/ lunes 20 de julio de 2020

El Cumpleaños del Perro | Japón: cine mexicano de calidad en streaming

En la plataforma Filmin Latino, que administra el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) están disponibles títulos imprescindibles del cine nacional actual. Uno de ellos es la ópera prima de Carlos Reygadas:Japón/ 2002, que no tiene nada que ver con el país del Lejano Oriente. Es tan sólo una metáfora, una referencia filosófica-metafísica sobre lo que significaría: un renacer, la búsqueda de alguna espiritualidad.

Japón es una cinta atípica dentro del cine mexicano reciente. Más ubicada en el parangón del esteticismo de Tarkovsky o Bresson, Japón plantea una disyuntiva: ¿cine de autor para la pantalla grande o cine experimental cuyo destino final son los cineclubes?

La historia de la película parte del viaje iniciático que emprende un hombre –así, sin nombre a lo largo de las dos horas del filme- por escenarios del campo mexicano. El Hombre/ Alejandro Ferretis, rengo y con una mochila a cuestas, se introduce por caminos rurales que lo lleven lo más lejos posible, buscando un pueblo dónde pegarse un balazo en el corazón.

Así, llega a un pueblito donde una anciana le da albergue en su choza. Ascen (nombre de la anciana), lo lleva hasta su humilde casa, en lo alto de una árida montaña. El Hombre le alquila un cuarto mientras espera y ronda los lugares aledaños.

Pronto El Hombre se contactará con un mundo lleno de lirismo, de abandono, de miseria. A pesar de estar apartado del “mundo”, de la ciudad, El Hombre no logra desenmarañar el motivo de su idea de suicidio (cosa nunca aclarada en la película).

Las pláticas con Ascen y los problemas que la misma tiene con uno de sus sobrinos (quien quiere demoler la casa para construir con las piedras otra más arriba del cerro) replantean en el inconsciente del Hombre algunas cosas sencillas de la vida.

Una tarde lluviosa, El Hombre va al borde de un cañón de la montaña e intenta darse el tiro; pero no lo hace. Su mutismo y aletargamiento parecen ir ahora de la mano del hastío y la cotidianidad del pueblo.

En un giro inesperado, El Hombre, confuso o perdido en sus dilemas morales, le pide a la anciana que tengan relaciones sexuales. Y lo consigue.

La casa de la longeva es derribada por su sobrino, el cual paga a ocho hombres para que carguen en un remolque de tren las piedras de la casa. El final es todo un poema: vemos, a través de un largo travelling (movimiento de cámara sin cortes) cómo los hombres yacen muertos, al lado de las piedras transportadas. La cámara sigue un largo recorrido tomando las vías y se detiene hasta donde se encuentra el cadáver de la anciana, quien viajaba en el remolque de las piedras.

Es evidente que el ritmo de la película busca una pretendida introspección, así como la localización de paisajes raros o poco vistos, haciéndola una experiencia visual única.

Contada con el mínimo de diálogos y apoyado en actores no profesionales, Carlos Reygadas sorprende con este filme planteando una mirada personal sobre el campo mexicano (acaso más conocido por la literatura de Juan Rulfo) poniéndolo en un contexto cinematográfico universal.

Llama la atención que directores oscarizados como Alejandro González Iñárritu, Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro exalten a Japón como la mejor película mexicana en lo que va del siglo…

En la plataforma Filmin Latino, que administra el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) están disponibles títulos imprescindibles del cine nacional actual. Uno de ellos es la ópera prima de Carlos Reygadas:Japón/ 2002, que no tiene nada que ver con el país del Lejano Oriente. Es tan sólo una metáfora, una referencia filosófica-metafísica sobre lo que significaría: un renacer, la búsqueda de alguna espiritualidad.

Japón es una cinta atípica dentro del cine mexicano reciente. Más ubicada en el parangón del esteticismo de Tarkovsky o Bresson, Japón plantea una disyuntiva: ¿cine de autor para la pantalla grande o cine experimental cuyo destino final son los cineclubes?

La historia de la película parte del viaje iniciático que emprende un hombre –así, sin nombre a lo largo de las dos horas del filme- por escenarios del campo mexicano. El Hombre/ Alejandro Ferretis, rengo y con una mochila a cuestas, se introduce por caminos rurales que lo lleven lo más lejos posible, buscando un pueblo dónde pegarse un balazo en el corazón.

Así, llega a un pueblito donde una anciana le da albergue en su choza. Ascen (nombre de la anciana), lo lleva hasta su humilde casa, en lo alto de una árida montaña. El Hombre le alquila un cuarto mientras espera y ronda los lugares aledaños.

Pronto El Hombre se contactará con un mundo lleno de lirismo, de abandono, de miseria. A pesar de estar apartado del “mundo”, de la ciudad, El Hombre no logra desenmarañar el motivo de su idea de suicidio (cosa nunca aclarada en la película).

Las pláticas con Ascen y los problemas que la misma tiene con uno de sus sobrinos (quien quiere demoler la casa para construir con las piedras otra más arriba del cerro) replantean en el inconsciente del Hombre algunas cosas sencillas de la vida.

Una tarde lluviosa, El Hombre va al borde de un cañón de la montaña e intenta darse el tiro; pero no lo hace. Su mutismo y aletargamiento parecen ir ahora de la mano del hastío y la cotidianidad del pueblo.

En un giro inesperado, El Hombre, confuso o perdido en sus dilemas morales, le pide a la anciana que tengan relaciones sexuales. Y lo consigue.

La casa de la longeva es derribada por su sobrino, el cual paga a ocho hombres para que carguen en un remolque de tren las piedras de la casa. El final es todo un poema: vemos, a través de un largo travelling (movimiento de cámara sin cortes) cómo los hombres yacen muertos, al lado de las piedras transportadas. La cámara sigue un largo recorrido tomando las vías y se detiene hasta donde se encuentra el cadáver de la anciana, quien viajaba en el remolque de las piedras.

Es evidente que el ritmo de la película busca una pretendida introspección, así como la localización de paisajes raros o poco vistos, haciéndola una experiencia visual única.

Contada con el mínimo de diálogos y apoyado en actores no profesionales, Carlos Reygadas sorprende con este filme planteando una mirada personal sobre el campo mexicano (acaso más conocido por la literatura de Juan Rulfo) poniéndolo en un contexto cinematográfico universal.

Llama la atención que directores oscarizados como Alejandro González Iñárritu, Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro exalten a Japón como la mejor película mexicana en lo que va del siglo…