/ lunes 3 de enero de 2022

El cumpleaños del perro | Memoria, árbol de aire

Llega 2022 y la memoria, infiel, cae en los brazos de la noche y te ofrece su repertorio de caricias. Y te recorre todo, te somete a su imperio sensual, abstracto. Hace que pronuncies palabras de dolor, de éxtasis. Te da esperanza.

No cambia la esperanza, sigue vigente ¿Para qué entristecerse por la juventud perdida? Todo anda bien. Los sueños te devuelven el líquido vital de las estrellas. Inscrita en el reojo del miedo no escondes evidencia, ni indagas la hora final. Afrontas tus actos, hieres el viento con la lengua, rompes uñas, ventanas.

El tiempo es propicio para el caos. Doblas la esquina. Inicias la tarea de todos los días, a partir de ayer. No he buscado recordar, viene sola la memoria a instalarse como árbol de aire, hojas secas o ramas nutridas. Me quedo en la estación, el tren aún no llega. Cobarde la vista no distingue en el horizonte ciertos pañuelos que dan el adiós (la mesa ha sido retirada), no hay nadie en este andén ¿A quién decirle de las piedras mohosas en el fondo? Los mejores vinos no nos corresponden, están destinados a otras copas. Llega sola le memoria como moneda de hielo: se derrite en mi mano.

Recuerdo algunas cosas, veo imágenes fatigadas que empolvadas pertenecieron a un reino impronunciable. Espero aún. Vivimos en la mente. En el arcoíris interior construimos los colores. Si vivimos en la mente vivimos en la imaginación. Hay un sueño que nos negamos soñar.

La memoria es un árbol de aire, otoño exiliado en la nostalgia. Pájaros en la mirada, bruma frágil desdibujada en la nostalgia.

(Ah tu cuerpo, memoria de carne, me posee, me corrompe –débil, ajeno- y hace que salgan los duendes ogros que habitan. Compañía de niebla, vuelo de manos: ah tu cuerpo, flota y yo con él.)

Los años nos cambian el rostro, el modo de andar. Viejos, con la vida escupiendo, te horroriza no ser el mismo. Inventas historias sobre tu buena salud. Acudes al recuerdo para obtener fuerzas. En la soledad vuelves a ser aquel que la vida escupe.

(Contigo la distancia no existe es la zona más breve del planeta. Basta cerrar los ojos para llegar a ti. Bajo el cielo del miedo nos miramos y aprendemos el misterio de los días. No hay mano más tierna que la que te ama. Serena la uva cae húmeda, satura tus labios. No me embriago: el amor no es vino es savia.).

Caen los días, nada los detiene, son los impunes. Se alargan, como el hilo de Ariadna, hasta la eternidad de los segundos. No me siento: me presiento entre la lluvia de días mortuorios cayendo en mi amada colonia Campbell…

Llega 2022 y la memoria, infiel, cae en los brazos de la noche y te ofrece su repertorio de caricias. Y te recorre todo, te somete a su imperio sensual, abstracto. Hace que pronuncies palabras de dolor, de éxtasis. Te da esperanza.

No cambia la esperanza, sigue vigente ¿Para qué entristecerse por la juventud perdida? Todo anda bien. Los sueños te devuelven el líquido vital de las estrellas. Inscrita en el reojo del miedo no escondes evidencia, ni indagas la hora final. Afrontas tus actos, hieres el viento con la lengua, rompes uñas, ventanas.

El tiempo es propicio para el caos. Doblas la esquina. Inicias la tarea de todos los días, a partir de ayer. No he buscado recordar, viene sola la memoria a instalarse como árbol de aire, hojas secas o ramas nutridas. Me quedo en la estación, el tren aún no llega. Cobarde la vista no distingue en el horizonte ciertos pañuelos que dan el adiós (la mesa ha sido retirada), no hay nadie en este andén ¿A quién decirle de las piedras mohosas en el fondo? Los mejores vinos no nos corresponden, están destinados a otras copas. Llega sola le memoria como moneda de hielo: se derrite en mi mano.

Recuerdo algunas cosas, veo imágenes fatigadas que empolvadas pertenecieron a un reino impronunciable. Espero aún. Vivimos en la mente. En el arcoíris interior construimos los colores. Si vivimos en la mente vivimos en la imaginación. Hay un sueño que nos negamos soñar.

La memoria es un árbol de aire, otoño exiliado en la nostalgia. Pájaros en la mirada, bruma frágil desdibujada en la nostalgia.

(Ah tu cuerpo, memoria de carne, me posee, me corrompe –débil, ajeno- y hace que salgan los duendes ogros que habitan. Compañía de niebla, vuelo de manos: ah tu cuerpo, flota y yo con él.)

Los años nos cambian el rostro, el modo de andar. Viejos, con la vida escupiendo, te horroriza no ser el mismo. Inventas historias sobre tu buena salud. Acudes al recuerdo para obtener fuerzas. En la soledad vuelves a ser aquel que la vida escupe.

(Contigo la distancia no existe es la zona más breve del planeta. Basta cerrar los ojos para llegar a ti. Bajo el cielo del miedo nos miramos y aprendemos el misterio de los días. No hay mano más tierna que la que te ama. Serena la uva cae húmeda, satura tus labios. No me embriago: el amor no es vino es savia.).

Caen los días, nada los detiene, son los impunes. Se alargan, como el hilo de Ariadna, hasta la eternidad de los segundos. No me siento: me presiento entre la lluvia de días mortuorios cayendo en mi amada colonia Campbell…