/ miércoles 8 de abril de 2020

El cumpleaños del perro | Locura y cordura de Alonso de Quijano

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha es la historia de un desencanto, de una quimera: la de instaurar la realidad de un mundo en el mundo que carcome, que amenaza, que daña.

La locura de Alonso de Quijano es la cordura de la literatura en nuestro idioma. Flaco, más bien enjuto, el caballero andante no es otra cosa que la historia del hombre a través de los siglos: el Dador de bondad. Simbiosis (Pérez Galdós lo apuntó con su Nazarín) de Netzahualcóyolt y Mesías atemporal, unión de la Buena Voluntad y el destierro de la Razón. El Quijote cabalga no para él –sería el mayor lugar común que pudiera habernos heredado Cervantes- sino para los otros que somos nosotros mismos.

La paradoja del Quijote (la obra) es la de la novela como ente totalizador cuando su prurito central es la de un relato sin fin que cae espléndidamente en el verso de Pessoa, mediante su heterónimo Reisz: “Somos cuentos contando cuentos, nada”. Los cuentos del Quijote (sigo con la obra) son los cuentos que nos cuentan a nosotros mismos como hombres. Nunca seremos más que la memoria que somos, que tenemos. El Quijote (hablo del personaje) es un cuento que al contarse desencadena otros cuentos: los del hombre de todos los tiempos, de todos los siglos.

Alonso Quijano en su combate con los molinos de viento y al desenredar demás entuertos, le da significado a eso que Schopenhauer planteó como el mundo y la voluntad de representación. ¿Qué significa el Quijote? (hablo de la obra y el personaje) La representación del hombre en el escenario del mundo.

A través de la metáfora (¿la locura y la cordura de Quijano no serán lo mismo?) Cervantes suministró a la literatura un portento de realismo: la otredad es la cara del desengaño. No hay mayor metáfora que el inicio mismo: “En un lugar de la Mancha…” Espacio geográfico que lo es todo y significa nada. Para el empiezo del fin basta un paso. Nouvell

“…De cuyo nombre no quiero acordarme…” La aliteración de la desmemoria en plenitud. Olvido que es conformación de continuidad. ¿Continuar qué? El sustento del Quijote: el cuento de un hombre que, a la manera de Borges siglos después, es el de todos los hombres.ç

¿Cómo ver la novela del Quijote con ojos actuales? Previo a un juicio, primeramente hay que leerla, ese sería el mayor homenaje que podríamos rendirle al famoso Manco de Lepanto. Por rayano que parezca, el Quijote es una de las obras más conocidas pero menos leídas en el mundo (amén del dato estadístico por antonomasia: después de la Biblia es el libro más editado).

La frase de Jung: “el inconsciente colectivo” se aplica a Cervantes: la memoria de los lectores y no lectores de estos cuatro siglos no le han hecho la justicia literaria. Y es que al Quijote le pasó la maldición de que su fama portentosa, popular (cobijada en estribillos, frases, sentencias) sepultó la obligación de leerla. Es decir: se sabe más del Quijote por lo que dice el jungiano inconsciente colectivo de él que lo que se ha leído…


El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha es la historia de un desencanto, de una quimera: la de instaurar la realidad de un mundo en el mundo que carcome, que amenaza, que daña.

La locura de Alonso de Quijano es la cordura de la literatura en nuestro idioma. Flaco, más bien enjuto, el caballero andante no es otra cosa que la historia del hombre a través de los siglos: el Dador de bondad. Simbiosis (Pérez Galdós lo apuntó con su Nazarín) de Netzahualcóyolt y Mesías atemporal, unión de la Buena Voluntad y el destierro de la Razón. El Quijote cabalga no para él –sería el mayor lugar común que pudiera habernos heredado Cervantes- sino para los otros que somos nosotros mismos.

La paradoja del Quijote (la obra) es la de la novela como ente totalizador cuando su prurito central es la de un relato sin fin que cae espléndidamente en el verso de Pessoa, mediante su heterónimo Reisz: “Somos cuentos contando cuentos, nada”. Los cuentos del Quijote (sigo con la obra) son los cuentos que nos cuentan a nosotros mismos como hombres. Nunca seremos más que la memoria que somos, que tenemos. El Quijote (hablo del personaje) es un cuento que al contarse desencadena otros cuentos: los del hombre de todos los tiempos, de todos los siglos.

Alonso Quijano en su combate con los molinos de viento y al desenredar demás entuertos, le da significado a eso que Schopenhauer planteó como el mundo y la voluntad de representación. ¿Qué significa el Quijote? (hablo de la obra y el personaje) La representación del hombre en el escenario del mundo.

A través de la metáfora (¿la locura y la cordura de Quijano no serán lo mismo?) Cervantes suministró a la literatura un portento de realismo: la otredad es la cara del desengaño. No hay mayor metáfora que el inicio mismo: “En un lugar de la Mancha…” Espacio geográfico que lo es todo y significa nada. Para el empiezo del fin basta un paso. Nouvell

“…De cuyo nombre no quiero acordarme…” La aliteración de la desmemoria en plenitud. Olvido que es conformación de continuidad. ¿Continuar qué? El sustento del Quijote: el cuento de un hombre que, a la manera de Borges siglos después, es el de todos los hombres.ç

¿Cómo ver la novela del Quijote con ojos actuales? Previo a un juicio, primeramente hay que leerla, ese sería el mayor homenaje que podríamos rendirle al famoso Manco de Lepanto. Por rayano que parezca, el Quijote es una de las obras más conocidas pero menos leídas en el mundo (amén del dato estadístico por antonomasia: después de la Biblia es el libro más editado).

La frase de Jung: “el inconsciente colectivo” se aplica a Cervantes: la memoria de los lectores y no lectores de estos cuatro siglos no le han hecho la justicia literaria. Y es que al Quijote le pasó la maldición de que su fama portentosa, popular (cobijada en estribillos, frases, sentencias) sepultó la obligación de leerla. Es decir: se sabe más del Quijote por lo que dice el jungiano inconsciente colectivo de él que lo que se ha leído…