/ miércoles 14 de octubre de 2020

El cumpleaños del perro | El ojo de Buñuel

Buñuel es el ojo cortado, la mirada interior, el cine en el cuerpo, la pantalla de piel.

Buñuel es belleza maldita, pudor de diablos, detritus vital. Las imágenes buñuelianas irritan, vivifican, hacen temblar la uva de vinos castos.

Para ver el cine de Buñuel no basta mirar: hay que padecer. La cámara se mueve y acá, el espectador, sufre de humanismo. Buñuel es hombre y artista; aún más: comprende al hombre porque es artista.

Buñuel es miedo y placer, encuentro y desencuentro.

El cine de Buñuel de tantas sombras está saturado de luz. Luz engañosa: silencio y batahola, espacio y sueño.

El mayor misterio del cine de Buñuel es el desdoblamiento, la clonación del interior del ser.

Buñuel está en sus filmes. Un filme buñueliano es la contestación al dolor de sabernos finitos, intrascendentes después de todo.

Buñuel confirma a Eros en su prisión de aire metálico. El cine de Buñuel es pasión, desbordamiento, daga en la yugular de la moral, ácido en la piel de la hipocresía.

Una película de Buñuel incomoda porque en ella hay, sin duda, arte. Y decir arte en un artista como Buñuel es decir transgresión, rabia, inconformidad de espíritu.

Buñuel prolongó (y prologó) a Cervantes y a Galdós en Nazarín/ 1958 y Simón del desierto/ 1964, otorgó la mayoría de edad al melodrama sicológico en Él/ 1952, nos dijo que el infierno no son los otros: es uno mismo.

Las mujeres buñuelianas rompen esquemas (Pedro/ Los olvidados: “Mamá, ¿por qué no me dio carne la otra noche?”), son absorbidas por los esquemas morales de la sociedad (Susana, Viridiana) y se desdoblan según la diatriba del hombre (Conchita/ Carole Bouquet y Angela Molina en Ese oscuro objeto del deseo/ 1977).

Buñuel sentó en el banquillo (¿de los acusados?) a Freud y lanzó preguntas certeras sobre el subconsciente, la moral y la sexualidad.

Buñuel es geografía maldita. Es refugio de soledades, de voces asfixiadas por la insoportabilidad del vivir.

En el cine de Buñuel hay dolor, que es decir mutilación del alma.

Buñuel escribió con planos morbosos el mundo que quiso perpetuar en la pantalla grande.

El cine de Buñuel es España, México, Francia. Buñuel se extendió en coordenadas de miel, de ácido, de arena.

Para Buñuel el cine no fue grito: fue filo cortante, discurso de espantos.

Porque Buñuel surrealista/ realista/ artista le dio al cine mexicano una inteligencia que no ha vuelto a tener…

Buñuel es el ojo cortado, la mirada interior, el cine en el cuerpo, la pantalla de piel.

Buñuel es belleza maldita, pudor de diablos, detritus vital. Las imágenes buñuelianas irritan, vivifican, hacen temblar la uva de vinos castos.

Para ver el cine de Buñuel no basta mirar: hay que padecer. La cámara se mueve y acá, el espectador, sufre de humanismo. Buñuel es hombre y artista; aún más: comprende al hombre porque es artista.

Buñuel es miedo y placer, encuentro y desencuentro.

El cine de Buñuel de tantas sombras está saturado de luz. Luz engañosa: silencio y batahola, espacio y sueño.

El mayor misterio del cine de Buñuel es el desdoblamiento, la clonación del interior del ser.

Buñuel está en sus filmes. Un filme buñueliano es la contestación al dolor de sabernos finitos, intrascendentes después de todo.

Buñuel confirma a Eros en su prisión de aire metálico. El cine de Buñuel es pasión, desbordamiento, daga en la yugular de la moral, ácido en la piel de la hipocresía.

Una película de Buñuel incomoda porque en ella hay, sin duda, arte. Y decir arte en un artista como Buñuel es decir transgresión, rabia, inconformidad de espíritu.

Buñuel prolongó (y prologó) a Cervantes y a Galdós en Nazarín/ 1958 y Simón del desierto/ 1964, otorgó la mayoría de edad al melodrama sicológico en Él/ 1952, nos dijo que el infierno no son los otros: es uno mismo.

Las mujeres buñuelianas rompen esquemas (Pedro/ Los olvidados: “Mamá, ¿por qué no me dio carne la otra noche?”), son absorbidas por los esquemas morales de la sociedad (Susana, Viridiana) y se desdoblan según la diatriba del hombre (Conchita/ Carole Bouquet y Angela Molina en Ese oscuro objeto del deseo/ 1977).

Buñuel sentó en el banquillo (¿de los acusados?) a Freud y lanzó preguntas certeras sobre el subconsciente, la moral y la sexualidad.

Buñuel es geografía maldita. Es refugio de soledades, de voces asfixiadas por la insoportabilidad del vivir.

En el cine de Buñuel hay dolor, que es decir mutilación del alma.

Buñuel escribió con planos morbosos el mundo que quiso perpetuar en la pantalla grande.

El cine de Buñuel es España, México, Francia. Buñuel se extendió en coordenadas de miel, de ácido, de arena.

Para Buñuel el cine no fue grito: fue filo cortante, discurso de espantos.

Porque Buñuel surrealista/ realista/ artista le dio al cine mexicano una inteligencia que no ha vuelto a tener…