/ lunes 18 de julio de 2022

El cumpleaños del perro | Tiempo de murallas

Vivimos un tiempo de invisibles e ignominiosas murallas. Como en el poema de Cavafis, “Murallas”, nos van cercando -sin que lo advirtamos- tapias que no solamente nos aíslan sino que nos condenan a la indiferencia (“Sin consideración, sin piedad, sin recato/ grandes y altas murallas en torno mío construyeron./ Y ahora estoy aquí y me desespero./ Otra cosa no pienso: mi espíritu devora este destino”).

Walter Benjamin apuntaba que la civilización y la barbarie conviven desde tiempos inmemoriales no como forma de exclusión, sino de complemento, porque las acciones del hombre, como comunidad y célula de un sistema de convivencia, siempre tienden a ser contrarias y necesarias para permitir lo que debatían Marx y Engels, el materialismo dialéctico frente al materialismo histórico.

Se ha domesticado o, más bien, se ha anestesiado al asombro que en términos de la filosofía clásica (la verdad, la belleza y la bondad) nos ha apartado de la luz del sentido común.

Las seis cabezas humanas aparecidas en abril pasado sobre un coche en Chilapa, Guerrero constatan que se vive en un estado de barbarie supina y que nos negamos a verle a la cara, aún más, a ignorarla y no puede ignorarse lo que se ve, de lo que se tiene conocimiento. Eso es traicionar a la moral.

Se habla de la bofetada de Will Smith a Chris Rock en los Óscares, de que México va a ir a Qatar, de que Ucrania es la cenicienta del cuento global ante los lobos de Occidente y Oriente, de que el covid pronto será anécdota. Se habla de esto y lo otro y eso está bien porque sin la conversación no hay registro y sin éste no hay memoria y lo que nos ha enseña la historia es que la memoria es el puente de perpetuación de toda civilización.

Pero no se habla de la barbarie de Chilapa. ¡Seis cabezas humanas! A plena luz del día, como trofeo infame de la indiferencia social. ¿Acaso fuimos tocados por la mirada de la Medusa contemporánea: la indolencia, y nos hemos convertido en seres de piedra que nos conmueve más si el celular se queda sin pila o que nos quedemos sin tv de paga a que nos duela el horror en que se han transformado algunas ciudades de nuestro país?

Si bien los griegos llamaban bárbaros a los que no hablaban su idioma y, por lo tanto, no los entendían, pareciera que los actuales bárbaros no son los que decapitan, sino nosotros, que parecemos más incomunicados cada día más con el otro, lo otro y los otros…

Vivimos un tiempo de invisibles e ignominiosas murallas. Como en el poema de Cavafis, “Murallas”, nos van cercando -sin que lo advirtamos- tapias que no solamente nos aíslan sino que nos condenan a la indiferencia (“Sin consideración, sin piedad, sin recato/ grandes y altas murallas en torno mío construyeron./ Y ahora estoy aquí y me desespero./ Otra cosa no pienso: mi espíritu devora este destino”).

Walter Benjamin apuntaba que la civilización y la barbarie conviven desde tiempos inmemoriales no como forma de exclusión, sino de complemento, porque las acciones del hombre, como comunidad y célula de un sistema de convivencia, siempre tienden a ser contrarias y necesarias para permitir lo que debatían Marx y Engels, el materialismo dialéctico frente al materialismo histórico.

Se ha domesticado o, más bien, se ha anestesiado al asombro que en términos de la filosofía clásica (la verdad, la belleza y la bondad) nos ha apartado de la luz del sentido común.

Las seis cabezas humanas aparecidas en abril pasado sobre un coche en Chilapa, Guerrero constatan que se vive en un estado de barbarie supina y que nos negamos a verle a la cara, aún más, a ignorarla y no puede ignorarse lo que se ve, de lo que se tiene conocimiento. Eso es traicionar a la moral.

Se habla de la bofetada de Will Smith a Chris Rock en los Óscares, de que México va a ir a Qatar, de que Ucrania es la cenicienta del cuento global ante los lobos de Occidente y Oriente, de que el covid pronto será anécdota. Se habla de esto y lo otro y eso está bien porque sin la conversación no hay registro y sin éste no hay memoria y lo que nos ha enseña la historia es que la memoria es el puente de perpetuación de toda civilización.

Pero no se habla de la barbarie de Chilapa. ¡Seis cabezas humanas! A plena luz del día, como trofeo infame de la indiferencia social. ¿Acaso fuimos tocados por la mirada de la Medusa contemporánea: la indolencia, y nos hemos convertido en seres de piedra que nos conmueve más si el celular se queda sin pila o que nos quedemos sin tv de paga a que nos duela el horror en que se han transformado algunas ciudades de nuestro país?

Si bien los griegos llamaban bárbaros a los que no hablaban su idioma y, por lo tanto, no los entendían, pareciera que los actuales bárbaros no son los que decapitan, sino nosotros, que parecemos más incomunicados cada día más con el otro, lo otro y los otros…