/ lunes 5 de abril de 2021

El cumpleaños del perro | Jarmusch, Cassavetes, Malick

El inicio de cualquier director de cine no está, curiosamente, en su primera película, sino en la segunda, porque en esa etapa de su obra es donde desarrolla los estilos, fobias, “homenajes y profanaciones” (usando palabras de Octavio Paz) que serán hastío o reiteración lamentable de sus filmes ulteriores.

Me parece que Jim Jarmusch es el director más vigoroso y honesto del cine estadounidense contemporáneo. Su ópera prima “Vacaciones permanentes”/ EUA- 1980 es una declaración de principios estéticos de primer orden. La historia de un joven, que prefigura al moderno término mexicano “nini”, es bien solventada por Jarmusch con su acostumbrada parsimonia, gracias a una narratividad apoyada en el bagaje cultural del jazz, la literatura y el plasticismo post Basquiat.

El encuadre de las calles de un Nueva York anti hollywoodense (callejones sucios, gente miserable y sensación de soledad) le otorgan a “Vacaciones permanentes” un aura de panfleto antiestético contestatario de los resquebrajamientos morales y culturales de la modernidad. Aunque decir moderno en un cineasta como Jarmusc pareciera pleonasmo.

En “Shadows”/ EUA- 1959, John Cassavetes, logra una naturalidad que embriaga. A través del relato sobre unos amigos afroamericanos, Cassavetes lanza dos redes: la de la tolerancia racial y la del discurso free, desprovisto de articulaciones dentro del formalismo industrial hollywoodense.

Considerada la madre del cine independiente, “Shadows” es paralela a Godard y es antes de Godard; es el espacio de la anti metáfora visual a grado tal que su apuesta estética no radica en su espíritu -inobjetable- de underground sino en la honestidad del planteamiento fílmico: libertad de creación y decir libertad en el cine significa la existencia de un coro de elementos artísticos (fotografía, guión) que cumplen una función ineludible: inquietar.

“Shadows” es la libertad de personajes que buscan su destino y su inmediatez en la aceptación del otro para fincar acaso su dolor en territorios donde el jazz, el desenfado, el existencialismo y el derrumbe de los paraísos mundanos se ocultan, precisamente, entre sombras.

“Mundos bajos”/ EUA- 1973 es la aparición del extraño llamado Terrence Malick. Podría considerársele el Gabriel Zaid del cine por su renuencia a ser fotografiado y hacer presencia pública. Malick es una brisa fresa en el panorama del cine estadounidense por dos puntos: por su inamovible voz fílmica propia (transparente, sin retruécanos) y por la poesía que destila en sus encuadres.

Los amantes asesinos en serie (Martin Sheen y Sissy Spacek) que aborda Malick en Mundos bajos son la antípoda tarantinesca de “Asesinos por naturaleza”/ 1994. Lo que para Oliver Stone es parafernalia de los medios de comunicación por los asesinos seriales, en Malick es motivo de introspección bajo una óptica interesante: no el alma de los amantes sino del país.

Malick realiza una especie de road movie por un Estados Unidos atípico donde Walt Whitman y John Smith serían los guías hacia el inmenso país del norte con relieves enajenantes…

El inicio de cualquier director de cine no está, curiosamente, en su primera película, sino en la segunda, porque en esa etapa de su obra es donde desarrolla los estilos, fobias, “homenajes y profanaciones” (usando palabras de Octavio Paz) que serán hastío o reiteración lamentable de sus filmes ulteriores.

Me parece que Jim Jarmusch es el director más vigoroso y honesto del cine estadounidense contemporáneo. Su ópera prima “Vacaciones permanentes”/ EUA- 1980 es una declaración de principios estéticos de primer orden. La historia de un joven, que prefigura al moderno término mexicano “nini”, es bien solventada por Jarmusch con su acostumbrada parsimonia, gracias a una narratividad apoyada en el bagaje cultural del jazz, la literatura y el plasticismo post Basquiat.

El encuadre de las calles de un Nueva York anti hollywoodense (callejones sucios, gente miserable y sensación de soledad) le otorgan a “Vacaciones permanentes” un aura de panfleto antiestético contestatario de los resquebrajamientos morales y culturales de la modernidad. Aunque decir moderno en un cineasta como Jarmusc pareciera pleonasmo.

En “Shadows”/ EUA- 1959, John Cassavetes, logra una naturalidad que embriaga. A través del relato sobre unos amigos afroamericanos, Cassavetes lanza dos redes: la de la tolerancia racial y la del discurso free, desprovisto de articulaciones dentro del formalismo industrial hollywoodense.

Considerada la madre del cine independiente, “Shadows” es paralela a Godard y es antes de Godard; es el espacio de la anti metáfora visual a grado tal que su apuesta estética no radica en su espíritu -inobjetable- de underground sino en la honestidad del planteamiento fílmico: libertad de creación y decir libertad en el cine significa la existencia de un coro de elementos artísticos (fotografía, guión) que cumplen una función ineludible: inquietar.

“Shadows” es la libertad de personajes que buscan su destino y su inmediatez en la aceptación del otro para fincar acaso su dolor en territorios donde el jazz, el desenfado, el existencialismo y el derrumbe de los paraísos mundanos se ocultan, precisamente, entre sombras.

“Mundos bajos”/ EUA- 1973 es la aparición del extraño llamado Terrence Malick. Podría considerársele el Gabriel Zaid del cine por su renuencia a ser fotografiado y hacer presencia pública. Malick es una brisa fresa en el panorama del cine estadounidense por dos puntos: por su inamovible voz fílmica propia (transparente, sin retruécanos) y por la poesía que destila en sus encuadres.

Los amantes asesinos en serie (Martin Sheen y Sissy Spacek) que aborda Malick en Mundos bajos son la antípoda tarantinesca de “Asesinos por naturaleza”/ 1994. Lo que para Oliver Stone es parafernalia de los medios de comunicación por los asesinos seriales, en Malick es motivo de introspección bajo una óptica interesante: no el alma de los amantes sino del país.

Malick realiza una especie de road movie por un Estados Unidos atípico donde Walt Whitman y John Smith serían los guías hacia el inmenso país del norte con relieves enajenantes…