/ lunes 11 de mayo de 2020

El cumpleaños del perro | Frida a dos manos

Dos películas han abordado la vida de la pintora Frida Kahlo. Una mexicana, la otra estadounidense. La primera, Frida, naturaleza viva /1983, dirigida por Paul Leduc llevando como protagonista a Ofelia Medina; la segunda, Frida /2002, bajo la dirección de Julie Taymor, con Salma Hayek como la famosa pintora.

Paul Leduc llevó a la pantalla la vida de Frida Kahlo con manifiesta inteligencia creativa. El parecido físico de la Medina fue, en verdad, más que aceptable. Frida, naturaleza viva, quiso ser afín al tono del arte pictórico: mostrar más imagen y menos palabra, de allí que la historia narrada por Leduc pareció, en el mejor de los casos, una especie de fresco cinematográfico.

Al emplear más la imagen que el diálogo, Paul Leduc le dio a su filme un portento visual que a ratos raya en el lirismo, gracias en buena parte a la sobria fotografía de Ángel Goded. No encuentro en el cine mexicano mejor intento por abarcar la vida de un personaje de manera pulcra y convincente que el de Paul Leduc con Frida, naturaleza viva.

La historia contada en la versión hollywoodense –a diferencia de la casi afásica versión de Paul Leduc- es totalmente visual, es decir, la imagen es lo que importa pese al sustento histórico o melodramático (incluso histriónico) del guión. La directora Julie Taymor (pintora y amante de la artesanía oaxaqueña, vivió en el Istmo algunos años) confecciona el filme a la medida del lucimiento de Salma Hayek. Puede decirse que la película es más Salma que Frida Kahlo, por el impresionante elenco (amigos que cobraron lo mínimo) que se logró reunir: Ashley Judd / Tina Modotti, Alfred Molina/ Diego Rivera, Valeria Golino /Lupe Marín, Antonio Banderas/ Siqueiros, Edward Norton/ Rockefeller y Geoffrey Rush/ Trotski.

La película se puede juzgar en función de la narración en la pantalla y resulta una cinta visualmente eficaz. Lo rescatable de Frida es la fotografía de Rodrigo Prieto que le otorga al filme una textura impecable, sobria. En lo personal, me convenció la maestría de Prieto en el manejo de la lente en la secuencia cuando Salma y Ashley Judd bailan un tango y se besan.

Aunque la trama se centra mucho en la relación de Diego Rivera y Frida, la película intenta abordar temas periféricos y torales en la vida cultural del México de los treinta y cuarenta: el asesinato de Trotski, la relación de Frida con Trotski y Tina Modotti. Quizá lo anémico del filme sea la parte histórica de los personajes, pero el cine, antes que nada, tiene como fin contar una historia y contarla bien.

A la distancia, bien puede decirse que la cinta de Salma Hayek aprende a Frida, mientras que la de Ofelia Medina la aprehende.

Dos películas han abordado la vida de la pintora Frida Kahlo. Una mexicana, la otra estadounidense. La primera, Frida, naturaleza viva /1983, dirigida por Paul Leduc llevando como protagonista a Ofelia Medina; la segunda, Frida /2002, bajo la dirección de Julie Taymor, con Salma Hayek como la famosa pintora.

Paul Leduc llevó a la pantalla la vida de Frida Kahlo con manifiesta inteligencia creativa. El parecido físico de la Medina fue, en verdad, más que aceptable. Frida, naturaleza viva, quiso ser afín al tono del arte pictórico: mostrar más imagen y menos palabra, de allí que la historia narrada por Leduc pareció, en el mejor de los casos, una especie de fresco cinematográfico.

Al emplear más la imagen que el diálogo, Paul Leduc le dio a su filme un portento visual que a ratos raya en el lirismo, gracias en buena parte a la sobria fotografía de Ángel Goded. No encuentro en el cine mexicano mejor intento por abarcar la vida de un personaje de manera pulcra y convincente que el de Paul Leduc con Frida, naturaleza viva.

La historia contada en la versión hollywoodense –a diferencia de la casi afásica versión de Paul Leduc- es totalmente visual, es decir, la imagen es lo que importa pese al sustento histórico o melodramático (incluso histriónico) del guión. La directora Julie Taymor (pintora y amante de la artesanía oaxaqueña, vivió en el Istmo algunos años) confecciona el filme a la medida del lucimiento de Salma Hayek. Puede decirse que la película es más Salma que Frida Kahlo, por el impresionante elenco (amigos que cobraron lo mínimo) que se logró reunir: Ashley Judd / Tina Modotti, Alfred Molina/ Diego Rivera, Valeria Golino /Lupe Marín, Antonio Banderas/ Siqueiros, Edward Norton/ Rockefeller y Geoffrey Rush/ Trotski.

La película se puede juzgar en función de la narración en la pantalla y resulta una cinta visualmente eficaz. Lo rescatable de Frida es la fotografía de Rodrigo Prieto que le otorga al filme una textura impecable, sobria. En lo personal, me convenció la maestría de Prieto en el manejo de la lente en la secuencia cuando Salma y Ashley Judd bailan un tango y se besan.

Aunque la trama se centra mucho en la relación de Diego Rivera y Frida, la película intenta abordar temas periféricos y torales en la vida cultural del México de los treinta y cuarenta: el asesinato de Trotski, la relación de Frida con Trotski y Tina Modotti. Quizá lo anémico del filme sea la parte histórica de los personajes, pero el cine, antes que nada, tiene como fin contar una historia y contarla bien.

A la distancia, bien puede decirse que la cinta de Salma Hayek aprende a Frida, mientras que la de Ofelia Medina la aprehende.