/ viernes 29 de mayo de 2020

El cumpleaños del perro | La creación artística 

1.- La promoción de la producción cultural, lo sabemos, es difícil. Es como andar por caminos terregosos, sin iluminación. Pero – y qué se le va a hacer – se tienen que cruzar por el mal llamado “amor al arte”.

Citar nombres en particular de artistas que cargan en sus espaldas proyectos personales que requieren apoyos sería ocioso. No es el afán central de esta entrega. Baste anotar que el esfuerzo que realizan dichos artistas (actores, músicos, escritores, cineastas, bailarines, etc.) es más que plausible.

2.- Cuando tomamos una cámara fotográfica y capturamos ese instante estamos ante un acto artístico, indudablemente, puesto que removemos nuestra parte sensible y al hacerlo es el espíritu humano quien le concede a la fotografía (como obra) el rango de creación estética.

Pero, ¿qué hace a una obra de arte: el hombre o es la naturaleza en sí misma ya una obra de arte? Aún más; si la acción filosófica es meramente del raciocinio, ¿no hay belleza en la naturaleza sino hasta que le sea conferida por el hombre?

Y es que el prurito de la obra artística es la belleza. De lo contrario, estaríamos atendiendo lo natural, lo directamente suministrado por la naturaleza (agua, bosques, montañas, etc.).

La labor de todo artista genuino es la de traducir en códigos de la estética los contornos vitales del hombre con la intención genésica de la penetración ontológica. La música, el movimiento, las palabras se diluyen en una sinfonía depurada de ritmos y sonoridades auditivas y visuales. El arte es la domesticación del instante, sí, pero también de la naturaleza.

3.- Si nos ajustamos a líneas filosóficas, se podría apuntar que la creación verdadera mana de una búsqueda con conocimiento bajo una sujeción sistemática. De ser así, ¿qué lugar ocuparía el relámpago de la epifanía que azota al artista y que desde siempre se le ha llamado inspiración? De acuerdo, hay la monserga aquella de que noventa y nueve por ciento es trabajo y el uno por ciento lo otorga la musa. Sólo que estaríamos metiendo en un mismo saco a la ciencia y al arte cuando debemos estar conscientes que la diferencia entre ambas es que la primera no elabora materialmente sus leyes, en cambio, el arte sí.

La obra de arte debe justificarse en términos espirituales y mantener un principio de discontinuidad para poder permitir que exista la ruptura y, paradójicamente, la continuidad (lo que Octavio Paz denominaba la tradición).

Se crea con lo que se vive, se ve, se siente; con lo que nos duele y nos alegra. Se crea porque nos molesta el hecho de ser mortales y es, precisamente, la creación artística una de las respuestas que tenemos para trascender…

1.- La promoción de la producción cultural, lo sabemos, es difícil. Es como andar por caminos terregosos, sin iluminación. Pero – y qué se le va a hacer – se tienen que cruzar por el mal llamado “amor al arte”.

Citar nombres en particular de artistas que cargan en sus espaldas proyectos personales que requieren apoyos sería ocioso. No es el afán central de esta entrega. Baste anotar que el esfuerzo que realizan dichos artistas (actores, músicos, escritores, cineastas, bailarines, etc.) es más que plausible.

2.- Cuando tomamos una cámara fotográfica y capturamos ese instante estamos ante un acto artístico, indudablemente, puesto que removemos nuestra parte sensible y al hacerlo es el espíritu humano quien le concede a la fotografía (como obra) el rango de creación estética.

Pero, ¿qué hace a una obra de arte: el hombre o es la naturaleza en sí misma ya una obra de arte? Aún más; si la acción filosófica es meramente del raciocinio, ¿no hay belleza en la naturaleza sino hasta que le sea conferida por el hombre?

Y es que el prurito de la obra artística es la belleza. De lo contrario, estaríamos atendiendo lo natural, lo directamente suministrado por la naturaleza (agua, bosques, montañas, etc.).

La labor de todo artista genuino es la de traducir en códigos de la estética los contornos vitales del hombre con la intención genésica de la penetración ontológica. La música, el movimiento, las palabras se diluyen en una sinfonía depurada de ritmos y sonoridades auditivas y visuales. El arte es la domesticación del instante, sí, pero también de la naturaleza.

3.- Si nos ajustamos a líneas filosóficas, se podría apuntar que la creación verdadera mana de una búsqueda con conocimiento bajo una sujeción sistemática. De ser así, ¿qué lugar ocuparía el relámpago de la epifanía que azota al artista y que desde siempre se le ha llamado inspiración? De acuerdo, hay la monserga aquella de que noventa y nueve por ciento es trabajo y el uno por ciento lo otorga la musa. Sólo que estaríamos metiendo en un mismo saco a la ciencia y al arte cuando debemos estar conscientes que la diferencia entre ambas es que la primera no elabora materialmente sus leyes, en cambio, el arte sí.

La obra de arte debe justificarse en términos espirituales y mantener un principio de discontinuidad para poder permitir que exista la ruptura y, paradójicamente, la continuidad (lo que Octavio Paz denominaba la tradición).

Se crea con lo que se vive, se ve, se siente; con lo que nos duele y nos alegra. Se crea porque nos molesta el hecho de ser mortales y es, precisamente, la creación artística una de las respuestas que tenemos para trascender…