/ miércoles 24 de noviembre de 2021

El cumpleaños del perro | Norma Jean Baker, alias Marilyn Monroe

El 5 de agosto de 1962 es una fecha que no pasa desapercibida en el mundo del cine: el de la muerte (aún no aclarada del todo hasta el sol de hoy) de Norma Jean Baker, quien usó en su vida artística el nombre de Marilyn Monroe.

Icono, tótem, deidad, diosa del espectáculo, símbolo sexual -llevada a los altares del pop art por la mente inquieta de Andy Warhol-, mujer del celuloide que, a diferencia de Greta Garbo, por ejemplo, no se apartó del mundo para convertirse en diva, estrella: Marilyn fue una presencia preeminente del espectáculo del siglo veinte.

Parecería que a lo largo de estos años hubiese una especie de campeonato mundial por querer encontrar el dato que sorprenda, la noticia por allí oculta que revele algo más de su vida privada, tan falseada en sus múltiples biografías. Lo cierto es que Mari-lyn Monroe es luz y sombra, caja de recuerdos y capa de Sigfrido que aún arropa a uno de los enigmas del amarillismo estadounidense más seductor.

En el cine, la encantadora rubia debutó en un rol pequeño en “Dangerous years”/ 1947, dirigida por Arthur Pierson. Puede decirse que Marilyn tuvo que luchar contra ella misma, con la bestia de su belleza. Dostoievski dijo que la belleza salvará al mundo. Sólo que, ¿quién salvaría a la mujer nacida el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles, California?

Si revisamos la filmografía de Marilyn Monroe encontraremos varias pepitas de oro. Incluso, algunos de los filmes donde ella intervino están situados entre los más emblemáticos del Séptimo Arte: “Los caballeros las prefieren rubias” (Gentlemen prefer blondes) /1953, del maestro de los géneros Howard Hawks; “La malvada” (All about Eve)/ 1950, del gran Joseph L. Mankiewicz; “Una Eva y dos Adanes” (Some like it hot)/ 1959, del inmenso Billy Wilder, con los gráciles Tony Curtis y Jack Lemmon; “La comezón del séptimo año” (The seven year itch )/ 1955, también de Wilder, de donde surge una de las secuencias más famosas del cine: cuando a Marilyn el aire le levanta su falda aperlada; “El príncipe y la corista” (The prince and the showgirl)/ 1957, dirigida por Lawrence Oliver, y “Los inadaptados” (The Misfits) /1961, de John Huston, filme especialmente escrito para ella por el prestigioso Arthur Miller.

El cine solo no puede contener entre sus territorios a la figura agigantada con los años de Marilyn Monroe. La rubia per se tiene que ser ubicada en las circunscripciones totales, plenas del espectáculo, la política, la sociedad y el imaginario colectivo.

Sus matrimonios con el beisbolista Joe DiMaggio y el dramaturgo Arthur Miller, así como su agenciado romance con J.F. Kennedy, amén del desfogue ilusorio para millones de varones en el orbe, han hecho de Marilyn Monroe un nombre rutilante, único, irrepetible, maldecido, bendecido.

Se ha escrito tanto (y tan mal) de Marilyn Monroe que parecería una pérdida de tiempo dedicarle unas líneas a muchas décadas de su muerte. ¿Por qué tanta reverencia por la Monroe? Tal vez porque significó lo que el cine mismo: imaginación, escapatoria, desdoblamiento hacia otra realidad.

Y si decimos desdoblamiento, tendremos que mencionar que es una de las aristas del surrealismo. Por lo que se acomoda la interrogante: ¿Marilyn Monroe fue un ser surrealista? Tal vez sí porque aún pervive en el inconsciente, en la zona irracional de sus millones de admiradores…

El 5 de agosto de 1962 es una fecha que no pasa desapercibida en el mundo del cine: el de la muerte (aún no aclarada del todo hasta el sol de hoy) de Norma Jean Baker, quien usó en su vida artística el nombre de Marilyn Monroe.

Icono, tótem, deidad, diosa del espectáculo, símbolo sexual -llevada a los altares del pop art por la mente inquieta de Andy Warhol-, mujer del celuloide que, a diferencia de Greta Garbo, por ejemplo, no se apartó del mundo para convertirse en diva, estrella: Marilyn fue una presencia preeminente del espectáculo del siglo veinte.

Parecería que a lo largo de estos años hubiese una especie de campeonato mundial por querer encontrar el dato que sorprenda, la noticia por allí oculta que revele algo más de su vida privada, tan falseada en sus múltiples biografías. Lo cierto es que Mari-lyn Monroe es luz y sombra, caja de recuerdos y capa de Sigfrido que aún arropa a uno de los enigmas del amarillismo estadounidense más seductor.

En el cine, la encantadora rubia debutó en un rol pequeño en “Dangerous years”/ 1947, dirigida por Arthur Pierson. Puede decirse que Marilyn tuvo que luchar contra ella misma, con la bestia de su belleza. Dostoievski dijo que la belleza salvará al mundo. Sólo que, ¿quién salvaría a la mujer nacida el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles, California?

Si revisamos la filmografía de Marilyn Monroe encontraremos varias pepitas de oro. Incluso, algunos de los filmes donde ella intervino están situados entre los más emblemáticos del Séptimo Arte: “Los caballeros las prefieren rubias” (Gentlemen prefer blondes) /1953, del maestro de los géneros Howard Hawks; “La malvada” (All about Eve)/ 1950, del gran Joseph L. Mankiewicz; “Una Eva y dos Adanes” (Some like it hot)/ 1959, del inmenso Billy Wilder, con los gráciles Tony Curtis y Jack Lemmon; “La comezón del séptimo año” (The seven year itch )/ 1955, también de Wilder, de donde surge una de las secuencias más famosas del cine: cuando a Marilyn el aire le levanta su falda aperlada; “El príncipe y la corista” (The prince and the showgirl)/ 1957, dirigida por Lawrence Oliver, y “Los inadaptados” (The Misfits) /1961, de John Huston, filme especialmente escrito para ella por el prestigioso Arthur Miller.

El cine solo no puede contener entre sus territorios a la figura agigantada con los años de Marilyn Monroe. La rubia per se tiene que ser ubicada en las circunscripciones totales, plenas del espectáculo, la política, la sociedad y el imaginario colectivo.

Sus matrimonios con el beisbolista Joe DiMaggio y el dramaturgo Arthur Miller, así como su agenciado romance con J.F. Kennedy, amén del desfogue ilusorio para millones de varones en el orbe, han hecho de Marilyn Monroe un nombre rutilante, único, irrepetible, maldecido, bendecido.

Se ha escrito tanto (y tan mal) de Marilyn Monroe que parecería una pérdida de tiempo dedicarle unas líneas a muchas décadas de su muerte. ¿Por qué tanta reverencia por la Monroe? Tal vez porque significó lo que el cine mismo: imaginación, escapatoria, desdoblamiento hacia otra realidad.

Y si decimos desdoblamiento, tendremos que mencionar que es una de las aristas del surrealismo. Por lo que se acomoda la interrogante: ¿Marilyn Monroe fue un ser surrealista? Tal vez sí porque aún pervive en el inconsciente, en la zona irracional de sus millones de admiradores…