/ lunes 27 de junio de 2022

El cumpleaños del perro | Un año más sin Monsi

El pasado 19 de junio se cumplieron doce años de la muerte de Carlos Monsiváis (1938- 2010), quien es tal vez el escritor que más se apoyó en la realidad del mundo que en la ficción no para describirlo: para revelarlo en sus acepciones contradictorias.

Fue Monsiváis un escritor que quiso en demasía a México, se ve en su obra, porque siempre escribía de él desde todas sus aristas.

Desde la crónica, mayormente, Monsiváis le dio voz a las minorías y las ubicó en un peldaño donde se vieran o, en el menor de los casos, no las empolvara con el olvido.

Al leer un libro, leemos también al autor. Cierto si consideramos que escribir es un acto de perpetuación, de extensión y de sobrevivencia del hombre mismo.

No hay autor que no ponga algo de sí en su escritura. Y Monsiváis puso en sus libros lo más valioso: su tiempo en y por México.

Si bien la polémica lo alcanzó varias de las veces, siendo la más célebre la suscitada en 1977 con Octavio Paz (y las palabras que éste lanzara contra Monsiváis al señalarlo que no era un hombre de ideas sino de ocurrencias), el autor de “Escenas de pudor y liviandad” tenía de aliado al prurito de la reflexión libertaria de dogmas inamovibles.

La literatura no es una casualidad ni snobismo de escolimosos que escriben por status, por llenar la página. Para escribir hay que hacerlo desde la herida, internado en la sombra. No hay literatura que haya sido escrita desde la felicidad. ¿Desde dónde escribía Monsiváis? Tal vez desde su condición de conciencia al ver las múltiples heridas de este país.

Una obra se construye desde la más honda obsesión.

Ernesto Sábato, en su famosa Carta a un Joven escritor, aconseja escribir sobre lo que nos atrapa desde lo más remoto de nuestro ser, lo que nos obsesiona. La obra clásica que citemos, cualquiera, ha sido urdida desde la raíz del hombre. Escribir es bucear en el alma.

Monsiváis no sé dónde esté del todo: ¿en sus libros, en sus columnas periodísticas, en sus conferencias, en sus entrevistas? Podríamos decir sin ambages que Monsiváis está en la mirada inteligente de sus palabras llenas de ironía, de crítica, de escudriño. Siempre me ha inquietado el inicio del Evangelio de San Juan: “En el principio era el Verbo”. ¿La palabra es la religión verdadera? La literatura es la salvación del hombre, la respuesta a lo fugaz del tiempo. El libro es la religión del conocimiento.

La literatura revela y devela la sinrazón del vivir, la inutilidad del destino y el oprobio de la felicidad. Y escritores como Carlos Monsiváis nos recuerdan esto siempre…

El pasado 19 de junio se cumplieron doce años de la muerte de Carlos Monsiváis (1938- 2010), quien es tal vez el escritor que más se apoyó en la realidad del mundo que en la ficción no para describirlo: para revelarlo en sus acepciones contradictorias.

Fue Monsiváis un escritor que quiso en demasía a México, se ve en su obra, porque siempre escribía de él desde todas sus aristas.

Desde la crónica, mayormente, Monsiváis le dio voz a las minorías y las ubicó en un peldaño donde se vieran o, en el menor de los casos, no las empolvara con el olvido.

Al leer un libro, leemos también al autor. Cierto si consideramos que escribir es un acto de perpetuación, de extensión y de sobrevivencia del hombre mismo.

No hay autor que no ponga algo de sí en su escritura. Y Monsiváis puso en sus libros lo más valioso: su tiempo en y por México.

Si bien la polémica lo alcanzó varias de las veces, siendo la más célebre la suscitada en 1977 con Octavio Paz (y las palabras que éste lanzara contra Monsiváis al señalarlo que no era un hombre de ideas sino de ocurrencias), el autor de “Escenas de pudor y liviandad” tenía de aliado al prurito de la reflexión libertaria de dogmas inamovibles.

La literatura no es una casualidad ni snobismo de escolimosos que escriben por status, por llenar la página. Para escribir hay que hacerlo desde la herida, internado en la sombra. No hay literatura que haya sido escrita desde la felicidad. ¿Desde dónde escribía Monsiváis? Tal vez desde su condición de conciencia al ver las múltiples heridas de este país.

Una obra se construye desde la más honda obsesión.

Ernesto Sábato, en su famosa Carta a un Joven escritor, aconseja escribir sobre lo que nos atrapa desde lo más remoto de nuestro ser, lo que nos obsesiona. La obra clásica que citemos, cualquiera, ha sido urdida desde la raíz del hombre. Escribir es bucear en el alma.

Monsiváis no sé dónde esté del todo: ¿en sus libros, en sus columnas periodísticas, en sus conferencias, en sus entrevistas? Podríamos decir sin ambages que Monsiváis está en la mirada inteligente de sus palabras llenas de ironía, de crítica, de escudriño. Siempre me ha inquietado el inicio del Evangelio de San Juan: “En el principio era el Verbo”. ¿La palabra es la religión verdadera? La literatura es la salvación del hombre, la respuesta a lo fugaz del tiempo. El libro es la religión del conocimiento.

La literatura revela y devela la sinrazón del vivir, la inutilidad del destino y el oprobio de la felicidad. Y escritores como Carlos Monsiváis nos recuerdan esto siempre…