/ domingo 25 de abril de 2021

El cumpleaños del perro | “Tú en mi memoria”, poemario de Enrique Pumarejo

La memoria es la piel del recuerdo. Al recordar sentimos, nos duelen las imágenes que pasan intocables a través de nuestra memoria para decirnos que allí está, en buena parte, la vida que se va.

La poesía es la magia de la memoria porque, sin decirnos sus trucos, nos lleva por terrenos que ya conocíamos pero que habíamos olvidado. Por eso, la poesía es la centinela de la memoria.

“Tú en mi memoria”, poemario de Enrique Pumarejo Medellín, es el recuento no de daños sino de años reposados en el fuego de la pasión, del amor a la mujer que inaugura el único paraíso para todo hombre: la entrega amorosa.

Pumarejo Medellín es un ebrio del verso, de la sonoridad que estalla en la estrofa y que se silencia ante el dolor del encuentro/separación de la amada: “Cuando ya no esté, sentirás mi presencia en las calles donde caminamos”.

El autor demuestra en “Tú en mi memoria” que todo poema es un itinerario carnal. Y lo mismo nos entrega un viaje al salvajemente terso territorio de la cama que hasta un parque, verdadero remanso, de la capital de China: “quieto en el bullicio/ de una ciudad de vértigo, / sereno y verdoso, / ¡oh parque Tuan Jie Hu!”.

Un poeta no se mide por la edad: se mide por el bosque de experiencias que ha cruzado y donde se ha topado con los demonios diarios del amor. Y en la siguiente cuarteta, el autor se fragmenta para cumplimentarse en la tarea de todo artista, el hermoso caos de un corazón enamorado:

Razón, pasión, pecado,

tiempo, espacio, delirio

más allá, más allá, bien mío,

está nuestro amor y martirio.

Pero, ¿cuál es la materia prima del poeta? ¿El sufrimiento por la amada? ¿El herrumbre de la esperanza por no ser correspondido? El material del poeta, y Pumarejo Medellín lo entiende, es el tiempo y en estos versos (a mi parecer los más logrados del libro) nos los deja claro:

Quiero atrapar ese momento, apresarlo,

hacerlo mío, no dejarlo ir,

pintarlo en un lienzo,

tenerlo como esclavo,

detenerlo en el tiempo,

conservarlo por la eternidad.

Tener como esclavo al momento apresado, estupenda imagen que nos permite entender que la metáfora es la respuesta que el poeta tiene para que lo insoportable del vivir no nos reviente.

En algunos poemas hay vehemencia flamígera, dolor por la carne, por la presencia de la amada que en los versos guarda brasas de piel, de ausencias, de nostalgia.

En los poemas del libro hay una estrategia álgida: la edad forjada en espinas de pérdidas y esperanzas maltratadas por las bestias de la noche, y en la experiencia amorosa que el autor le otorga a sus composiciones se vislumbra una estructura tan endeble que puede derrumbarse ante la sola amenaza de la despedida y la ilusión del corazón por el amor que rejuvenece, vivifica y ofrece destellos de felicidad.

Para Enrique Pumarejo el amor es piel y canto, memoria que arde, sudores de delirios remotos que buscan guarida y, que al encontrarla, no opta por la libertad sino por la atadura de la piel con la mujer amada mediante la poesía, y así lo confiesa:

Mi alma está atrapada

entre las líneas de un poema,

escondido entre sus rimas,

encadenado a sus versos.

Solo que el autor no se queda en la abstracción del verso: lo rompe, cual himen de la noche, y lo instala en una especie de coliseo carnal donde la rima, el metro y los duendes de la metáfora se desbordan en un festín de piel y ansia:

Escucho tu exhalación,

profunda, intensa, rítmica,

me está diciendo, gritando

el éxtasis de tu pasión.

“Tú en mi memoria” es un poemario cuya agenda de acción es el amor y el desamor, la de un hombre en llamas que en la confesión de estos dos versos: “Siento la humedad de tus labios/ apagando mi cuerpo apasionado”, establece un pacto con Eros y Cronos, es decir, una alianza entre el cuerpo y la memoria que es tiempo.

Decir tiempo en la poesía es referirse al traslado, al viaje, al reposo, al estallido porque el tiempo es medido no por segundos sino por esperanzas calcinadas, por pérdidas, ausencias pero también por reencuentros.

Y eso es, a la larga, el libro que hoy nos convoca: el reencuentro de un poeta consigo mismo después de enfrentarse al amor en sus territorios, porque al descubrir que es capaz de cantar con el verso nos hace partícipes de que la “tristeza es beber la amargura del cáliz del olvido” que “la fuerza del amor es así: avasalla, consume, desborda, redime”.

La memoria es la piel del recuerdo. Al recordar sentimos, nos duelen las imágenes que pasan intocables a través de nuestra memoria para decirnos que allí está, en buena parte, la vida que se va.

La poesía es la magia de la memoria porque, sin decirnos sus trucos, nos lleva por terrenos que ya conocíamos pero que habíamos olvidado. Por eso, la poesía es la centinela de la memoria.

“Tú en mi memoria”, poemario de Enrique Pumarejo Medellín, es el recuento no de daños sino de años reposados en el fuego de la pasión, del amor a la mujer que inaugura el único paraíso para todo hombre: la entrega amorosa.

Pumarejo Medellín es un ebrio del verso, de la sonoridad que estalla en la estrofa y que se silencia ante el dolor del encuentro/separación de la amada: “Cuando ya no esté, sentirás mi presencia en las calles donde caminamos”.

El autor demuestra en “Tú en mi memoria” que todo poema es un itinerario carnal. Y lo mismo nos entrega un viaje al salvajemente terso territorio de la cama que hasta un parque, verdadero remanso, de la capital de China: “quieto en el bullicio/ de una ciudad de vértigo, / sereno y verdoso, / ¡oh parque Tuan Jie Hu!”.

Un poeta no se mide por la edad: se mide por el bosque de experiencias que ha cruzado y donde se ha topado con los demonios diarios del amor. Y en la siguiente cuarteta, el autor se fragmenta para cumplimentarse en la tarea de todo artista, el hermoso caos de un corazón enamorado:

Razón, pasión, pecado,

tiempo, espacio, delirio

más allá, más allá, bien mío,

está nuestro amor y martirio.

Pero, ¿cuál es la materia prima del poeta? ¿El sufrimiento por la amada? ¿El herrumbre de la esperanza por no ser correspondido? El material del poeta, y Pumarejo Medellín lo entiende, es el tiempo y en estos versos (a mi parecer los más logrados del libro) nos los deja claro:

Quiero atrapar ese momento, apresarlo,

hacerlo mío, no dejarlo ir,

pintarlo en un lienzo,

tenerlo como esclavo,

detenerlo en el tiempo,

conservarlo por la eternidad.

Tener como esclavo al momento apresado, estupenda imagen que nos permite entender que la metáfora es la respuesta que el poeta tiene para que lo insoportable del vivir no nos reviente.

En algunos poemas hay vehemencia flamígera, dolor por la carne, por la presencia de la amada que en los versos guarda brasas de piel, de ausencias, de nostalgia.

En los poemas del libro hay una estrategia álgida: la edad forjada en espinas de pérdidas y esperanzas maltratadas por las bestias de la noche, y en la experiencia amorosa que el autor le otorga a sus composiciones se vislumbra una estructura tan endeble que puede derrumbarse ante la sola amenaza de la despedida y la ilusión del corazón por el amor que rejuvenece, vivifica y ofrece destellos de felicidad.

Para Enrique Pumarejo el amor es piel y canto, memoria que arde, sudores de delirios remotos que buscan guarida y, que al encontrarla, no opta por la libertad sino por la atadura de la piel con la mujer amada mediante la poesía, y así lo confiesa:

Mi alma está atrapada

entre las líneas de un poema,

escondido entre sus rimas,

encadenado a sus versos.

Solo que el autor no se queda en la abstracción del verso: lo rompe, cual himen de la noche, y lo instala en una especie de coliseo carnal donde la rima, el metro y los duendes de la metáfora se desbordan en un festín de piel y ansia:

Escucho tu exhalación,

profunda, intensa, rítmica,

me está diciendo, gritando

el éxtasis de tu pasión.

“Tú en mi memoria” es un poemario cuya agenda de acción es el amor y el desamor, la de un hombre en llamas que en la confesión de estos dos versos: “Siento la humedad de tus labios/ apagando mi cuerpo apasionado”, establece un pacto con Eros y Cronos, es decir, una alianza entre el cuerpo y la memoria que es tiempo.

Decir tiempo en la poesía es referirse al traslado, al viaje, al reposo, al estallido porque el tiempo es medido no por segundos sino por esperanzas calcinadas, por pérdidas, ausencias pero también por reencuentros.

Y eso es, a la larga, el libro que hoy nos convoca: el reencuentro de un poeta consigo mismo después de enfrentarse al amor en sus territorios, porque al descubrir que es capaz de cantar con el verso nos hace partícipes de que la “tristeza es beber la amargura del cáliz del olvido” que “la fuerza del amor es así: avasalla, consume, desborda, redime”.