/ miércoles 12 de febrero de 2020

El Cumpleaños del Perro | Un amor, en verdad, de película

Siempre se ha dicho que la ficción supera a la realidad en términos de que hay historias que, de tan extraordinarias o deslumbrantes, nos dejan patidifusos o, al menos, incrédulos para aceptarlas como verdaderas.

Hay una película basada en la novela autobiográfica de Corinne Hof-mann, La Massai blanca, donde una mujer suiza vivió la aventura más increíble y humana jamás imaginada por romántico alguno: el amor con un guerrero samburu, de Mombasa, Kenia.

Adaptada por Johannes W. Betz, La princesa Massai (Die Weisse Massai)/ Alemania-2005 cuenta la historia apenas con cambios mínimos en el libro. Carola/ Nina Hoss vacaciona en Kenia con su novio Stephan y en el último día de permanencia, sucede lo inesperado: Carola queda totalmente prendada de la guapura y figura de Lemalian/ Jacky Ido, un guerrero samburu.

Ante la disyuntiva de regresar o no a Suiza, Carola toma la decisión de quedarse para buscar a Lemalian.

La directora Hermine Huntgeburth supo captar bien el hálito de la historia: el encuentro cultural (más que amoroso) entre una mujer blanca occidental y un hombre negro de África. Si para Hollywood, por ejemplo, el guión de La princesa Massai hubiese sido pretexto para recrear un filme exótico donde el erotismo casi de seguro fuese la materia prima visual (Refugio para el amor/The sheltering sky/1990), para la directora alemana Huntgeburth es apenas referencia en una sola escena (en el hotel de Nairobi, cuando Carola va a tramitar su residencia).

Los paisajes de África –tan atractivos para el refocilo de los cineastas americanos- sirven en La princesa Massai como indispensables contextos para enfatizar la lejanía, lo exótico sí, pero también para puntualizar la referencia velada del filme: el abismo cultural entre los personajes que se concatena a través de las adaptaciones que tiene que hacer Carola para sobrevivir en ese lugar inhóspito (vive en una choza de barro, toma leche de cabra y azúcar).

La elección del actor de televisión y teatro francés Jacky Ido, nacido en Burkina Faso, es fundamental para inyectarle verosimilitud. Su caracterización como el guerrero Lemalian es más que estupenda.

Hablada en inglés, alemán y suahelí, La princesa Massai es un filme emotivo, donde las razones de una mujer blanca que se enamora de un hombre negro diametralmente opuesta ella confluyen en una palabra arrobadora: destino. Y el destino de Carola/Corinne aún está escribiéndose en nuestros días con su hija de 31 años producto del amor con Lemalian…

Siempre se ha dicho que la ficción supera a la realidad en términos de que hay historias que, de tan extraordinarias o deslumbrantes, nos dejan patidifusos o, al menos, incrédulos para aceptarlas como verdaderas.

Hay una película basada en la novela autobiográfica de Corinne Hof-mann, La Massai blanca, donde una mujer suiza vivió la aventura más increíble y humana jamás imaginada por romántico alguno: el amor con un guerrero samburu, de Mombasa, Kenia.

Adaptada por Johannes W. Betz, La princesa Massai (Die Weisse Massai)/ Alemania-2005 cuenta la historia apenas con cambios mínimos en el libro. Carola/ Nina Hoss vacaciona en Kenia con su novio Stephan y en el último día de permanencia, sucede lo inesperado: Carola queda totalmente prendada de la guapura y figura de Lemalian/ Jacky Ido, un guerrero samburu.

Ante la disyuntiva de regresar o no a Suiza, Carola toma la decisión de quedarse para buscar a Lemalian.

La directora Hermine Huntgeburth supo captar bien el hálito de la historia: el encuentro cultural (más que amoroso) entre una mujer blanca occidental y un hombre negro de África. Si para Hollywood, por ejemplo, el guión de La princesa Massai hubiese sido pretexto para recrear un filme exótico donde el erotismo casi de seguro fuese la materia prima visual (Refugio para el amor/The sheltering sky/1990), para la directora alemana Huntgeburth es apenas referencia en una sola escena (en el hotel de Nairobi, cuando Carola va a tramitar su residencia).

Los paisajes de África –tan atractivos para el refocilo de los cineastas americanos- sirven en La princesa Massai como indispensables contextos para enfatizar la lejanía, lo exótico sí, pero también para puntualizar la referencia velada del filme: el abismo cultural entre los personajes que se concatena a través de las adaptaciones que tiene que hacer Carola para sobrevivir en ese lugar inhóspito (vive en una choza de barro, toma leche de cabra y azúcar).

La elección del actor de televisión y teatro francés Jacky Ido, nacido en Burkina Faso, es fundamental para inyectarle verosimilitud. Su caracterización como el guerrero Lemalian es más que estupenda.

Hablada en inglés, alemán y suahelí, La princesa Massai es un filme emotivo, donde las razones de una mujer blanca que se enamora de un hombre negro diametralmente opuesta ella confluyen en una palabra arrobadora: destino. Y el destino de Carola/Corinne aún está escribiéndose en nuestros días con su hija de 31 años producto del amor con Lemalian…