/ miércoles 10 de marzo de 2021

El Espectador | Los drones asesinos

Los policías volteaban constantemente al cielo esa noche de lunes, en realidad querían captar algún sonido que les alertara de la presencia de algún otro drone. No porque los hipnotizaran sus mecánicos movimientos en el aire. En realidad, acababan de encontrar en el techo de la casa del jefe un dispositivo de seis hélices cargado con dos granadas de fragmentación. Por suerte, la familia no estaba en casa. Por suerte, la nave llegó a su destino, pero no explotó como se esperaba.

La nave de juguete, de esas compradas en una tienda de electrónica de algún centro comercial que se respete con tener lo último en tecnología, tenía atadas las bombas con cinta plateada, esa que usan para parchar ductos. Ingenio mexicano, dirán algunos. Ingenio para matar, completarán otros.

A principios del año 2018, en otra entrega de esta columna, les contaba que fue a finales del 2017 cuando nos enteramos con sorpresa que en Ucrania estaban probando drones que contaban con una cabeza explosiva y que con su cámara y avanzados sensores se podía utilizar como bomba a distancia, con mucha precisión. Oleksandr Turchinov, uno de los altos militarles ucranianos, incluso aparece en un video mostrando su logro. Su logro, si ven el video, se resume en un blanco a distancia en un terreno vacío en donde el avión tripulado a distancia se estrella y explota violentamente. Demuestran cómo es posible tener misiles-drone baratos para cumplir con misiones en tierra en las que no necesitan arriesgar nada.

Para los que seguimos estas tecnologías desde hace muchos años, sabíamos que no faltaba tanto tiempo para que el valor de estos dispositivos bajara y se utilizaran para algo más que vigilancia a distancia y espionaje entre fronteras. Las grandes naves militares que hacen esto a gran escala en Afganistán y Siria, ahora son pequeños dispositivos caseros que con algunas sencillas modificaciones pueden asesinar efectivamente. Tan simple como pegarle a un drone con cinta canela unas granadas.

A finales del 2017, en octubre, fueron detenidos cuatro mexicanos supuestamente ligados a un cártel de las drogas, en posesión de un drone cargado con bombas. Eso sorprendió a las autoridades estadounidenses y lanzaron una alerta. En julio del 2018 nos enteramos del atentado en contra de Gerardo Sosa Olachea, secretario de Seguridad Pública de Baja California. Y desde entonces muchos entendieron que no se trata de una broma, ni de un asunto de película de ficción. Los drones son cada día más baratos.

Desde entonces, nosotros ya miramos al cielo con miedo, teniendo en cuenta las posibilidades de estas herramientas y el contexto político y social en este país, pensamos que además de tomar fotos panorámicas y videos promocionales de algún edificio o marcha, el dueño de ese robot volador probablemente tiene otras ideas en mente. Ideas que no necesariamente tienen que ver con un mejor futuro. Es, como muchos de los desarrollos que usamos, parte de las ideas pensadas para dominar, aplicadas a la vida diaria. Y mientras tanto, en Tecate, Baja California, la historia de los drones con los que quisieron matar al jefe de los policías ya se hizo leyenda. Y mientras tanto, en la Ciudad de México, la pistola antidrones en Palacio Nacional sigue siendo una herramienta que pocos comprenden necesaria.

Los policías volteaban constantemente al cielo esa noche de lunes, en realidad querían captar algún sonido que les alertara de la presencia de algún otro drone. No porque los hipnotizaran sus mecánicos movimientos en el aire. En realidad, acababan de encontrar en el techo de la casa del jefe un dispositivo de seis hélices cargado con dos granadas de fragmentación. Por suerte, la familia no estaba en casa. Por suerte, la nave llegó a su destino, pero no explotó como se esperaba.

La nave de juguete, de esas compradas en una tienda de electrónica de algún centro comercial que se respete con tener lo último en tecnología, tenía atadas las bombas con cinta plateada, esa que usan para parchar ductos. Ingenio mexicano, dirán algunos. Ingenio para matar, completarán otros.

A principios del año 2018, en otra entrega de esta columna, les contaba que fue a finales del 2017 cuando nos enteramos con sorpresa que en Ucrania estaban probando drones que contaban con una cabeza explosiva y que con su cámara y avanzados sensores se podía utilizar como bomba a distancia, con mucha precisión. Oleksandr Turchinov, uno de los altos militarles ucranianos, incluso aparece en un video mostrando su logro. Su logro, si ven el video, se resume en un blanco a distancia en un terreno vacío en donde el avión tripulado a distancia se estrella y explota violentamente. Demuestran cómo es posible tener misiles-drone baratos para cumplir con misiones en tierra en las que no necesitan arriesgar nada.

Para los que seguimos estas tecnologías desde hace muchos años, sabíamos que no faltaba tanto tiempo para que el valor de estos dispositivos bajara y se utilizaran para algo más que vigilancia a distancia y espionaje entre fronteras. Las grandes naves militares que hacen esto a gran escala en Afganistán y Siria, ahora son pequeños dispositivos caseros que con algunas sencillas modificaciones pueden asesinar efectivamente. Tan simple como pegarle a un drone con cinta canela unas granadas.

A finales del 2017, en octubre, fueron detenidos cuatro mexicanos supuestamente ligados a un cártel de las drogas, en posesión de un drone cargado con bombas. Eso sorprendió a las autoridades estadounidenses y lanzaron una alerta. En julio del 2018 nos enteramos del atentado en contra de Gerardo Sosa Olachea, secretario de Seguridad Pública de Baja California. Y desde entonces muchos entendieron que no se trata de una broma, ni de un asunto de película de ficción. Los drones son cada día más baratos.

Desde entonces, nosotros ya miramos al cielo con miedo, teniendo en cuenta las posibilidades de estas herramientas y el contexto político y social en este país, pensamos que además de tomar fotos panorámicas y videos promocionales de algún edificio o marcha, el dueño de ese robot volador probablemente tiene otras ideas en mente. Ideas que no necesariamente tienen que ver con un mejor futuro. Es, como muchos de los desarrollos que usamos, parte de las ideas pensadas para dominar, aplicadas a la vida diaria. Y mientras tanto, en Tecate, Baja California, la historia de los drones con los que quisieron matar al jefe de los policías ya se hizo leyenda. Y mientras tanto, en la Ciudad de México, la pistola antidrones en Palacio Nacional sigue siendo una herramienta que pocos comprenden necesaria.