/ domingo 3 de enero de 2021

El cumpleaños del perro | La historia de la educación en las mujeres

En la antigüedad griega la mujer tenía un rol específico y determinado: la casa, el reducto doméstico tanto para la procreación y el cuidado de los hijos; mientras los varones cumplían tanto su ya anterior estatus de proveedor así como de guerrero.

Así, las niñas y las mujeres eran recluidas en lo que se llamaba el “gineceo” la parte de la casa (generalmente la planta alta) donde solamente podían estar y podían desarrollar actividades propias de su sexo. En cambio los niños tenían asignado su espacio: el “andrón”, la parte baja de sus casas.

En dos importantes obras alusivas a la educación: “Algunos pensamientos sobre la educación”, del escritor y filósofo inglés John Locke editado en 1683, y en “Emilio o de la educación”, del famoso pensador de la ilustración Jean-Jacques publicado en 1762, se abordan temas relacionados con la educación de los niños.

En el primero, Locke perfila su enfoque en educar al niño en el ejercicio de la virtud y en habilidades que fortalecieran su pensamiento crítico para que, incluso, encontraran placer al aprender. Sin embargo, el asunto central del libro de Locke es cómo debe ser educado un caballero desde la infancia dejando a las niñas su educación “en aras de su condición de personas bellas, de piel suave”, en fin, del cuidado de su apariencia física.

En cambio, Rousseau reflexiona sobre la forma de educar al niño para que “sea un ciudadano ideal excluyendo de lo anterior a las niñas, ya que deberán ser educadas para satisfacer, cuando sean adultas, a los hombres”, deliberación que hoy es obsoleta.

Desde tiempos de la Edad Media, la educación de la mujer estaba en manos de la Iglesia vía los monasterios o abadías. Margaret Wade Labarge en “La mujer en la Edad Media”, apunta al respecto que “las casas religiosas femeninas contaban con el tiempo como con la oportunidad para la actividad intelectual y artística y también con algunos recursos, aunque en menor medida que los monasterios masculinos por lo general más ricos”.

Aunque en la Edad Media se ofrecía una educación erudita en los renglones de la música y los actos litúrgicos, lo cierto es que al paso del tiempo las habilidades intelectuales y artísticas de las monjas fueron a la merma irremediablemente, puesto que las universidades (vedadas para las mujeres) pasaron a convertirse en los centros del aprendizaje de las humanidades y el conocimiento científico. En parte esto sucedió porque en los hijos de los varones de la nobleza y la burguesía se implementó una enseñanza basada en el dominio del latín, que les permitía acceder a las universidades e introducirse a los núcleos de poder. En cambio, para las niñas los saberes o enseñanzas –transmitidos por sus madres– seguían limitándose a la esfera doméstica.

Fuera del núcleo familiar, la mujer podía tener acceso a lecturas controladas como el Evangelio, el Antiguo Testamento, la vida de los santos y no debían leer libros de caballería ni novelas sentimentales ni obras de ciencia, ya que se pensaba que las mujeres eran incapaces para adquirir conocimiento. Solo las damas de la aristocracia eran las que podían aprender a leer y escribir porque era símbolo de prestigio social.

Durante la Colonia, la enseñanza de las niñas no se hace oficial sino hasta 1783, mediante decreto Real en la que empiezan a crearse escuelas gratuitas donde las niñas aprenderán a leer, religión católica y labores propias de su sexo con la idea de que se preparen para ser futuras esposas donde ocuparán un papel secundario y dentro del cual moldearán una imagen de femineidad ideal, siendo fieles, modestas y reservadas cuidando, además, la reputación y el honor de la familia y el esposo al que servirán obedientemente, ya que serán cabeza de la familia.

En la Nueva España hay que recordar el ejemplo de vida que dio Juana de Asbaje y Ramírez, Sor Juan Inés de la Cruz, que se disfrazó de hombre para poder ingresar a la universidad.

Sin embargo existió un caso humillante para la dignidad de los derechos de la mujer en su intención de acceder a la educación superior. Se dio en 1963 en la Universidad de Alabama cuando Vivian Malone, la primera estudiante negra, se inscribió en dicho centro de estudios. Pese a tener un currículo escolar impresionante, Malone tuvo que enfrentarse a la oposición de alumnos blancos como, en un principio, del mismo gobernador del estado, George Wallace, quien el día en que acudió la joven Vivian a su primer día de clases le cerró el paso a la entrada de la universidad, ofreciendo un discurso racista, segregacionista y denigrante.

La UNESCO, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, ha establecido una agenda mundial sobre la educación donde, primeramente y de manera contundente, cimenta la igualdad de género para que “se garantice que no sólo las niñas y los niños, las mujeres y los hombres obtengan acceso a los distintos niveles de enseñanza y los cursen con éxito, sino que adquieran las mismas competencias en la educación y mediante ella". Y de aquí se desprende una premisa crucial: el reconocimiento de condiciones de derechos de igualdad ante leyes internacionales.

Aparte que en la mayoría de los países existe una educación laica, en muchos no lo es, ofrecen de acuerdo a su cultura una educación basada en gran medida en cánones o mandatos religiosos. Es el caso de la mayoría de los países musulmanes donde la mujer, desde que es niña, tiene que llevar la cabeza cubierta por velo, siendo el caso más extremo el de los talibanes quienes obligan a sus mujeres a que se cubran prácticamente todo el cuerpo con atuendo de sus creencias manteniendo, además, la prohibición de la educación de las niñas.

Aunque en años recientes, y ante algunos cambios provocados por eventos políticos relevantes como la llamada Primavera Árabe (en Túnez en 2010 en reclamo de democracia y derechos sociales) han ratificado cierta transformación a la que se ha enfrentado la sociedad en esa parte del mundo –el Medio Oriente-, la verdad es que aún subsisten carencias en un compromiso a nivel educativo que los años no han logrado solucionar diligentemente a causa de que la igualdad de género en la educación está lejos de ser una realidad en naciones musulmanas.

Debido al enorme machismo y denigrante prohibición para que las mujeres estudien, el analfabetismo en Medio Oriente continúa siendo una constante. Si echamos un vistazo a las cifras que aportan las Naciones Unidas en el porcentaje de cómo está el analfabetismo en el mundo árabe, países como Irak (61%), Sudán (50%), Egipto (42%), Yemen (39%) y Marruecos (38%) son los que más se enfrentan al problema de la falta de educación en las mujeres. Incluso, existe un asunto que se antoja terrible en algunos de esos países como Yemen y Sudán: las niñas (y la ley así lo permite) pueden ser desposadas desde la edad de ocho años por adultos. Eso es un crimen a todas luces. Y mucho de ello sucede porque social, cultural y religiosamente a la mujer se le ha negado de forma sistemática el acceso a la educación, pese a que la situación ha venido mejorando gracias a la adopción de soluciones que han permitido una escolarización y equidad de género paulatina en esos países debido a la presión de organismos internacionales de derechos de la infancia.

El caso más conocido y de trascendencia mundial es el de Malala, joven paquistaní que saltó a la fama en 2012 cuando recibió tres balazos en la aldea donde estudiaba. Y ese fue su delito: querer estudiar en un mundo, el talibán, donde la igualdad de género no existe.

Malala fue atendida en el Reino Unido. Salvada su vida, se dedicó a viajar por el mundo para llevar un mensaje de amor, solidaridad y fortaleza para todas las niñas que quieran estudiar y que deban saber que tienen todo el derecho de hacerlo con las prerrogativas de ley que no solo sus países, sino también la comunidad internacional son capaces de ofrecer.

Por sus esfuerzos, Malala recibió en 2014 el Premio Nobel de la Paz a los 17 años de edad, convirtiéndose en la persona más joven en recibir este premio en cualquiera de sus otras categorías: Física, Medicina, Literatura, Química y Economía.

Esperemos con toda nuestra alma que su frase “Mi sueño es que cada niña elija su propio futuro” sea una realidad en cualquier coordenada del mundo…

En la antigüedad griega la mujer tenía un rol específico y determinado: la casa, el reducto doméstico tanto para la procreación y el cuidado de los hijos; mientras los varones cumplían tanto su ya anterior estatus de proveedor así como de guerrero.

Así, las niñas y las mujeres eran recluidas en lo que se llamaba el “gineceo” la parte de la casa (generalmente la planta alta) donde solamente podían estar y podían desarrollar actividades propias de su sexo. En cambio los niños tenían asignado su espacio: el “andrón”, la parte baja de sus casas.

En dos importantes obras alusivas a la educación: “Algunos pensamientos sobre la educación”, del escritor y filósofo inglés John Locke editado en 1683, y en “Emilio o de la educación”, del famoso pensador de la ilustración Jean-Jacques publicado en 1762, se abordan temas relacionados con la educación de los niños.

En el primero, Locke perfila su enfoque en educar al niño en el ejercicio de la virtud y en habilidades que fortalecieran su pensamiento crítico para que, incluso, encontraran placer al aprender. Sin embargo, el asunto central del libro de Locke es cómo debe ser educado un caballero desde la infancia dejando a las niñas su educación “en aras de su condición de personas bellas, de piel suave”, en fin, del cuidado de su apariencia física.

En cambio, Rousseau reflexiona sobre la forma de educar al niño para que “sea un ciudadano ideal excluyendo de lo anterior a las niñas, ya que deberán ser educadas para satisfacer, cuando sean adultas, a los hombres”, deliberación que hoy es obsoleta.

Desde tiempos de la Edad Media, la educación de la mujer estaba en manos de la Iglesia vía los monasterios o abadías. Margaret Wade Labarge en “La mujer en la Edad Media”, apunta al respecto que “las casas religiosas femeninas contaban con el tiempo como con la oportunidad para la actividad intelectual y artística y también con algunos recursos, aunque en menor medida que los monasterios masculinos por lo general más ricos”.

Aunque en la Edad Media se ofrecía una educación erudita en los renglones de la música y los actos litúrgicos, lo cierto es que al paso del tiempo las habilidades intelectuales y artísticas de las monjas fueron a la merma irremediablemente, puesto que las universidades (vedadas para las mujeres) pasaron a convertirse en los centros del aprendizaje de las humanidades y el conocimiento científico. En parte esto sucedió porque en los hijos de los varones de la nobleza y la burguesía se implementó una enseñanza basada en el dominio del latín, que les permitía acceder a las universidades e introducirse a los núcleos de poder. En cambio, para las niñas los saberes o enseñanzas –transmitidos por sus madres– seguían limitándose a la esfera doméstica.

Fuera del núcleo familiar, la mujer podía tener acceso a lecturas controladas como el Evangelio, el Antiguo Testamento, la vida de los santos y no debían leer libros de caballería ni novelas sentimentales ni obras de ciencia, ya que se pensaba que las mujeres eran incapaces para adquirir conocimiento. Solo las damas de la aristocracia eran las que podían aprender a leer y escribir porque era símbolo de prestigio social.

Durante la Colonia, la enseñanza de las niñas no se hace oficial sino hasta 1783, mediante decreto Real en la que empiezan a crearse escuelas gratuitas donde las niñas aprenderán a leer, religión católica y labores propias de su sexo con la idea de que se preparen para ser futuras esposas donde ocuparán un papel secundario y dentro del cual moldearán una imagen de femineidad ideal, siendo fieles, modestas y reservadas cuidando, además, la reputación y el honor de la familia y el esposo al que servirán obedientemente, ya que serán cabeza de la familia.

En la Nueva España hay que recordar el ejemplo de vida que dio Juana de Asbaje y Ramírez, Sor Juan Inés de la Cruz, que se disfrazó de hombre para poder ingresar a la universidad.

Sin embargo existió un caso humillante para la dignidad de los derechos de la mujer en su intención de acceder a la educación superior. Se dio en 1963 en la Universidad de Alabama cuando Vivian Malone, la primera estudiante negra, se inscribió en dicho centro de estudios. Pese a tener un currículo escolar impresionante, Malone tuvo que enfrentarse a la oposición de alumnos blancos como, en un principio, del mismo gobernador del estado, George Wallace, quien el día en que acudió la joven Vivian a su primer día de clases le cerró el paso a la entrada de la universidad, ofreciendo un discurso racista, segregacionista y denigrante.

La UNESCO, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, ha establecido una agenda mundial sobre la educación donde, primeramente y de manera contundente, cimenta la igualdad de género para que “se garantice que no sólo las niñas y los niños, las mujeres y los hombres obtengan acceso a los distintos niveles de enseñanza y los cursen con éxito, sino que adquieran las mismas competencias en la educación y mediante ella". Y de aquí se desprende una premisa crucial: el reconocimiento de condiciones de derechos de igualdad ante leyes internacionales.

Aparte que en la mayoría de los países existe una educación laica, en muchos no lo es, ofrecen de acuerdo a su cultura una educación basada en gran medida en cánones o mandatos religiosos. Es el caso de la mayoría de los países musulmanes donde la mujer, desde que es niña, tiene que llevar la cabeza cubierta por velo, siendo el caso más extremo el de los talibanes quienes obligan a sus mujeres a que se cubran prácticamente todo el cuerpo con atuendo de sus creencias manteniendo, además, la prohibición de la educación de las niñas.

Aunque en años recientes, y ante algunos cambios provocados por eventos políticos relevantes como la llamada Primavera Árabe (en Túnez en 2010 en reclamo de democracia y derechos sociales) han ratificado cierta transformación a la que se ha enfrentado la sociedad en esa parte del mundo –el Medio Oriente-, la verdad es que aún subsisten carencias en un compromiso a nivel educativo que los años no han logrado solucionar diligentemente a causa de que la igualdad de género en la educación está lejos de ser una realidad en naciones musulmanas.

Debido al enorme machismo y denigrante prohibición para que las mujeres estudien, el analfabetismo en Medio Oriente continúa siendo una constante. Si echamos un vistazo a las cifras que aportan las Naciones Unidas en el porcentaje de cómo está el analfabetismo en el mundo árabe, países como Irak (61%), Sudán (50%), Egipto (42%), Yemen (39%) y Marruecos (38%) son los que más se enfrentan al problema de la falta de educación en las mujeres. Incluso, existe un asunto que se antoja terrible en algunos de esos países como Yemen y Sudán: las niñas (y la ley así lo permite) pueden ser desposadas desde la edad de ocho años por adultos. Eso es un crimen a todas luces. Y mucho de ello sucede porque social, cultural y religiosamente a la mujer se le ha negado de forma sistemática el acceso a la educación, pese a que la situación ha venido mejorando gracias a la adopción de soluciones que han permitido una escolarización y equidad de género paulatina en esos países debido a la presión de organismos internacionales de derechos de la infancia.

El caso más conocido y de trascendencia mundial es el de Malala, joven paquistaní que saltó a la fama en 2012 cuando recibió tres balazos en la aldea donde estudiaba. Y ese fue su delito: querer estudiar en un mundo, el talibán, donde la igualdad de género no existe.

Malala fue atendida en el Reino Unido. Salvada su vida, se dedicó a viajar por el mundo para llevar un mensaje de amor, solidaridad y fortaleza para todas las niñas que quieran estudiar y que deban saber que tienen todo el derecho de hacerlo con las prerrogativas de ley que no solo sus países, sino también la comunidad internacional son capaces de ofrecer.

Por sus esfuerzos, Malala recibió en 2014 el Premio Nobel de la Paz a los 17 años de edad, convirtiéndose en la persona más joven en recibir este premio en cualquiera de sus otras categorías: Física, Medicina, Literatura, Química y Economía.

Esperemos con toda nuestra alma que su frase “Mi sueño es que cada niña elija su propio futuro” sea una realidad en cualquier coordenada del mundo…