/ jueves 3 de septiembre de 2020

El otro gallo | Doble cara

En la guerra o en la paz el pueblo necesita de héroes que encarnen los ideales de la sociedad, de poco sirve los discursos si no se acompañan de acciones.

Sin embargo, en mi querido México lleno de ambigüedades, lo mismo hacemos héroe a un ladrón invistiendo sus fechorías como actos heroicos llenos de arrojo y valor o bien, linchamos a alguien que nos parece sospechoso si nuestro sentido común nos lo dicta, dejando henchir nuestro pecho contra las injusticias hasta encarnar en nosotros el espíritu de Fuenteovejuna, aunque no siempre nos asista la razón.

Y es que quizá nuestra conceptualización de lo que es heroico se ha "actualizado" por no decir demeritado, y es esta "confusión" de valores lo que ha provocado que los jóvenes ahora vanaglorien y ensalcen criminales como los nuevos héroes, más cabe reconocer que esta confusión ha existido por mucho tiempo en nuestra cultura, ya que por un lado hacemos un repudio total a los criminales, dicho sea de paso con justa razón, ya que han lacerado el tejido social, empero ¿por qué cuando cambia el escenario y hay cambio de actores pero no de personajes, tendemos a cambiar de opinión?

Hablemos claro, en el Porfiriato un bandido llamado Jesús Arriaga "Chucho el Roto" asolaba los caminos y a los caminantes, distinguiéndose este por su elegante forma de vestir a pesar de ser gente de precarios recursos, de ahí el mote de roto según la jerga de la época.

Decía que este personaje se distinguía por su forma de vestir y porque solo asaltaba gente adinerada, obteniendo a su vez el beneplácito del pueblo gracias a la repartición de dádivas y aunque muchos dicen que era generoso realmente solo callaba bocas para no ser descubierto y entregado a la justicia.

Pero el punto focal de todo esto no es lo que hacía este delincuente sino el por qué la sociedad de la época lo admiraba y protegía como si se tratase de un científico o de alguien que aportara algo a la sociedad si al final de las cuentas y a pesar de cualquiera que haya sido el fin que tratara de alcanzar, era un ladrón como tantos otros en nuestra actual sociedad.

Aun siendo que es cierto que este personaje surge como resultado de una época donde la desigualdad social era más que evidente, su actuar ayer y hoy resulta reprochable pues está en contra de la sociedad, porque también las clases privilegiadas eran y seguirán siendo parte de la sociedad.

Si bien es cierto que la desigualdad social y la injusta distribución de la riqueza era un factor para hacer brotar la indignación entre los desprotegidos, también lo es que nada justifica el actuar de un criminal pues ni pobres ni ricos merecen ser despojados de sus bienes ni aun cuando estos provengan de un delito, en ese supuesto es la autoridad y no el pueblo quien debe hacer lo propio.

Mi querido México lleno de ambigüedades y de doble moral, donde se considera que los gobiernos son corruptos pero no reparamos cuando intentamos sobornar o aceptamos pagar sobornos, donde vamos a la iglesia los domingos y damos caridad sintiéndonos más puros pero señalamos con sorna al prójimo llamándole pusilánime y mediocre porque no desea ser tramposo y se conforma con ser honrado, donde aplaudimos a quien posea fortuna aunque sea un criminal y lo llamamos "fregón" y hasta le pedimos que pase la receta, donde aplaudimos apologías de delincuentes en la televisión pero ¡ay de nosotros si somos víctimas de alguno de esos delincuentes que tanto admiramos! porque entonces sí nos duele.

Mi querido México, donde la caridad la hacemos a la luz de los reflectores sociales que nos otorguen un halo filantrópico y humano, pero donde al caminar volteamos la mirada hacia lado contrario de la indigencia e injusticia y donde nuestra "confusión" conceptual ha olvidado a los verdaderos héroes y "elastizado" nuestra moral según nuestra conveniencia.

En la guerra o en la paz el pueblo necesita de héroes que encarnen los ideales de la sociedad, de poco sirve los discursos si no se acompañan de acciones.

Sin embargo, en mi querido México lleno de ambigüedades, lo mismo hacemos héroe a un ladrón invistiendo sus fechorías como actos heroicos llenos de arrojo y valor o bien, linchamos a alguien que nos parece sospechoso si nuestro sentido común nos lo dicta, dejando henchir nuestro pecho contra las injusticias hasta encarnar en nosotros el espíritu de Fuenteovejuna, aunque no siempre nos asista la razón.

Y es que quizá nuestra conceptualización de lo que es heroico se ha "actualizado" por no decir demeritado, y es esta "confusión" de valores lo que ha provocado que los jóvenes ahora vanaglorien y ensalcen criminales como los nuevos héroes, más cabe reconocer que esta confusión ha existido por mucho tiempo en nuestra cultura, ya que por un lado hacemos un repudio total a los criminales, dicho sea de paso con justa razón, ya que han lacerado el tejido social, empero ¿por qué cuando cambia el escenario y hay cambio de actores pero no de personajes, tendemos a cambiar de opinión?

Hablemos claro, en el Porfiriato un bandido llamado Jesús Arriaga "Chucho el Roto" asolaba los caminos y a los caminantes, distinguiéndose este por su elegante forma de vestir a pesar de ser gente de precarios recursos, de ahí el mote de roto según la jerga de la época.

Decía que este personaje se distinguía por su forma de vestir y porque solo asaltaba gente adinerada, obteniendo a su vez el beneplácito del pueblo gracias a la repartición de dádivas y aunque muchos dicen que era generoso realmente solo callaba bocas para no ser descubierto y entregado a la justicia.

Pero el punto focal de todo esto no es lo que hacía este delincuente sino el por qué la sociedad de la época lo admiraba y protegía como si se tratase de un científico o de alguien que aportara algo a la sociedad si al final de las cuentas y a pesar de cualquiera que haya sido el fin que tratara de alcanzar, era un ladrón como tantos otros en nuestra actual sociedad.

Aun siendo que es cierto que este personaje surge como resultado de una época donde la desigualdad social era más que evidente, su actuar ayer y hoy resulta reprochable pues está en contra de la sociedad, porque también las clases privilegiadas eran y seguirán siendo parte de la sociedad.

Si bien es cierto que la desigualdad social y la injusta distribución de la riqueza era un factor para hacer brotar la indignación entre los desprotegidos, también lo es que nada justifica el actuar de un criminal pues ni pobres ni ricos merecen ser despojados de sus bienes ni aun cuando estos provengan de un delito, en ese supuesto es la autoridad y no el pueblo quien debe hacer lo propio.

Mi querido México lleno de ambigüedades y de doble moral, donde se considera que los gobiernos son corruptos pero no reparamos cuando intentamos sobornar o aceptamos pagar sobornos, donde vamos a la iglesia los domingos y damos caridad sintiéndonos más puros pero señalamos con sorna al prójimo llamándole pusilánime y mediocre porque no desea ser tramposo y se conforma con ser honrado, donde aplaudimos a quien posea fortuna aunque sea un criminal y lo llamamos "fregón" y hasta le pedimos que pase la receta, donde aplaudimos apologías de delincuentes en la televisión pero ¡ay de nosotros si somos víctimas de alguno de esos delincuentes que tanto admiramos! porque entonces sí nos duele.

Mi querido México, donde la caridad la hacemos a la luz de los reflectores sociales que nos otorguen un halo filantrópico y humano, pero donde al caminar volteamos la mirada hacia lado contrario de la indigencia e injusticia y donde nuestra "confusión" conceptual ha olvidado a los verdaderos héroes y "elastizado" nuestra moral según nuestra conveniencia.