/ domingo 28 de noviembre de 2021

El cumpleaños del perro | El sueño surrealista del cine mexicano

En 1950, Luis Buñuel realizó un filme maestro y definitorio en su obra personal: “Los olvidados”. Con este texto fílmico, Buñuel abordó un tema social punzante: el abandono de los niños por sus padres en los barrios pobres de las grandes urbes.

Buñuel en “Los olvidados” no dio mensajes ni bataholas morales, sólo planteó premisas cuyos enunciados finales los dejó –como dice la voz al principio de la película- “a las fuerzas progresivas de la sociedad”. La intención del presente escrito es anotar el sueño que tiene Pedro, después de que El Jaibo mata a Julián, extraído del guion de Luis Buñuel, México, Ediciones Era, 1980: “Pedro duerme. La habitación está más llena de luz y se oyen cacareos y quiquiriquíes. Música.

Principio de un sueño: Pedro parece desdoblarse: mientras permanece dormido, su imagen se levanta y le mira, aterrorizada, frente a sí. Plano de Pedro de espaldas, y frente a él una gallina blanca que baja volando del techo en cámara lenta. Plano americano de la madre en camisón. Se sienta sobre la cama, con una expresión amorosa en el rostro. Todos los movimientos son en cámara lenta. Pedro, en plano medio, se inclina para mirar bajo la cama.

Picada bajo la cama: aparece el cuerpo de Julián con la frente ensangrentada y la boca abierta como riendo. Algunas plumas blancas empiezan a caer sobre el cadáver, cuya cabeza se bambolea. Imagen de Julián, inmóvil y que empieza a moverse de nuevo. Pedro se levanta. Acercamiento de la madre, sonriente. No se la ve hablar.

VOZ DE LA MADRE: Pedro, oye hijo. ¿qué haces? Pedro se mete de nuevo en la cama. La madre se levanta y, de pie sobre la cama, alza ligeramente su camisón para bajar de ella, todo en cámara lenta. Se acerca a Pedro, que la observa reclinado sobre su almohada. Se sienta sobre la cama.

VOZ DE LA MADRE (con gran dulzura): Óyeme, m'hijito…Tú eres bueno. ¿Por qué hiciste eso?

VOZ DE PEDRO: Yo no hice nada. Fue el Jaibo. Yo nomás lo vi. Acercamiento de Pedro mirando a su madre fuera de cuadro.

VOZ DE PEDRO: Yo quisiera estar siempre con usted… pero usted no me quiere. Acercamiento de la madre, de frente. Tiende ante sí sus manos abiertas. Ligero contrapicado.

VOZ DE LA MADRE: Es que estoy tan cansada. Mira como tengo las manos de tanto lavar. Plano americano abierto de los dos de perfil.

VOZ DE PEDRO (Se incorpora): ¿Por qué nunca me besa? (con sus brazos rodea los hombros de su madre y recibe un beso en la frente). Mamá, ora sí voy a portarme bien (ella pone su mano sobre la nuca del chico). Buscaré trabajo y usted podrá descansar (ella atrae la cabeza del chico sobre su hombro).

VOZ DE LA MADRE: Sí, m´hijito (lo acuesta con suavidad). Ella se aleja mientras continúa la música. Se oye un fuerte viento. Acercamiento de Pedro que se levanta (contrapicado). Sobre su rostro se lee una inmensa necesidad de amor.

VOZ DE PEDRO: ¡Mamá! Plano general. La madre avanza (plano americano) de frente. Detrás de ella, Pedro se ha incorporado apoyándose sobre los codos.

VOZ DE PEDRO: Mamá… ¿Por qué no me dio carne la otra noche? La madre empieza a darse la vuelta. La volvemos a encontrar de frente (plano americano).

En la mano tiene un gran pedazo de carne. Se oye el trueno al tiempo que un relámpago se dibuja sobre su rostro. Cierra los ojos. El viento hace flotar su cabello. Le tiende la mano a Pedro y avanza hasta un gran acercamiento.

Plano general: la madre avanza hacia Pedro en primer plano, de espaldas. Él está sentado en su cama y alarga las manos para recibir la carne que ella le da. El viento está cada vez más fuerte. Una mano sale de debajo de la cama para apoderarse de la carne. La madre retrocede un poco.

VOZ DE PEDRO: ¡Dámela, es mía, es sólo para mí!

El Jaibo se aferra con ambas manos a la carne. La madre, indiferente, se da la vuelta y se aleja hacia su cama. El Jaibo arranca la carne de las manos a Pedro con una expresión de triunfo en la cara. Truenos y relámpagos. Pedro, con las manos vacías, se acuesta. El Jaibo ha regresado bajo la cama. Disolvencia. Fin del viento y de la música, Pedro, en plano americano, duerme (picada). Pedro se da la vuelta, se sienta sobre su cama y luego vuelve a acostarse de espaldas a nosotros, y se cubre con las mantas. Oscurecimiento.

Octavio Paz, nuestro Premio Nobel de Literatura, en abril de 1951 escribió sobre el sueño de “Los olvidados” que “quizá sin proponérselo, Buñuel descubre en el sueño de sus héroes las imágenes arquetípicas de pueblo mexicano: Coatlicue y el sacrificio. El tema de la madre que es una de las obsesiones mexicanas, está ligado inexorablemente al de la fraternidad, al de la amistad hasta la muerte. Ambos constituyen el fondo secreto de esta película.

El mundo de Los olvidados está poblado por huérfanos, por solitarios que buscan la comunión y que para encontrarla no retroceden ante la sangre. La búsqueda del otro, de nuestro semejante, es la otra cara de la búsqueda de la madre. O la aceptación de su ausencia definitiva: el sabernos solos. Pedro, el Jaibo y sus compañeros nos revelan la naturaleza última del hombre, que quizá consista en una permanente y constante orfandad. Testimonio de nuestro tiempo el valor moral de los olvidados no tiene relación alguna con la propaganda. El arte cuando es libre, es testimonio, conciencia.

La obra de Buñuel es una prueba de lo que pueden hacer el talento creador y la conciencia artística cuando nada excepto su propia libertad los constriñe o coacciona. Para orgullo de México, “Los olvidados” pertenece al Programa Memoria del Mundo, desde 2003, al lado de la sinfonía número 9 de Ludwig van Beethoven: sinfonía n.º 9, el legado literario de Goethe (compilados en el Archivo Goethe), la Biblia de Gutenberg (impresa en 42 líneas en papel), los filmes “Metrópolis” y “El Mago de Oz”, Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789-1791) (2003), los cortos de los Hermanos Lumière, y la documentación de la instauración del sistema métrico decimal, 1790-1837, entre otras obras de valor documental como patrimonio histórico…

En 1950, Luis Buñuel realizó un filme maestro y definitorio en su obra personal: “Los olvidados”. Con este texto fílmico, Buñuel abordó un tema social punzante: el abandono de los niños por sus padres en los barrios pobres de las grandes urbes.

Buñuel en “Los olvidados” no dio mensajes ni bataholas morales, sólo planteó premisas cuyos enunciados finales los dejó –como dice la voz al principio de la película- “a las fuerzas progresivas de la sociedad”. La intención del presente escrito es anotar el sueño que tiene Pedro, después de que El Jaibo mata a Julián, extraído del guion de Luis Buñuel, México, Ediciones Era, 1980: “Pedro duerme. La habitación está más llena de luz y se oyen cacareos y quiquiriquíes. Música.

Principio de un sueño: Pedro parece desdoblarse: mientras permanece dormido, su imagen se levanta y le mira, aterrorizada, frente a sí. Plano de Pedro de espaldas, y frente a él una gallina blanca que baja volando del techo en cámara lenta. Plano americano de la madre en camisón. Se sienta sobre la cama, con una expresión amorosa en el rostro. Todos los movimientos son en cámara lenta. Pedro, en plano medio, se inclina para mirar bajo la cama.

Picada bajo la cama: aparece el cuerpo de Julián con la frente ensangrentada y la boca abierta como riendo. Algunas plumas blancas empiezan a caer sobre el cadáver, cuya cabeza se bambolea. Imagen de Julián, inmóvil y que empieza a moverse de nuevo. Pedro se levanta. Acercamiento de la madre, sonriente. No se la ve hablar.

VOZ DE LA MADRE: Pedro, oye hijo. ¿qué haces? Pedro se mete de nuevo en la cama. La madre se levanta y, de pie sobre la cama, alza ligeramente su camisón para bajar de ella, todo en cámara lenta. Se acerca a Pedro, que la observa reclinado sobre su almohada. Se sienta sobre la cama.

VOZ DE LA MADRE (con gran dulzura): Óyeme, m'hijito…Tú eres bueno. ¿Por qué hiciste eso?

VOZ DE PEDRO: Yo no hice nada. Fue el Jaibo. Yo nomás lo vi. Acercamiento de Pedro mirando a su madre fuera de cuadro.

VOZ DE PEDRO: Yo quisiera estar siempre con usted… pero usted no me quiere. Acercamiento de la madre, de frente. Tiende ante sí sus manos abiertas. Ligero contrapicado.

VOZ DE LA MADRE: Es que estoy tan cansada. Mira como tengo las manos de tanto lavar. Plano americano abierto de los dos de perfil.

VOZ DE PEDRO (Se incorpora): ¿Por qué nunca me besa? (con sus brazos rodea los hombros de su madre y recibe un beso en la frente). Mamá, ora sí voy a portarme bien (ella pone su mano sobre la nuca del chico). Buscaré trabajo y usted podrá descansar (ella atrae la cabeza del chico sobre su hombro).

VOZ DE LA MADRE: Sí, m´hijito (lo acuesta con suavidad). Ella se aleja mientras continúa la música. Se oye un fuerte viento. Acercamiento de Pedro que se levanta (contrapicado). Sobre su rostro se lee una inmensa necesidad de amor.

VOZ DE PEDRO: ¡Mamá! Plano general. La madre avanza (plano americano) de frente. Detrás de ella, Pedro se ha incorporado apoyándose sobre los codos.

VOZ DE PEDRO: Mamá… ¿Por qué no me dio carne la otra noche? La madre empieza a darse la vuelta. La volvemos a encontrar de frente (plano americano).

En la mano tiene un gran pedazo de carne. Se oye el trueno al tiempo que un relámpago se dibuja sobre su rostro. Cierra los ojos. El viento hace flotar su cabello. Le tiende la mano a Pedro y avanza hasta un gran acercamiento.

Plano general: la madre avanza hacia Pedro en primer plano, de espaldas. Él está sentado en su cama y alarga las manos para recibir la carne que ella le da. El viento está cada vez más fuerte. Una mano sale de debajo de la cama para apoderarse de la carne. La madre retrocede un poco.

VOZ DE PEDRO: ¡Dámela, es mía, es sólo para mí!

El Jaibo se aferra con ambas manos a la carne. La madre, indiferente, se da la vuelta y se aleja hacia su cama. El Jaibo arranca la carne de las manos a Pedro con una expresión de triunfo en la cara. Truenos y relámpagos. Pedro, con las manos vacías, se acuesta. El Jaibo ha regresado bajo la cama. Disolvencia. Fin del viento y de la música, Pedro, en plano americano, duerme (picada). Pedro se da la vuelta, se sienta sobre su cama y luego vuelve a acostarse de espaldas a nosotros, y se cubre con las mantas. Oscurecimiento.

Octavio Paz, nuestro Premio Nobel de Literatura, en abril de 1951 escribió sobre el sueño de “Los olvidados” que “quizá sin proponérselo, Buñuel descubre en el sueño de sus héroes las imágenes arquetípicas de pueblo mexicano: Coatlicue y el sacrificio. El tema de la madre que es una de las obsesiones mexicanas, está ligado inexorablemente al de la fraternidad, al de la amistad hasta la muerte. Ambos constituyen el fondo secreto de esta película.

El mundo de Los olvidados está poblado por huérfanos, por solitarios que buscan la comunión y que para encontrarla no retroceden ante la sangre. La búsqueda del otro, de nuestro semejante, es la otra cara de la búsqueda de la madre. O la aceptación de su ausencia definitiva: el sabernos solos. Pedro, el Jaibo y sus compañeros nos revelan la naturaleza última del hombre, que quizá consista en una permanente y constante orfandad. Testimonio de nuestro tiempo el valor moral de los olvidados no tiene relación alguna con la propaganda. El arte cuando es libre, es testimonio, conciencia.

La obra de Buñuel es una prueba de lo que pueden hacer el talento creador y la conciencia artística cuando nada excepto su propia libertad los constriñe o coacciona. Para orgullo de México, “Los olvidados” pertenece al Programa Memoria del Mundo, desde 2003, al lado de la sinfonía número 9 de Ludwig van Beethoven: sinfonía n.º 9, el legado literario de Goethe (compilados en el Archivo Goethe), la Biblia de Gutenberg (impresa en 42 líneas en papel), los filmes “Metrópolis” y “El Mago de Oz”, Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789-1791) (2003), los cortos de los Hermanos Lumière, y la documentación de la instauración del sistema métrico decimal, 1790-1837, entre otras obras de valor documental como patrimonio histórico…