/ lunes 4 de mayo de 2020

El cumpleaños del perro | Tamara y la Catarina

Con la contingencia sanitaria que vive México y el mundo, diversas plataformas han abierto de manera gratuita un buen stock o lista de películas de todas las nacionalidades. Y el cine mexicano no es la excepción. De esta forma, tuve la oportunidad de ver un filme que tuvo una corrida comercial limitada: Tamara y la Catarina/ 2018, dirigida por Lucía Carreras.

Ambientada en la Ciudad de México, la historia de Carreras esboza con buena contención melodramática la vida de Tamara/ Ángeles Cruz, mujer con deficiencia mental que vive con su hermano y que trabaja en una pequeña cafetería que muele café.

La rutina de Tamara es gris y fría: se baña antes de irse al trabajo, desayuna y le sirve su porción a su hermano que al parecer la abandonó, aborda el camión (no sin antes leer en un papelito el nombre de la ruta), llega al centro de la ciudad y cumple su labor.

Paralelo a ello, doña Meche atiende un puesto de antojitos al aire libre ayudada por un joven y tiene que pagar derecho de piso ante Güicho/ Gustavo Sánchez Parra, un inopinado policía servicial.

Cierto día en que Tamara camina hacia la parada de autobús para regresar a su casa, encuentra en un puesto de revistas a una bebita. Al no ver a nadie, Tamara la toma y se la lleva.

Doña Meche/ Angelina Peláez advierte que Tamara está con la bebé (a quien le ponen el nombre de Catarina) y la ayuda a cuidarla hasta que decide regresarla a sus padres con la ayuda de Güicho.

Filme narrado con tersura y sobriedad sobre dos mujeres solas que decantan su futuro en una ciudad monstruosa y enajenante. Carreras entiende que la manera de acercarse a la denuncia sin rozar con el panfleto es la parquedad, la justicia poética. Y Tamara y la Catarina es una antifábula urbana donde el esquema de pobreza, de desquicio, es entendible bajo la ruta estética de la fotografía puntual de Iván Hernández al serpentear sutilmente sobre las calles del suburbio ganado a la montaña por la gran ciudad.

Alejada años luz de La ciudad al desnudo/ 1989, de Retes, o Lolo/ 1992 de Athié, de los hálitos degradadores amorales de la capital, el filme de Lucía Carreras le apuesta a la solidaridad, a la instalación de un micro orden ético donde el desamparo es suspensión del olvido para recordarnos que Buñuel siempre ha tenido razón al señalar que seguirá habiendo olvidados sociales.

Con la contingencia sanitaria que vive México y el mundo, diversas plataformas han abierto de manera gratuita un buen stock o lista de películas de todas las nacionalidades. Y el cine mexicano no es la excepción. De esta forma, tuve la oportunidad de ver un filme que tuvo una corrida comercial limitada: Tamara y la Catarina/ 2018, dirigida por Lucía Carreras.

Ambientada en la Ciudad de México, la historia de Carreras esboza con buena contención melodramática la vida de Tamara/ Ángeles Cruz, mujer con deficiencia mental que vive con su hermano y que trabaja en una pequeña cafetería que muele café.

La rutina de Tamara es gris y fría: se baña antes de irse al trabajo, desayuna y le sirve su porción a su hermano que al parecer la abandonó, aborda el camión (no sin antes leer en un papelito el nombre de la ruta), llega al centro de la ciudad y cumple su labor.

Paralelo a ello, doña Meche atiende un puesto de antojitos al aire libre ayudada por un joven y tiene que pagar derecho de piso ante Güicho/ Gustavo Sánchez Parra, un inopinado policía servicial.

Cierto día en que Tamara camina hacia la parada de autobús para regresar a su casa, encuentra en un puesto de revistas a una bebita. Al no ver a nadie, Tamara la toma y se la lleva.

Doña Meche/ Angelina Peláez advierte que Tamara está con la bebé (a quien le ponen el nombre de Catarina) y la ayuda a cuidarla hasta que decide regresarla a sus padres con la ayuda de Güicho.

Filme narrado con tersura y sobriedad sobre dos mujeres solas que decantan su futuro en una ciudad monstruosa y enajenante. Carreras entiende que la manera de acercarse a la denuncia sin rozar con el panfleto es la parquedad, la justicia poética. Y Tamara y la Catarina es una antifábula urbana donde el esquema de pobreza, de desquicio, es entendible bajo la ruta estética de la fotografía puntual de Iván Hernández al serpentear sutilmente sobre las calles del suburbio ganado a la montaña por la gran ciudad.

Alejada años luz de La ciudad al desnudo/ 1989, de Retes, o Lolo/ 1992 de Athié, de los hálitos degradadores amorales de la capital, el filme de Lucía Carreras le apuesta a la solidaridad, a la instalación de un micro orden ético donde el desamparo es suspensión del olvido para recordarnos que Buñuel siempre ha tenido razón al señalar que seguirá habiendo olvidados sociales.