/ miércoles 25 de noviembre de 2020

El cumpleaños del perro | Retrato de Giulio

El cine político siempre conjura comentarios y disidencias intelectuales. Aquel epíteto conocido en la política mexicana como “innombrable”, en El Divo/ Italia-Francia-2008, de Paolo Sorrentino, cobra vigencia ante la figura del senador italiano vitalicio y ex primer ministro en múltiples ocasiones Giulio Andreotti (muerto en mayo de este año), aquí interpretado por Toni Servillo.

Al ver El Divo me pregunto ¿qué suerte hubiera corrido El padrino III si la hubiese dirigido Sorrentino? Lo digo en el sentido de que al filme de Sorrentino le da un plus valioso el hecho de utilizar nombres verdaderos de los involucrados en este thriller heredero del mejor Francesco Rosi. Con un estupendo caracterizado Toni Servillo (nominado en su momento al Oscar por Mejor Maquillaje), la historia del “divino Giulio” Andreotti cobra un impulso interesante bajo la mano de Paolo Sorrentino por una razón evidente: hace una caricatura cruel del político más cuestionable de la Italia contemporánea. Si bien la utilización de la fotografía, del prestigioso Luca Bigazzi, a ratos con claro oscuros para enfatizar la moral de los personajes, es el tono anti biopic que Sorrentino le imprime al filme lo que a la larga resulta efectivo. Es decir, la sensación de que estamos ante un personaje inteligentemente ambiguo, que lo mismo salió librado del juicio por sus nexos con la Cosa Nostra que por los hilos del poder que se dice movió durante el tiempo que sustentó el poder.

Sorrentino, con clara inspiración en el cine de Coppola, Elio Petri y el Michele Placido de Romance criminal/ 2005, pero también abusando del efectismo en las secuencias de ejecuciones, apuntala con solvencia narrativa el cinismo, la maquiavélica relación de Andreotti (líder del desaparecido partido Demócrata Cristiano) con los poderes fácticos y, sobre todo, la sensación de que estamos ante un padrino en el sentido peyorativo de la acepción, y ante una réplica de Ricardo III, de William Shakespeare.

Más que un retrato de Andreotti, El Divo es el repaso crítico de una época: de los setenta (el asesinato del primer ministro Aldo Moro del cual Andreotti ha sido cuestionado), hasta la ejecución de miembros importantes de la política y del poder judicial, En fin, estamos ante una película que bien puede decirse es el acercamiento a un vampiro político, que a sus noventa años declaró en una entrevista que "no creo haber cometido grandes errores en mi vida. No ha habido en mi vida curvas en U, a lo mejor porque soy algo perezoso y reflexiono antes de actuar"…

El cine político siempre conjura comentarios y disidencias intelectuales. Aquel epíteto conocido en la política mexicana como “innombrable”, en El Divo/ Italia-Francia-2008, de Paolo Sorrentino, cobra vigencia ante la figura del senador italiano vitalicio y ex primer ministro en múltiples ocasiones Giulio Andreotti (muerto en mayo de este año), aquí interpretado por Toni Servillo.

Al ver El Divo me pregunto ¿qué suerte hubiera corrido El padrino III si la hubiese dirigido Sorrentino? Lo digo en el sentido de que al filme de Sorrentino le da un plus valioso el hecho de utilizar nombres verdaderos de los involucrados en este thriller heredero del mejor Francesco Rosi. Con un estupendo caracterizado Toni Servillo (nominado en su momento al Oscar por Mejor Maquillaje), la historia del “divino Giulio” Andreotti cobra un impulso interesante bajo la mano de Paolo Sorrentino por una razón evidente: hace una caricatura cruel del político más cuestionable de la Italia contemporánea. Si bien la utilización de la fotografía, del prestigioso Luca Bigazzi, a ratos con claro oscuros para enfatizar la moral de los personajes, es el tono anti biopic que Sorrentino le imprime al filme lo que a la larga resulta efectivo. Es decir, la sensación de que estamos ante un personaje inteligentemente ambiguo, que lo mismo salió librado del juicio por sus nexos con la Cosa Nostra que por los hilos del poder que se dice movió durante el tiempo que sustentó el poder.

Sorrentino, con clara inspiración en el cine de Coppola, Elio Petri y el Michele Placido de Romance criminal/ 2005, pero también abusando del efectismo en las secuencias de ejecuciones, apuntala con solvencia narrativa el cinismo, la maquiavélica relación de Andreotti (líder del desaparecido partido Demócrata Cristiano) con los poderes fácticos y, sobre todo, la sensación de que estamos ante un padrino en el sentido peyorativo de la acepción, y ante una réplica de Ricardo III, de William Shakespeare.

Más que un retrato de Andreotti, El Divo es el repaso crítico de una época: de los setenta (el asesinato del primer ministro Aldo Moro del cual Andreotti ha sido cuestionado), hasta la ejecución de miembros importantes de la política y del poder judicial, En fin, estamos ante una película que bien puede decirse es el acercamiento a un vampiro político, que a sus noventa años declaró en una entrevista que "no creo haber cometido grandes errores en mi vida. No ha habido en mi vida curvas en U, a lo mejor porque soy algo perezoso y reflexiono antes de actuar"…