/ jueves 9 de julio de 2020

El otro gallo | ¿Cuánto es cuánto?

Se dice que la ciudad nunca duerme. En algún lugar en todo momento, alguien siempre anda, trabaja, come, ama o duerme. La vida en la ciudad corre presurosa como si fuese una competencia por vivir más.

Me pregunto, ¿cómo es eso de vivir más? digo el promedio de vida actual es de 73 años, luego entonces , si dos personas de esa edad fallecen al mismo tiempo, ¿cómo podremos saber quién vivió más?

La biología, y claro está nuestra lógica, nos podría decir que ambos vivieron lo mismo, luego entonces esto quiere decir que nuestra existencia ¿es producto de los años vividos? Acaso ¿ la vida de estas dos personas pueden ser catalogadas como iguales?

Quizá muchos pensarán que son las obras que uno hace en esta vida lo que delimitan nuestra forma de haber pasado por este mundo.

Así bien, para los demás, si dejaste obras materiales en beneficio de otros serás calificado como un excepcional ser humano; si por el contrario fuiste criminal o pudiendo ayudar a otros sólo seguiste amasando fortuna, serás criticado y hasta crucificado socialmente aunque ya hayas muerto.

Y es que la gente realmente no se fija en la forma en que viviste sino en lo que hiciste, si bien es cierto que el producto de nuestros actos hablan de lo que somos, no siempre reflejan la verdadera intención que tuvimos al hacerlos que es lo que en verdad vale.

Así el hombre que sea catalogado como "altruista" ante los ojos de la sociedad por haber dejado alguna obra material quizás su motivación al haberlo hecho no fue precisamente por nobleza, quizás lo hizo para deducir impuestos; el criminal pudo serlo por defender a su familia y no tuvo alternativa; y el que amasó fortuna quizás a su muerte legó todo anónimamente a la beneficiencia pública.

Nuestra propia vida descrita por las palabras de otros siempre será producto de dos cosas: el resultado material de nuestros actos y el punto de vista que esas personas hayan tenido de nosotros, siempre se es malo en una historia mal contada; así pues las frases "conmigo siempre fue buena gente" "al menos a mí me trató bien", ten por seguro que se dirán por aquellos con los que tuviste algún detalle o les brindaste una ayuda y eso siempre y cuando sean agradecidos, y los demás que te conocieron de "oídas" te juzgarán por lo que le dijeron de ti.

Luego entonces, ¿quién puede decir quién vivió más? Y la respuesta es simple, solo tú.

Sólo nosotros somos responsables y conocedores de los motivos de nuestras acciones. El vivir del que dirá la gente o el cómo seré catalogado por los demás cuando muera es una total tontería; pues si bien es cierto que vivimos en una sociedad, basta con respetar los derechos de los otros para poder estar en paz con el mundo pero buscar el reconocimiento de ese mundo de manera póstuma o en vida es totalmente desgastante e inútil.

Nuestra vida se debe medir por nosotros mismos, por las veces que hemos sido felices o por las veces que nos hemos levantado de donde nuestros actos o los actos de otros nos han colocado o como dice una letra de una canción muy vieja que amo, como el junco nos hemos doblado sin rompernos.

La valentía, el honor, la bondad y la generosidad están en los motivos de nuestros actos y esos motivos provienen de nuestras raíces.Es la congruencia de nuestro pensamiento y acción lo que realmente da valor al resultado obtenido, sea este material o intangible.

Debemos entonces vivir como deseamos pero de forma que logremos estar en paz con el mundo pero sobre todo, debemos vivir de una manera que logremos la paz con nosotros mismos.

Pues reitero, no se es triunfador por tener más que otro, o por escalar y llegar a la cúspide de un trabajo, de una posición social o de riqueza pisando a otros; ni tampoco somos más buenos por haber edificado alguna obra cuando realmente nuestros motivos no fue ayudar sino lavar dinero, deducir impuestos o sólo para que otros hablen bien de uno. Solo el porqué hacemos lo que hacemos determina el valor del resultado de nuestros actos.

Un ser en congruencia no es totalmente bueno ante los demás pero sí ante él mismo, la integridad y la honestidad van de la mano pues de que sirve que ante el ojo público seas honesto si a puerta cerrada no eres íntegro.

Somos lo que pensamos no lo que tenemos, por ello la mutación de nuestra manera de ser o de pensar debe ser producto de la sapiencia y siempre es para mejorar las raíces no para cambiar su polaridad ni su esencia pues quien es noble será aún más noble y generoso cuando todo le sea adverso y a pesar de que otros sean malos con él y quien es malo será aún peor cuando otros le hagan daño. La raíz de nuestro pensamiento no cambia solo muta al grado superlativo.

Sobreponerse a la adversidad no es solo pasar el trago amargo sino pasarlo extrayendo sabiduría, sólo eso determinará cuánto hemos vivido y no la edad cronológica que tengamos al momento de morir y tampoco lo hará la opinión que otros tengan de nosotros.

Se dice que la ciudad nunca duerme. En algún lugar en todo momento, alguien siempre anda, trabaja, come, ama o duerme. La vida en la ciudad corre presurosa como si fuese una competencia por vivir más.

Me pregunto, ¿cómo es eso de vivir más? digo el promedio de vida actual es de 73 años, luego entonces , si dos personas de esa edad fallecen al mismo tiempo, ¿cómo podremos saber quién vivió más?

La biología, y claro está nuestra lógica, nos podría decir que ambos vivieron lo mismo, luego entonces esto quiere decir que nuestra existencia ¿es producto de los años vividos? Acaso ¿ la vida de estas dos personas pueden ser catalogadas como iguales?

Quizá muchos pensarán que son las obras que uno hace en esta vida lo que delimitan nuestra forma de haber pasado por este mundo.

Así bien, para los demás, si dejaste obras materiales en beneficio de otros serás calificado como un excepcional ser humano; si por el contrario fuiste criminal o pudiendo ayudar a otros sólo seguiste amasando fortuna, serás criticado y hasta crucificado socialmente aunque ya hayas muerto.

Y es que la gente realmente no se fija en la forma en que viviste sino en lo que hiciste, si bien es cierto que el producto de nuestros actos hablan de lo que somos, no siempre reflejan la verdadera intención que tuvimos al hacerlos que es lo que en verdad vale.

Así el hombre que sea catalogado como "altruista" ante los ojos de la sociedad por haber dejado alguna obra material quizás su motivación al haberlo hecho no fue precisamente por nobleza, quizás lo hizo para deducir impuestos; el criminal pudo serlo por defender a su familia y no tuvo alternativa; y el que amasó fortuna quizás a su muerte legó todo anónimamente a la beneficiencia pública.

Nuestra propia vida descrita por las palabras de otros siempre será producto de dos cosas: el resultado material de nuestros actos y el punto de vista que esas personas hayan tenido de nosotros, siempre se es malo en una historia mal contada; así pues las frases "conmigo siempre fue buena gente" "al menos a mí me trató bien", ten por seguro que se dirán por aquellos con los que tuviste algún detalle o les brindaste una ayuda y eso siempre y cuando sean agradecidos, y los demás que te conocieron de "oídas" te juzgarán por lo que le dijeron de ti.

Luego entonces, ¿quién puede decir quién vivió más? Y la respuesta es simple, solo tú.

Sólo nosotros somos responsables y conocedores de los motivos de nuestras acciones. El vivir del que dirá la gente o el cómo seré catalogado por los demás cuando muera es una total tontería; pues si bien es cierto que vivimos en una sociedad, basta con respetar los derechos de los otros para poder estar en paz con el mundo pero buscar el reconocimiento de ese mundo de manera póstuma o en vida es totalmente desgastante e inútil.

Nuestra vida se debe medir por nosotros mismos, por las veces que hemos sido felices o por las veces que nos hemos levantado de donde nuestros actos o los actos de otros nos han colocado o como dice una letra de una canción muy vieja que amo, como el junco nos hemos doblado sin rompernos.

La valentía, el honor, la bondad y la generosidad están en los motivos de nuestros actos y esos motivos provienen de nuestras raíces.Es la congruencia de nuestro pensamiento y acción lo que realmente da valor al resultado obtenido, sea este material o intangible.

Debemos entonces vivir como deseamos pero de forma que logremos estar en paz con el mundo pero sobre todo, debemos vivir de una manera que logremos la paz con nosotros mismos.

Pues reitero, no se es triunfador por tener más que otro, o por escalar y llegar a la cúspide de un trabajo, de una posición social o de riqueza pisando a otros; ni tampoco somos más buenos por haber edificado alguna obra cuando realmente nuestros motivos no fue ayudar sino lavar dinero, deducir impuestos o sólo para que otros hablen bien de uno. Solo el porqué hacemos lo que hacemos determina el valor del resultado de nuestros actos.

Un ser en congruencia no es totalmente bueno ante los demás pero sí ante él mismo, la integridad y la honestidad van de la mano pues de que sirve que ante el ojo público seas honesto si a puerta cerrada no eres íntegro.

Somos lo que pensamos no lo que tenemos, por ello la mutación de nuestra manera de ser o de pensar debe ser producto de la sapiencia y siempre es para mejorar las raíces no para cambiar su polaridad ni su esencia pues quien es noble será aún más noble y generoso cuando todo le sea adverso y a pesar de que otros sean malos con él y quien es malo será aún peor cuando otros le hagan daño. La raíz de nuestro pensamiento no cambia solo muta al grado superlativo.

Sobreponerse a la adversidad no es solo pasar el trago amargo sino pasarlo extrayendo sabiduría, sólo eso determinará cuánto hemos vivido y no la edad cronológica que tengamos al momento de morir y tampoco lo hará la opinión que otros tengan de nosotros.