/ jueves 27 de febrero de 2020

El otro gallo | De tata a estorbo

Si sabes que cuando el cielo está aborregado habrá mal tiempo o si creciste con la famosa frase "yo a tu edad" es que creciste con tus abuelos.

En lo personal por desgracia no recuerdo mucho de la abuela, salvo la vez que me dio de nalgadas cuando me bajé de la cuna mientras estaban rezando en la sala. El abuelo evoca las noches de lectura de cuentos, donde los finales eran distintos a los que el autor había escrito y a tardes de invierno donde mirar hacia el horizonte era divertido.

¡Ay, los abuelos! imposible no sonreír al recordarlos como los integrantes favoritos de la familia sea por sus teorías de confabulación, sus historias fantásticas e interminables, sus sabios consejos, las frases que usan o la manera en que te salvan el pellejo cuando haz cometido una travesura convirtiéndose en tu inseparable cómplice.

Abnegados, apacibles, indolentes al paso de tiempo y cuyas palabras dulces los convierten en los perfectos abuelos...para los cuentos de hadas, pero no para el campo mexicano donde el coraje, la casta y la disciplina se imponen y donde el abuelo enseña al nieto el amor a la tierra, al viento, a la lluvia y a la vida con el trabajo y con el ejemplo. Donde el hijo y el nieto aprenden a observar el algodón en el cielo, a respetar la sabiduría de los viejos y a observar cómo cambia la vida al compás del tiempo.

La figura de los abuelos posee matices que otorgan a estos personajes un halo de solidez familiar, por lo que resulta una pena que en el México moderno la figura del tata sea vista como una carga más que como un cúmulo de conocimiento.

Decir abuelo ahora es decir, en muchos casos, asilo, confinamiento y olvido. La ingratitud se ha patentizado en la figura de los familiares que consideran en ocasiones a los abuelos como un lastre, como el ser incómodo que defeca en pañales cual pequeño niño pero sin la gracia de éste, como el ser olvidadizo y lerdo cuyos pasos no son tan ágiles como el de los jóvenes y por lo cual son confinados a un espacio donde no estorben.

Algunos sirven de cerillos en algún centro comercial ganando unos cuantos pesos para sentirse parte de un mundo que los ha dejado atrás.

En este tiempo donde la tecnología ha derivado en una deshumanización, cuando los valores que han sido soporte fundamental de nuestro pueblo por cientos de años se pierden por desconocimiento o falta de difusión, resulta urgente la recuperación de nuestros archivos, de nuestra memoria histórica a fin de fortalecer la identidad de las nuevas generaciones donde el respeto al tata se ha perdido y con él nuestras raíces, derivando en un desconocimiento de lo que somos por ignorancia de lo que fuimos.

Agradezco al destino haber nacido en el siglo pasado donde los padres eran respetados y los abuelos venerados. Es una pena que hoy en día no se valore la sabiduría que sólo otorga la vejez y se desprecie o incluso sea motivo de mofa por una juventud que no visualiza en ella su propio espejo a futuro y eso si tiene suerte.

Si sabes que cuando el cielo está aborregado habrá mal tiempo o si creciste con la famosa frase "yo a tu edad" es que creciste con tus abuelos.

En lo personal por desgracia no recuerdo mucho de la abuela, salvo la vez que me dio de nalgadas cuando me bajé de la cuna mientras estaban rezando en la sala. El abuelo evoca las noches de lectura de cuentos, donde los finales eran distintos a los que el autor había escrito y a tardes de invierno donde mirar hacia el horizonte era divertido.

¡Ay, los abuelos! imposible no sonreír al recordarlos como los integrantes favoritos de la familia sea por sus teorías de confabulación, sus historias fantásticas e interminables, sus sabios consejos, las frases que usan o la manera en que te salvan el pellejo cuando haz cometido una travesura convirtiéndose en tu inseparable cómplice.

Abnegados, apacibles, indolentes al paso de tiempo y cuyas palabras dulces los convierten en los perfectos abuelos...para los cuentos de hadas, pero no para el campo mexicano donde el coraje, la casta y la disciplina se imponen y donde el abuelo enseña al nieto el amor a la tierra, al viento, a la lluvia y a la vida con el trabajo y con el ejemplo. Donde el hijo y el nieto aprenden a observar el algodón en el cielo, a respetar la sabiduría de los viejos y a observar cómo cambia la vida al compás del tiempo.

La figura de los abuelos posee matices que otorgan a estos personajes un halo de solidez familiar, por lo que resulta una pena que en el México moderno la figura del tata sea vista como una carga más que como un cúmulo de conocimiento.

Decir abuelo ahora es decir, en muchos casos, asilo, confinamiento y olvido. La ingratitud se ha patentizado en la figura de los familiares que consideran en ocasiones a los abuelos como un lastre, como el ser incómodo que defeca en pañales cual pequeño niño pero sin la gracia de éste, como el ser olvidadizo y lerdo cuyos pasos no son tan ágiles como el de los jóvenes y por lo cual son confinados a un espacio donde no estorben.

Algunos sirven de cerillos en algún centro comercial ganando unos cuantos pesos para sentirse parte de un mundo que los ha dejado atrás.

En este tiempo donde la tecnología ha derivado en una deshumanización, cuando los valores que han sido soporte fundamental de nuestro pueblo por cientos de años se pierden por desconocimiento o falta de difusión, resulta urgente la recuperación de nuestros archivos, de nuestra memoria histórica a fin de fortalecer la identidad de las nuevas generaciones donde el respeto al tata se ha perdido y con él nuestras raíces, derivando en un desconocimiento de lo que somos por ignorancia de lo que fuimos.

Agradezco al destino haber nacido en el siglo pasado donde los padres eran respetados y los abuelos venerados. Es una pena que hoy en día no se valore la sabiduría que sólo otorga la vejez y se desprecie o incluso sea motivo de mofa por una juventud que no visualiza en ella su propio espejo a futuro y eso si tiene suerte.