/ viernes 7 de febrero de 2020

El Cumpleaños del Perro | Los primeros años

Se entiende que para los grados avanzados post licenciatura: maestrías y doctorados especialmente, los cursantes los hacen – casi en su totalidad- por obligación académica o por sobrevivencia laboral más que nada.

Y resulta extraño pensar que maestras de preescolar accedan a estos grados hiper superiores por el interés de la superación per se.

Se dice que los años de la infancia fueron, para nosotros los adultos, los más felices y los más maravillosos.

Ahora, al paso del tiempo existen cosas, situaciones que nos pueden ser placenteras o gratificantes como el llevar a nuestros hijos a la escuela. El despertarlos, el prepararlos para que se alisten en su persona porque tienen que cumplir con un día más de su responsabilidad escolar.

El tener de plazo a un implacable reloj, señalándonos en cada avance de sus manecillas que la hora del cierre de la puerta de la escuela está cada vez más pró-ximo, y repasar mental y físicamente que nada falte (algún libro, cuaderno o lápiz o color o tijeras) es una tarea que, contrario a lo que parece, es gustoso para uno como papá.

Ya enfilados, es toda una travesía contra Cronos llevar a nuestros vástagos, mochilas en hombros, hacia el centro escolar. “Apúrense niños, ya van a cerrar”.

En el poema “El cielo nos circunda en nuestra infancia”, de William Wordsworth, del libro Baladas líricas, se pueden leer estos versos: El niño es el padre del hombre/ y yo desearía que una piedad natural/ uniera entre sí/ todos los días de mi vida”.

Se es niño sólo una vez en la vida, aún más: es la etapa que parece que nunca quisiéramos que transcurriera. Los años de la infancia son, con el tiempo, ese paraíso al cual nunca más volvemos si acaso sólo en el recuerdo.

(Rousseau en su célebre “Emilio, o de la educación” apunta que una antigua acepción de la palabra infancia es “sin voz”, es decir, los que no tienen voz, derechos. Y también señala que la palabra educación abreva de la raíz “alimento”.)

El jardín de niños es nuestro primer territorio de exploración sensorial. Es la época de descubrimientos y encuentros primeros. Los primeros juegos, las enseñanzas de las maestras Mary, Tere, Maggie, Alejandra, Blanca, Micaela, y los rostros eternamente fugaces de los compañeritos: Carlitos, Adrián, Brenda…

Se entiende que para los grados avanzados post licenciatura: maestrías y doctorados especialmente, los cursantes los hacen – casi en su totalidad- por obligación académica o por sobrevivencia laboral más que nada.

Y resulta extraño pensar que maestras de preescolar accedan a estos grados hiper superiores por el interés de la superación per se.

Se dice que los años de la infancia fueron, para nosotros los adultos, los más felices y los más maravillosos.

Ahora, al paso del tiempo existen cosas, situaciones que nos pueden ser placenteras o gratificantes como el llevar a nuestros hijos a la escuela. El despertarlos, el prepararlos para que se alisten en su persona porque tienen que cumplir con un día más de su responsabilidad escolar.

El tener de plazo a un implacable reloj, señalándonos en cada avance de sus manecillas que la hora del cierre de la puerta de la escuela está cada vez más pró-ximo, y repasar mental y físicamente que nada falte (algún libro, cuaderno o lápiz o color o tijeras) es una tarea que, contrario a lo que parece, es gustoso para uno como papá.

Ya enfilados, es toda una travesía contra Cronos llevar a nuestros vástagos, mochilas en hombros, hacia el centro escolar. “Apúrense niños, ya van a cerrar”.

En el poema “El cielo nos circunda en nuestra infancia”, de William Wordsworth, del libro Baladas líricas, se pueden leer estos versos: El niño es el padre del hombre/ y yo desearía que una piedad natural/ uniera entre sí/ todos los días de mi vida”.

Se es niño sólo una vez en la vida, aún más: es la etapa que parece que nunca quisiéramos que transcurriera. Los años de la infancia son, con el tiempo, ese paraíso al cual nunca más volvemos si acaso sólo en el recuerdo.

(Rousseau en su célebre “Emilio, o de la educación” apunta que una antigua acepción de la palabra infancia es “sin voz”, es decir, los que no tienen voz, derechos. Y también señala que la palabra educación abreva de la raíz “alimento”.)

El jardín de niños es nuestro primer territorio de exploración sensorial. Es la época de descubrimientos y encuentros primeros. Los primeros juegos, las enseñanzas de las maestras Mary, Tere, Maggie, Alejandra, Blanca, Micaela, y los rostros eternamente fugaces de los compañeritos: Carlitos, Adrián, Brenda…