/ lunes 22 de noviembre de 2021

El cumpleaños del perro | Ventanas

Las ventanas son los ojos de la casa. Sin ventanas, de hecho, la casa estaría ciega, sin luz ni voluntad de mundo.

A través de la ventana se nos presenta la vida, la naturaleza, el transeúnte, el tráfico irremediable de los autos.

Si nos asomamos por una ventana veremos que el mundo sigue vivo allá afuera. El mundo es según el estado de ánimo que tengamos.

Hay un cuento que mal recuerdo y que narra sobre dos pacientes en un cuarto de hospital y que sólo tenían como única manera de mirar hacia fuera una ventana. El paciente que estaba más cerca de ésta le contaba a su compañero más alejado que por la ventana se veía una calle llena de personas, de vendedores, de niños corriendo, de mujeres con sus hijos comprando globos, golosinas en la plaza.

Al día siguiente, el paciente de la ventana murió. El otro paciente, al ver la cama vacía con gran esfuerzo se levantó y llevó hasta la ventana y lo que percibió fue sólo una calle miserable que daba hacia un basurero.

La ventana, como el libro, nos pone frente a mundos reales e imaginarios. Me explico. Para mí, enfermo de cáncer, la vista del parque desde mi ventana es un paliativo, descanso para mi espíritu por los árboles (araucarias y fresnos) que se yerguen, soberbios, altos, altos como diría García Márquez en su magistral “Cien años de soledad”, que no podrían alcanzarlos “ni los más altos pájaros de la memoria”.

Para otro, ese mismo panorama es motivo de hastío, de rutina que hace pensar echarle un telefonazo al municipio para que poden dichos árboles que pueden provocar corto circuito con los cables de energía eléctrica.

El mundo es según quien lo vea. Las ventanas significan libertad o prisión. Por las ventanas entra la luz solar y la humedad del espacio exterior.

Si una ventana permanece cerrada es como si al mundo (allá afuera) lo estuviera viendo un cíclope.

En 1862, Baudalaire escribió sobre las ventanas: “Quien desde fuera mira a través de una ventana abierta, jamás ve tantas cosas como quien mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, tenebroso y deslumbrante que una ventana tenuemente iluminada por un candil. Lo que la luz del sol nos muestra siempre es menos interesante que cuanto acontece tras unos cristales. En esa oquedad radiante o sombría, la vida sueña, sufre, vive”.

Por una ventana cabe todo: las estrellas, el amor, el mar, la montaña, la lluvia, el dolor, el movimiento, el susurro de Dios, la naturaleza en segmentos, la melancolía, la brisa, al adiós.

Las ventanas son los aleph palpables, construidos por los siglos por el hombre…

Las ventanas son los ojos de la casa. Sin ventanas, de hecho, la casa estaría ciega, sin luz ni voluntad de mundo.

A través de la ventana se nos presenta la vida, la naturaleza, el transeúnte, el tráfico irremediable de los autos.

Si nos asomamos por una ventana veremos que el mundo sigue vivo allá afuera. El mundo es según el estado de ánimo que tengamos.

Hay un cuento que mal recuerdo y que narra sobre dos pacientes en un cuarto de hospital y que sólo tenían como única manera de mirar hacia fuera una ventana. El paciente que estaba más cerca de ésta le contaba a su compañero más alejado que por la ventana se veía una calle llena de personas, de vendedores, de niños corriendo, de mujeres con sus hijos comprando globos, golosinas en la plaza.

Al día siguiente, el paciente de la ventana murió. El otro paciente, al ver la cama vacía con gran esfuerzo se levantó y llevó hasta la ventana y lo que percibió fue sólo una calle miserable que daba hacia un basurero.

La ventana, como el libro, nos pone frente a mundos reales e imaginarios. Me explico. Para mí, enfermo de cáncer, la vista del parque desde mi ventana es un paliativo, descanso para mi espíritu por los árboles (araucarias y fresnos) que se yerguen, soberbios, altos, altos como diría García Márquez en su magistral “Cien años de soledad”, que no podrían alcanzarlos “ni los más altos pájaros de la memoria”.

Para otro, ese mismo panorama es motivo de hastío, de rutina que hace pensar echarle un telefonazo al municipio para que poden dichos árboles que pueden provocar corto circuito con los cables de energía eléctrica.

El mundo es según quien lo vea. Las ventanas significan libertad o prisión. Por las ventanas entra la luz solar y la humedad del espacio exterior.

Si una ventana permanece cerrada es como si al mundo (allá afuera) lo estuviera viendo un cíclope.

En 1862, Baudalaire escribió sobre las ventanas: “Quien desde fuera mira a través de una ventana abierta, jamás ve tantas cosas como quien mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, tenebroso y deslumbrante que una ventana tenuemente iluminada por un candil. Lo que la luz del sol nos muestra siempre es menos interesante que cuanto acontece tras unos cristales. En esa oquedad radiante o sombría, la vida sueña, sufre, vive”.

Por una ventana cabe todo: las estrellas, el amor, el mar, la montaña, la lluvia, el dolor, el movimiento, el susurro de Dios, la naturaleza en segmentos, la melancolía, la brisa, al adiós.

Las ventanas son los aleph palpables, construidos por los siglos por el hombre…