/ lunes 9 de julio de 2018

Con café y a media luz | El más observado

Al inicio de este año, este servidor escribió algo referente a un cambio sustancial en el modo en el que nosotros, como ciudadanía y sociedad, empezaríamos a vivir. Esta transformación del consciente colectivo tendría, como referente, el proceso democrático que acabamos de vivir, siempre y cuando, el contexto en el que éste se desarrollara no fuera viciado por malas y añejas costumbres heredadas por figuras e instituciones políticas de un pasa- do oscuro del México de fin de siglo.

Afortunadamente para la democracia mexicana y para el pleno derecho al ejercicio de la decisión, las cosas ocurrieron como mandan los cánones y el resultado lo conoce usted, querido amigo lector, de antemano. El hoy presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos es Andrés Manuel López Obrador, un personaje sumamente polémico y multifacético en su desarrollo del quehacer político que, después de tres intentos, consiguió llegar al peldaño más alto de los puestos públicos de la administración nacional.

Con un buen número de promesas sumamente criticables a los ojos de diversos grupos sociales y, por supuesto, de sus rivales en la contienda electoral, quienes aseguraban que la visión que el tabasqueño tenía sobre el México del futuro era, por el contrario, retrógrada e involucionaría a los intereses de las masas y, más que adelanto, traería un retroceso considerable a los avances que ya se habían conseguido a lo lar- go de tantos años.

Sin embargo, las promesas fincadas, principalmente, en cuestiones económicas sembrando la esperanza en el pópulo de alcanzar fácilmente un mejor futuro, pesaron más y convirtieron a este hombre en una especie de “Robin Hood” moderno o un “Zorro” de la Alta California, ya que todo se resumía en una filosofía sumamente sencilla: “Les quitaría a los ricos, empresarios y presidentes, para darle a los pobres”. Esto último de primera vista resulta sumamente sencillo cuando se ocupa un cargo con suficiente poder como el que tendrá él a partir de diciembre de 2018.

Pero la administración pública y, en particular, de una nación entera no se rige con un resumen tan sencillo como ese. Por el contrario, implica una serie de cuestiones más delicadas en materia de turismo, salud, seguridad, política internacional, educación y un sinfín de factores por los que el mandatario deberá rodearse de gente sumamente capaz para desempeñar con éxito el cargo encomendado en cada una de las áreas que le he mencionado.

Hasta el momento, el gabinete que ha convocado a colaborar el señor López Obrador está enteramente calificado con sus respectivas observaciones que en su momento tendremos la oportunidad de platicar.

Lo que nos atañe en este día y que resume las dos líneas de redacción que he propuesto al inicio de la entrega es que, debido a esa transformación social y a la esperanza sembrada en un determinado grupo, la gente que votó por AMLO estará a la expectativa para vivir el cambio que les han prometido y poder comprobar que este hombre tenía toda la razón en su plataforma de trabajo.

Por otra parte, los detractores del personaje en cuestión estarán atentos, aun más que el resto de la nación para poder gritar “a los cuatro vientos” cuando el de Macuspana no pueda cumplir con todo lo que aseguró que haría en beneficio de México una vez que llegara al poder y así poder decir la famosa frase: “Se los dijimos”

Tan es así la situación que, a una semana de haber vivido la contienda democrática más cerrada, compleja e importante del México contemporáneo y tras haber escuchado las opiniones de la gente más cercana al futuro mandatario, ya hay quien está apuntando con el dedo las “promesas falsas” que se están cayendo poco a poco y eso que aún no empieza la administración 2018-2024.

¿A qué me refiero?

En primer término, a aquel estribillo de campaña “¡Ya no habrá más gasolinazos!” y, después de la elección, resulta que quien será secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, aseguró en un medio nacional que el alza a la gasolina no depende de las decisiones del Ejecutivo sino del costo de ex- tracción, refinación, producción del combustible y la incidencia del mercado internacional y por tanto, es un producto que, dijo literalmente, “nunca va a bajar de precio”.

En otro orden de ideas, pero con la misma tendencia, está el caso del avión presidencial, ese que “no lo tiene ni Obama” y que tanto se aseguró que se vendería y, es más, ya se había ofrecido a Donald Trump. Pues resulta que hoy, el discurso, ha cambiado. Puesto que el ahora electo suavizó su argumento y sentenció que dicha unidad es un bien activo de la nación y si se llegara a vender se sometería primero a consulta popular. ¿Recuerda cuando le di- je que este sería el sexenio de las consultas y a ver si quedaba tiempo para ejercer las acciones?

Y como lo anterior, se puede mencionar el tema del nuevo aeropuerto, la construcción de las dos refinerías, la adjetivación nada agradable a la clase empresarial y su posterior retractación, la cuestión del ejército y marina en las calles para erradicar la inseguridad y otros detalles que, al parecer, en los hechos contradicen a las promesas que se escucharon en la campaña más larga de la historia del país.

Pero, insisto, no es algo que esté señalando este servidor, es lo que dicen los rivales del polémico AMLO y que sostienen como mentiras con las que se engañó al pueblo, pueblo que, por lo que veo, solamente está esperando ser notificados del retiro de pensión a los expresidentes y de dónde será el lugar en el que podrán pasar a cobrar las becas generadas con ese mismo recurso.

Para concluir la entrega del día de hoy y despedirnos en esta mañana de lunes, querido amigo , este sexenio, prácticamente, por una u otra razón, terminará siendo el más vigilado de la historia de nuestro país y, por ende, el más demandado y exigido.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

Al inicio de este año, este servidor escribió algo referente a un cambio sustancial en el modo en el que nosotros, como ciudadanía y sociedad, empezaríamos a vivir. Esta transformación del consciente colectivo tendría, como referente, el proceso democrático que acabamos de vivir, siempre y cuando, el contexto en el que éste se desarrollara no fuera viciado por malas y añejas costumbres heredadas por figuras e instituciones políticas de un pasa- do oscuro del México de fin de siglo.

Afortunadamente para la democracia mexicana y para el pleno derecho al ejercicio de la decisión, las cosas ocurrieron como mandan los cánones y el resultado lo conoce usted, querido amigo lector, de antemano. El hoy presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos es Andrés Manuel López Obrador, un personaje sumamente polémico y multifacético en su desarrollo del quehacer político que, después de tres intentos, consiguió llegar al peldaño más alto de los puestos públicos de la administración nacional.

Con un buen número de promesas sumamente criticables a los ojos de diversos grupos sociales y, por supuesto, de sus rivales en la contienda electoral, quienes aseguraban que la visión que el tabasqueño tenía sobre el México del futuro era, por el contrario, retrógrada e involucionaría a los intereses de las masas y, más que adelanto, traería un retroceso considerable a los avances que ya se habían conseguido a lo lar- go de tantos años.

Sin embargo, las promesas fincadas, principalmente, en cuestiones económicas sembrando la esperanza en el pópulo de alcanzar fácilmente un mejor futuro, pesaron más y convirtieron a este hombre en una especie de “Robin Hood” moderno o un “Zorro” de la Alta California, ya que todo se resumía en una filosofía sumamente sencilla: “Les quitaría a los ricos, empresarios y presidentes, para darle a los pobres”. Esto último de primera vista resulta sumamente sencillo cuando se ocupa un cargo con suficiente poder como el que tendrá él a partir de diciembre de 2018.

Pero la administración pública y, en particular, de una nación entera no se rige con un resumen tan sencillo como ese. Por el contrario, implica una serie de cuestiones más delicadas en materia de turismo, salud, seguridad, política internacional, educación y un sinfín de factores por los que el mandatario deberá rodearse de gente sumamente capaz para desempeñar con éxito el cargo encomendado en cada una de las áreas que le he mencionado.

Hasta el momento, el gabinete que ha convocado a colaborar el señor López Obrador está enteramente calificado con sus respectivas observaciones que en su momento tendremos la oportunidad de platicar.

Lo que nos atañe en este día y que resume las dos líneas de redacción que he propuesto al inicio de la entrega es que, debido a esa transformación social y a la esperanza sembrada en un determinado grupo, la gente que votó por AMLO estará a la expectativa para vivir el cambio que les han prometido y poder comprobar que este hombre tenía toda la razón en su plataforma de trabajo.

Por otra parte, los detractores del personaje en cuestión estarán atentos, aun más que el resto de la nación para poder gritar “a los cuatro vientos” cuando el de Macuspana no pueda cumplir con todo lo que aseguró que haría en beneficio de México una vez que llegara al poder y así poder decir la famosa frase: “Se los dijimos”

Tan es así la situación que, a una semana de haber vivido la contienda democrática más cerrada, compleja e importante del México contemporáneo y tras haber escuchado las opiniones de la gente más cercana al futuro mandatario, ya hay quien está apuntando con el dedo las “promesas falsas” que se están cayendo poco a poco y eso que aún no empieza la administración 2018-2024.

¿A qué me refiero?

En primer término, a aquel estribillo de campaña “¡Ya no habrá más gasolinazos!” y, después de la elección, resulta que quien será secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, aseguró en un medio nacional que el alza a la gasolina no depende de las decisiones del Ejecutivo sino del costo de ex- tracción, refinación, producción del combustible y la incidencia del mercado internacional y por tanto, es un producto que, dijo literalmente, “nunca va a bajar de precio”.

En otro orden de ideas, pero con la misma tendencia, está el caso del avión presidencial, ese que “no lo tiene ni Obama” y que tanto se aseguró que se vendería y, es más, ya se había ofrecido a Donald Trump. Pues resulta que hoy, el discurso, ha cambiado. Puesto que el ahora electo suavizó su argumento y sentenció que dicha unidad es un bien activo de la nación y si se llegara a vender se sometería primero a consulta popular. ¿Recuerda cuando le di- je que este sería el sexenio de las consultas y a ver si quedaba tiempo para ejercer las acciones?

Y como lo anterior, se puede mencionar el tema del nuevo aeropuerto, la construcción de las dos refinerías, la adjetivación nada agradable a la clase empresarial y su posterior retractación, la cuestión del ejército y marina en las calles para erradicar la inseguridad y otros detalles que, al parecer, en los hechos contradicen a las promesas que se escucharon en la campaña más larga de la historia del país.

Pero, insisto, no es algo que esté señalando este servidor, es lo que dicen los rivales del polémico AMLO y que sostienen como mentiras con las que se engañó al pueblo, pueblo que, por lo que veo, solamente está esperando ser notificados del retiro de pensión a los expresidentes y de dónde será el lugar en el que podrán pasar a cobrar las becas generadas con ese mismo recurso.

Para concluir la entrega del día de hoy y despedirnos en esta mañana de lunes, querido amigo , este sexenio, prácticamente, por una u otra razón, terminará siendo el más vigilado de la historia de nuestro país y, por ende, el más demandado y exigido.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!