/ lunes 14 de junio de 2021

El cumpleaños del perro | La venganza como culpa

En la estupenda cinta “El patrón: radiografía de un crimen”/ 2015, del argentino Sebastián Schindel o en “Una historia violenta”/ 2005, de Cronenberg, la agresión física o violencia se fundamenta en un entorno social y de injusticia palpable.

El caso de “Matar a un hombre”/ Chile- Francia- 2014 discurre desde el principio sin un leitmotiv aparente. El director y guionista Alejandro Fernández Almendras instala su interés narrativo en una frontal situación genésica brutal: las agresiones constantes del maleante llamado Kalule/ Daniel Antivilo a Jorge/ Daniel Candia y su familia.

La cinta es burilada con sobriedad por Fernández Almendras de manera impecable. El uso de luz natural y los encuadres en planos neutros y fijos formalizan la gramática visual de una historia donde la normalidad de una familia es trastocada por el salvajismo social de parias que se refugian en la impunidad y los recovecos legales que, a todas luces, parecieran proteger a los delincuentes en lugar de las víctimas.

Después de la agresión que hace Kalule a los hijos de Jorge, la paciencia de este rutinario guardabosque llega al límite.

La venganza planeada del hombre está lejana del tono espectacular; al contrario, es mesurada y dosificada. Es quizá en este proceso (especialmente en la secuencia del camión donde está el Kalule) que sale a flote la verdadera naturaleza irracional de los involucrados. Por un lado, Jorge es el agraviado que defiende a los suyos y, a la vez, es el representante de los ciudadanos ordinarios que dejan a las autoridades manidas su protección sin obtener respuesta. Por el otro, Kalule es la escoria social que no admite redención.

La parsimonia y el itinerario de Jorge empleados en su desagravio es una especie de antithriller, donde la suspensión del tiempo interior se concatena en un ansia anfibio de justicia y arrepentimiento. Charles Bronson y Dostoieveski convocados.

En la secuencia del camión-refrigerador está toda la película en sus acepciones morales. La sociedad al encerrar el mal (Kalule) cree en el castigo como regeneración. Y eso es su gran fracaso.

La acción final de Jorge propone una lectura esperanzadora y la vez, perturbadora. El título del filme encierra una semiótica evidente: matar a un hombre es matar a todos los demás sin importar si hay culpa o no donde puesto que, acorde a Arendt (2013) la idea de que la culpa se puede establecer solamente por los actos cometidos por la persona y no adjudicadas a intenciones o potencialidades…

En la estupenda cinta “El patrón: radiografía de un crimen”/ 2015, del argentino Sebastián Schindel o en “Una historia violenta”/ 2005, de Cronenberg, la agresión física o violencia se fundamenta en un entorno social y de injusticia palpable.

El caso de “Matar a un hombre”/ Chile- Francia- 2014 discurre desde el principio sin un leitmotiv aparente. El director y guionista Alejandro Fernández Almendras instala su interés narrativo en una frontal situación genésica brutal: las agresiones constantes del maleante llamado Kalule/ Daniel Antivilo a Jorge/ Daniel Candia y su familia.

La cinta es burilada con sobriedad por Fernández Almendras de manera impecable. El uso de luz natural y los encuadres en planos neutros y fijos formalizan la gramática visual de una historia donde la normalidad de una familia es trastocada por el salvajismo social de parias que se refugian en la impunidad y los recovecos legales que, a todas luces, parecieran proteger a los delincuentes en lugar de las víctimas.

Después de la agresión que hace Kalule a los hijos de Jorge, la paciencia de este rutinario guardabosque llega al límite.

La venganza planeada del hombre está lejana del tono espectacular; al contrario, es mesurada y dosificada. Es quizá en este proceso (especialmente en la secuencia del camión donde está el Kalule) que sale a flote la verdadera naturaleza irracional de los involucrados. Por un lado, Jorge es el agraviado que defiende a los suyos y, a la vez, es el representante de los ciudadanos ordinarios que dejan a las autoridades manidas su protección sin obtener respuesta. Por el otro, Kalule es la escoria social que no admite redención.

La parsimonia y el itinerario de Jorge empleados en su desagravio es una especie de antithriller, donde la suspensión del tiempo interior se concatena en un ansia anfibio de justicia y arrepentimiento. Charles Bronson y Dostoieveski convocados.

En la secuencia del camión-refrigerador está toda la película en sus acepciones morales. La sociedad al encerrar el mal (Kalule) cree en el castigo como regeneración. Y eso es su gran fracaso.

La acción final de Jorge propone una lectura esperanzadora y la vez, perturbadora. El título del filme encierra una semiótica evidente: matar a un hombre es matar a todos los demás sin importar si hay culpa o no donde puesto que, acorde a Arendt (2013) la idea de que la culpa se puede establecer solamente por los actos cometidos por la persona y no adjudicadas a intenciones o potencialidades…