/ lunes 10 de enero de 2022

El cumpleaños del perro | La soledad

…que tan sorda oreja tiene la soledad como el desierto. Luis de Góngora

La soledad tiene monstruos que no necesariamente asustan. “A mis soledades voy,/ de mis soledades vengo,/ porque para andar conmigo/ me bastan mis pensamientos”, dicen los famosos versos de Lope de Vega.

¿Qué es la soledad que muchos la buscan? Quizá sea el oasis o la región salvadora de tanto desquicio y perturbación mundanos (“diablo, carne y mundo”, diría nuestra Décima Musa).

Conforme uno crece la inocencia se va empolvando. En ciertos rincones de la memoria (y de la vida en sí) vamos arrumbando proyectos, actos y hechos que nos sirvieron durante el devenir de nuestro sino ontológico.

Siempre he pensado que el precio que pagamos por vivir es la edad que cumplimos. La vejez, contra lo que parezca, es el destino terrenal que tenemos y al cual deseamos llegar.

Si uno deja recuerdos, como las que dejaron Hansel y Gretel para no perder el camino de regreso, deja también añoranzas. Milan Kundera en su novela La Ignorancia hace una disección lingüística interesante de la palabra ignorancia: “En griego, ‘regreso’ se dice ‘nostos’. ‘Algos’ significa sufrimiento. La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar.

“En español ‘añoranza’ proviene del verbo ‘añorar’, que proviene a su vez del catalán ‘enyora’', derivado del verbo latino ‘ignorare’ (ignorar, no saber de algo). A la luz de esta etimología, la nostalgia se nos revela como el dolor de la ignorancia".

El dolor de la ignorancia pudiese ser aquello por lo que extrañamos el pasado, las cosas idas. No sé por qué tendemos a reconstruir el ayer como un paraíso cuando en realidad nos duele. Si nos esforzáramos por hacer el ejercicio de disfrutar el presente a lo mejor no nos dolería el pasado.

Para enfrentar al dolor hay que ser valientes. La soledad nos ofrece ayuda invaluable para eso que anota el poeta Manuel Altolaguirre: “es tu soledad valiente/ defensora de tu alma”.

Aun así, en la tregua que nos ofrece el tiempo de vez en vez, ¿qué es lo que uno extraña? ¿Qué cosas son las que se extrañan? Las que nos son amables, las que nos han revitalizado, las que nos han puesto frente a la contundencia de lo efímero. ¿Qué cosas son las que se extrañan? La vida que se va, pero, ¡vaya paradoja! Uno vive de sus muertos. Ellos, los que se nos adelantaron en el camino, nos constituyen, son partes de nuestra cartografía.

Las cosas que se extrañan son las que no nos dejan nunca, ni aun en el dolor o la soledad, es decir, en la añoranza…

El dolor de la ignorancia pudiese ser aquello por lo que extrañamos el pasado, las cosas idas.

…que tan sorda oreja tiene la soledad como el desierto. Luis de Góngora

La soledad tiene monstruos que no necesariamente asustan. “A mis soledades voy,/ de mis soledades vengo,/ porque para andar conmigo/ me bastan mis pensamientos”, dicen los famosos versos de Lope de Vega.

¿Qué es la soledad que muchos la buscan? Quizá sea el oasis o la región salvadora de tanto desquicio y perturbación mundanos (“diablo, carne y mundo”, diría nuestra Décima Musa).

Conforme uno crece la inocencia se va empolvando. En ciertos rincones de la memoria (y de la vida en sí) vamos arrumbando proyectos, actos y hechos que nos sirvieron durante el devenir de nuestro sino ontológico.

Siempre he pensado que el precio que pagamos por vivir es la edad que cumplimos. La vejez, contra lo que parezca, es el destino terrenal que tenemos y al cual deseamos llegar.

Si uno deja recuerdos, como las que dejaron Hansel y Gretel para no perder el camino de regreso, deja también añoranzas. Milan Kundera en su novela La Ignorancia hace una disección lingüística interesante de la palabra ignorancia: “En griego, ‘regreso’ se dice ‘nostos’. ‘Algos’ significa sufrimiento. La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar.

“En español ‘añoranza’ proviene del verbo ‘añorar’, que proviene a su vez del catalán ‘enyora’', derivado del verbo latino ‘ignorare’ (ignorar, no saber de algo). A la luz de esta etimología, la nostalgia se nos revela como el dolor de la ignorancia".

El dolor de la ignorancia pudiese ser aquello por lo que extrañamos el pasado, las cosas idas. No sé por qué tendemos a reconstruir el ayer como un paraíso cuando en realidad nos duele. Si nos esforzáramos por hacer el ejercicio de disfrutar el presente a lo mejor no nos dolería el pasado.

Para enfrentar al dolor hay que ser valientes. La soledad nos ofrece ayuda invaluable para eso que anota el poeta Manuel Altolaguirre: “es tu soledad valiente/ defensora de tu alma”.

Aun así, en la tregua que nos ofrece el tiempo de vez en vez, ¿qué es lo que uno extraña? ¿Qué cosas son las que se extrañan? Las que nos son amables, las que nos han revitalizado, las que nos han puesto frente a la contundencia de lo efímero. ¿Qué cosas son las que se extrañan? La vida que se va, pero, ¡vaya paradoja! Uno vive de sus muertos. Ellos, los que se nos adelantaron en el camino, nos constituyen, son partes de nuestra cartografía.

Las cosas que se extrañan son las que no nos dejan nunca, ni aun en el dolor o la soledad, es decir, en la añoranza…

El dolor de la ignorancia pudiese ser aquello por lo que extrañamos el pasado, las cosas idas.