/ miércoles 20 de julio de 2022

El cumpleaños del perro | Un minuto de gloria/vicisitudes de un héroe kafkiano

El cine en los tiempos del streaming trae sorpresas y, a la vez, desencantos. Explico mi caso. Hay películas que vi en Muestras, Foros, Tours que nunca he vuelto a saber de ellas pese a la existencia de múltiples plataformas, incluso las llamadas de cine de arte “escogido a mano”.

Uno de esos filmes valiosos y, usando la sobada palabra de Guillermo del Toro, “potente”, es Un minuto de gloria (Slava) / Bulgaria- Grecia- 2016, dirigida por Kristina Grozeva y Petar Valchanov. En esta cinta el destino le tiene una jugada extraña al honrado y rutinario guardavías Tzanko Petrov/ Stefan Denolyubov cuando cierto día encuentra billetes a un lado de los rieles. En vez de quedarse con esa cantidad importante de dinero, Petrov decide reportarlo a las autoridades del Ministerio del Transporte.

Y es entonces que se activa el mecanismo kafkiano para este simple y tartamudo empleado de ferrocarriles que lleva 25 años en una labor humilde y mal pagada.

Petrov es tomado como conejillo de indias por la burocracia búlgara de la mano de la abusada jefa de relaciones del ministerio, Julia/ Margita Gosheva (quien a la vez es conejillo de indias en un tratamiento hormonal), y es mostrado mediáticamente por el Estado como un héroe, no tanto para ensalzarlo o enmendar políticas de injusticas salariales o remedios antihuachicoleros, sino para tapar corruptelas de desvíos de fondos públicos.

Kristina Grozeva y Petar Valchanov urden una fábula al borde del paroxismo del absurdo burdo, irónico, demencial, inaudito sobre lo anormal que resulta ser honrado en un país exsocialista que busca insertarse en el hálito accidental con enormes fardos de ineficiencias y desigualdades. Petrov será una especie de piedra en el zapato que desde su hábitat de proletariado sólo querrá su viejo reloj que heredó de su padre y que el Estado le sustituyó por otro que no funciona.

Un minuto de gloria es un poderoso alegato contra la inercia social y afectiva en una Bulgaria que intenta demostrar ser un país de avanzada y cuyos lastres, ridiculizados en este filme, son patéticos. De allí el delicioso contraste de la tartamudez de Petrov con el anacrónico y facilista discurso de los empoderados que están para cuidar los intereses de los de abajo. Porque más que cine social (término que en mi opinión estigmatiza), este filme búlgaro es una puesta en escena humanista, dura sí pero con la mirada enfocada a que la esperanza o la justicia acuda en auxilio de personajes sobajados…

El cine en los tiempos del streaming trae sorpresas y, a la vez, desencantos. Explico mi caso. Hay películas que vi en Muestras, Foros, Tours que nunca he vuelto a saber de ellas pese a la existencia de múltiples plataformas, incluso las llamadas de cine de arte “escogido a mano”.

Uno de esos filmes valiosos y, usando la sobada palabra de Guillermo del Toro, “potente”, es Un minuto de gloria (Slava) / Bulgaria- Grecia- 2016, dirigida por Kristina Grozeva y Petar Valchanov. En esta cinta el destino le tiene una jugada extraña al honrado y rutinario guardavías Tzanko Petrov/ Stefan Denolyubov cuando cierto día encuentra billetes a un lado de los rieles. En vez de quedarse con esa cantidad importante de dinero, Petrov decide reportarlo a las autoridades del Ministerio del Transporte.

Y es entonces que se activa el mecanismo kafkiano para este simple y tartamudo empleado de ferrocarriles que lleva 25 años en una labor humilde y mal pagada.

Petrov es tomado como conejillo de indias por la burocracia búlgara de la mano de la abusada jefa de relaciones del ministerio, Julia/ Margita Gosheva (quien a la vez es conejillo de indias en un tratamiento hormonal), y es mostrado mediáticamente por el Estado como un héroe, no tanto para ensalzarlo o enmendar políticas de injusticas salariales o remedios antihuachicoleros, sino para tapar corruptelas de desvíos de fondos públicos.

Kristina Grozeva y Petar Valchanov urden una fábula al borde del paroxismo del absurdo burdo, irónico, demencial, inaudito sobre lo anormal que resulta ser honrado en un país exsocialista que busca insertarse en el hálito accidental con enormes fardos de ineficiencias y desigualdades. Petrov será una especie de piedra en el zapato que desde su hábitat de proletariado sólo querrá su viejo reloj que heredó de su padre y que el Estado le sustituyó por otro que no funciona.

Un minuto de gloria es un poderoso alegato contra la inercia social y afectiva en una Bulgaria que intenta demostrar ser un país de avanzada y cuyos lastres, ridiculizados en este filme, son patéticos. De allí el delicioso contraste de la tartamudez de Petrov con el anacrónico y facilista discurso de los empoderados que están para cuidar los intereses de los de abajo. Porque más que cine social (término que en mi opinión estigmatiza), este filme búlgaro es una puesta en escena humanista, dura sí pero con la mirada enfocada a que la esperanza o la justicia acuda en auxilio de personajes sobajados…