que Reygadas solo nos pone frente a un iceberg narrativo (una familia que recibe la visita de un diablo animado por computadora, la historia de unos cazadores furtivos de patos, un equipo inglés de rugby) para dilucidar un relato franqueado por transgresiones visuales (los bordes de los encuadres, desenfocados, borrosos) y de cronología (el pasado, el presente y el futuro funcionan como unidad orgánica secuencial y como un corpus alimentado por ¿el sueño?, ¿la imaginación?).

¿Ante qué se enfrenta el espectador con “Post tenebras lux”? Filme que empata lecturas comparativas con la situación de violencia que vive México, sobre todo por el hálito latente de que algo va a pasar (la secuencia de la niña en el campo mientras se aproxima una tormenta), pero en la propuesta de Reygadas existe algo telúrico, no dicho que se discurre con las escenas en los baños de vapor entre parejas de swingers y en las fiestas de cumpleaños de la familia “bien” de Natalia y Juan y la de los moradores del campo.

Pareciera que Reygadas retomara lo trazado por Ismael Rodríguez en “Nosotros los pobres”/ 1947: muchos problemas sociales son atendibles si se voltea a ver, precisamente, las diferencias de clases.

La vida y perspectiva de Juan no es edulcorada; al contrario: Reygadas lanza sus dardos más incisivos en los diálogos que aquel sostiene con Natalia en la cocina, después de la cena con los niños.

El microcosmos que erige y luego aniquila Reygadas, el familiar, es -a la larga- el punto de inflexión de las desconexiones sociológicas de nuestro país. Tal vez aquí el diablo de marras, que carga una caja de herramientas, sea más que justificable.

Carlos Reygadas mira con un humor inédito la realidad mexicana. La sobrevuela, la digiere y la reelabora con una estética personal, terca (sigue usando no actores profesionales y la cereza en el pastel: esta vez empleó a sus dos hijos).

Mientras Ripstein, Novaro o Cazals describen algunos de los males que laceran al México contemporáneo, Reygadas nos ofrece mecanismos audiovisuales para contemplarlos, pero no para la inacción, craso error: sino para escudriñarlos, tocarlos y, en el peor de los casos, abominar de ellos, de allí que la escena de lo que pasa con el asesino de Juan sea alusiva y penetrante en su observación ontológica…