/ jueves 6 de junio de 2019

El extranjero

Este es el inolvidable comienzo de El extranjero, la primera novela de Albert Camus, cuyo centenario de su nacimiento se cumplió apenas hace dos años, y pasó desapercibido totalmente por el mundo cultural francés, que no ha querido reconocer el gran talento y la enorme aportación que hizo a la crítica de lo construido por el pensamiento tradicional y que ha servido de sendero para multitudes de jóvenes intelectuales y artistas que ven en esta crítica que Camus realiza sobre el establishment -clasificándolo como absurdo- en el cual han fincado los cimientos de su trayectoria en el mundo del arte y la literatura las generaciones posteriores a la obra y la vida del premio Nobel argelino.

El extranjero es la primera novela que Albert Camus escribió en 1942, publicada durante la ocupación nazi de Francia produce una cálida emoción que genera el momento en que el protagonista comprende en Argelia -donde dispara cuatro veces sobre el cuerpo inerte de un árabe- "que había destruido el equilibrio del día" el silencio excepcional de una playa en la que había sido feliz. No hay arrepentimiento en ese hombre de carácter taciturno y reservado que no tiene escapatoria. Que está condenado de antemano por la displicencia frente a la muerte de su madre y luego, peor aún, por un crimen absurdo. Aunque mata por una razón rigurosamente cierta: el sol los cegó. "Y bien, tendré que morir", dice Meursault (el personaje del extranjero) en la cárcel. "Antes que otros, es evidente. Pero todo el mundo sabe que la vida no vale la pena ser vivida. En el fondo, no ignoraba que morir a los treinta años o a los setenta importa poco (...) desde que uno debe morir, es evidente que no importa cómo ni cuándo.

Albert Camus apenas tenía 29 años cuando publicó El extranjero. Había llegado a París dos años antes, en 1940 desde Argelia, donde nació el 7 de noviembre de 1913 (era escorpión), provenía de una familia de colonos franceses, su madre era una mujer analfabeta y casi sorda que realizó trabajos de sirvienta para alimentar y educar a su adorado Albert; se llamaba Catalia Elena Sintes. Fue la que enseñó al premio Nobel a escribir en castellano y en catalán. Su padre Lucien Camus, trabajaba en una finca vitivinícola y murió en la primera guerra mundial peleando por Francia.

Camus cuando llegó a París solo había publicado el ensayo "El revés y el derecho" en 1937, en este trabajo literario que lo consagra tan joven -a contrapelo de quienes proclaman que lo mejor se escribe en la madurez- (cuestión con la que no estoy de acuerdo), está condensado el mundo "camusiano" que, según los expertos en este premio Nobel de Literatura como el talentoso Bernard-Henri Levy era un kantismo práctico. "Desconfianza, gratitud y escepticismo" y se podría agregar después de leer los textos más importantes de Camus una alta dosis de sentido extremado de lo trágico. No hay otra certeza que la muerte y la existencia de Dios es irrelevante comparado con el cabello de una mujer, escribe Camus.

Cuando recibió el premio Nobel de Literatura en 1957 Albert Camus tenía 44 años, era un hombre joven, un triunfador, había derrotado a todos sus detractore,s entre ellos Jean-Paul Sartre y Simone Beauvoir, quienes con su influencia desmedida lograron que Albert Camus fuera expulsado del partido comunista francés en donde ingreso siendo muy joven a su llegada a París. En 1942 publica también "El Mito" de Sísifo, un ensayo literario en el que despliega su teoría del absurdo, el reconocimiento de la intrascendencia del hombre enfrentado al mundo, a su destino, a la historia, vamos, diría yo enfrentándose a todo aquello con lo que no estuviera de acuerdo, una especie de iconoclasta menor convertido en un justiciero terminando por medio de su poder personal solemnidades eternas.

En 1947, ya concluida la guerra, publica "La peste", una alegoría sobre el nazismo que lo coloca en una zona altamente protagónica y espinosa como intelectual público. Camus se fastidia de todo esto, sobre todo de la repugnante seriedad que adoptó la sociedad francesa después de la guerra.

Su relación con Sartre se quebró de forma drástica y contundente, el padre del existencialismo lo descalifica severamente, lo considera un "burgués", lo llama: Camus el burgués. Como consecuencia de un libro que publicó en 1951 Camus, "El hombre rebelde", en el que rechaza y repudia los totalitarismos del siglo, incluida la Unión Soviética. "El fin no justifica los medios", asegura Camus en su obra teatral "Los justos", frase que estaba en el aire del socialismo de la época, cualquier crítica a Stalin y sus crímenes era una "desviación burguesa" imperdonable, Camus no se espantó, denunció con más firmeza el terror stalinista, decidió quedar a la intemperie, cosechó incomprensiones por todos lados, además de que la derecha, oportunista y sedienta siempre de llevar agua a su molino, intentó sacar tajada de esta circunstancia en la que Camus se enfrenta al imperialismo soviético.

Hay dos textos de Albert Camus, que me parecen espléndidos para las nuevas generaciones de este siglo; uno de ellos fue cuando recibió el premio Nobel de Literatura en 1957, dijo en ese entonces: "Cada generación sin duda se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea es quizá aún más grande, planteó el escritor. "Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida en la que se mezclan las revoluciones frustradas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos y las ideologías extenuadas; cuando los poderes mediocres pueden destruirlo todo, pero ya no saben convencer; cuando la inteligencia se ha rebajado hasta convertirse en criada del odio y la opresión, esta generación ha tenido, en sí misma y alrededor de sí misma que restaurar a partir de sus negaciones, un poco de lo que hace digno el vivir y el morir.

Tres años después de haber recibido la corona de la literatura el 4 de enero de 1960 a los 47 años, Camus muere en un accidente cerca de un pueblo de La Borgoña, en su propio automóvil que pudo comprarse gracias a las bondades económicas del Nobel de Literatura, un vertiginoso Porsche que lo estrelló en una curva y lo condujo a un abismo para que llegara finalmente a la eternidad.

Este es el inolvidable comienzo de El extranjero, la primera novela de Albert Camus, cuyo centenario de su nacimiento se cumplió apenas hace dos años, y pasó desapercibido totalmente por el mundo cultural francés, que no ha querido reconocer el gran talento y la enorme aportación que hizo a la crítica de lo construido por el pensamiento tradicional y que ha servido de sendero para multitudes de jóvenes intelectuales y artistas que ven en esta crítica que Camus realiza sobre el establishment -clasificándolo como absurdo- en el cual han fincado los cimientos de su trayectoria en el mundo del arte y la literatura las generaciones posteriores a la obra y la vida del premio Nobel argelino.

El extranjero es la primera novela que Albert Camus escribió en 1942, publicada durante la ocupación nazi de Francia produce una cálida emoción que genera el momento en que el protagonista comprende en Argelia -donde dispara cuatro veces sobre el cuerpo inerte de un árabe- "que había destruido el equilibrio del día" el silencio excepcional de una playa en la que había sido feliz. No hay arrepentimiento en ese hombre de carácter taciturno y reservado que no tiene escapatoria. Que está condenado de antemano por la displicencia frente a la muerte de su madre y luego, peor aún, por un crimen absurdo. Aunque mata por una razón rigurosamente cierta: el sol los cegó. "Y bien, tendré que morir", dice Meursault (el personaje del extranjero) en la cárcel. "Antes que otros, es evidente. Pero todo el mundo sabe que la vida no vale la pena ser vivida. En el fondo, no ignoraba que morir a los treinta años o a los setenta importa poco (...) desde que uno debe morir, es evidente que no importa cómo ni cuándo.

Albert Camus apenas tenía 29 años cuando publicó El extranjero. Había llegado a París dos años antes, en 1940 desde Argelia, donde nació el 7 de noviembre de 1913 (era escorpión), provenía de una familia de colonos franceses, su madre era una mujer analfabeta y casi sorda que realizó trabajos de sirvienta para alimentar y educar a su adorado Albert; se llamaba Catalia Elena Sintes. Fue la que enseñó al premio Nobel a escribir en castellano y en catalán. Su padre Lucien Camus, trabajaba en una finca vitivinícola y murió en la primera guerra mundial peleando por Francia.

Camus cuando llegó a París solo había publicado el ensayo "El revés y el derecho" en 1937, en este trabajo literario que lo consagra tan joven -a contrapelo de quienes proclaman que lo mejor se escribe en la madurez- (cuestión con la que no estoy de acuerdo), está condensado el mundo "camusiano" que, según los expertos en este premio Nobel de Literatura como el talentoso Bernard-Henri Levy era un kantismo práctico. "Desconfianza, gratitud y escepticismo" y se podría agregar después de leer los textos más importantes de Camus una alta dosis de sentido extremado de lo trágico. No hay otra certeza que la muerte y la existencia de Dios es irrelevante comparado con el cabello de una mujer, escribe Camus.

Cuando recibió el premio Nobel de Literatura en 1957 Albert Camus tenía 44 años, era un hombre joven, un triunfador, había derrotado a todos sus detractore,s entre ellos Jean-Paul Sartre y Simone Beauvoir, quienes con su influencia desmedida lograron que Albert Camus fuera expulsado del partido comunista francés en donde ingreso siendo muy joven a su llegada a París. En 1942 publica también "El Mito" de Sísifo, un ensayo literario en el que despliega su teoría del absurdo, el reconocimiento de la intrascendencia del hombre enfrentado al mundo, a su destino, a la historia, vamos, diría yo enfrentándose a todo aquello con lo que no estuviera de acuerdo, una especie de iconoclasta menor convertido en un justiciero terminando por medio de su poder personal solemnidades eternas.

En 1947, ya concluida la guerra, publica "La peste", una alegoría sobre el nazismo que lo coloca en una zona altamente protagónica y espinosa como intelectual público. Camus se fastidia de todo esto, sobre todo de la repugnante seriedad que adoptó la sociedad francesa después de la guerra.

Su relación con Sartre se quebró de forma drástica y contundente, el padre del existencialismo lo descalifica severamente, lo considera un "burgués", lo llama: Camus el burgués. Como consecuencia de un libro que publicó en 1951 Camus, "El hombre rebelde", en el que rechaza y repudia los totalitarismos del siglo, incluida la Unión Soviética. "El fin no justifica los medios", asegura Camus en su obra teatral "Los justos", frase que estaba en el aire del socialismo de la época, cualquier crítica a Stalin y sus crímenes era una "desviación burguesa" imperdonable, Camus no se espantó, denunció con más firmeza el terror stalinista, decidió quedar a la intemperie, cosechó incomprensiones por todos lados, además de que la derecha, oportunista y sedienta siempre de llevar agua a su molino, intentó sacar tajada de esta circunstancia en la que Camus se enfrenta al imperialismo soviético.

Hay dos textos de Albert Camus, que me parecen espléndidos para las nuevas generaciones de este siglo; uno de ellos fue cuando recibió el premio Nobel de Literatura en 1957, dijo en ese entonces: "Cada generación sin duda se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea es quizá aún más grande, planteó el escritor. "Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida en la que se mezclan las revoluciones frustradas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos y las ideologías extenuadas; cuando los poderes mediocres pueden destruirlo todo, pero ya no saben convencer; cuando la inteligencia se ha rebajado hasta convertirse en criada del odio y la opresión, esta generación ha tenido, en sí misma y alrededor de sí misma que restaurar a partir de sus negaciones, un poco de lo que hace digno el vivir y el morir.

Tres años después de haber recibido la corona de la literatura el 4 de enero de 1960 a los 47 años, Camus muere en un accidente cerca de un pueblo de La Borgoña, en su propio automóvil que pudo comprarse gracias a las bondades económicas del Nobel de Literatura, un vertiginoso Porsche que lo estrelló en una curva y lo condujo a un abismo para que llegara finalmente a la eternidad.