/ jueves 2 de abril de 2020

El otro gallo | Nosotros los ratones

Recuerdo aquellas madrugadas en que cuando niña, en la vecindad donde vivía los ratones se asomaban y corrían por la casa en busca de algo que comer para inmediatamente irse a su refugio. En aquel momento me daban miedo y aún ahora me siguen dando miedo, pero comprendo que quizá ellos sienten más miedo de nosotros pues saben que representamos su muerte.

Hoy, me siento como uno de esos ratones. Hoy que la muerte espera agazapada en algún rincón de esta ciudad, en alguna banca del parque, en algún escritorio u objeto a tocar, quizá en el saludo de un ser querido o hasta en el viento mismo, siento un temor casi como el que debe sentir un ratón cuando por hambre debe salir de su madriguera por comida y solo espera poder regresar a ella sano y salvo y haber escapado a la muerte al menos un día más.

Tal vez muchos discrepan conmigo y piensan que la muerte en forma de virus no les llegará, que son inmunes o quizás que no existe, lo cierto es que por esta discrepancia muchas personas aún convergen en las plazas, centros comerciales, en pizzerías y en la calle haciendo su vida normal sin temor a la muerte. Sin embargo, esta ¿"valentía"? sigue ocasionando infectados y muertes en nuestro país y en el mundo.

La falta de obediencia a los exhortos de las autoridades refleja no tan solo una falta de civismo sino también un sincero "me vale" hacia los demás que por cuestiones meramente laborales tenemos la necesidad como los ratones de salir de casa a cumplir con nuestro trabajo y algunos, los que vivimos solos, también lo hacemos para la procura de los alimentos.

Sin embargo, aquellos que nada tienen que hacer en la calle y salen simplemente porque no respetan las normas, porque creen que todo es una falacia o una estrategia de los gobiernos o porque simplemente no pueden convivir ni un instante con ellos mismos a solas o quizá sabiéndose enfermos desean que los demás corran su misma suerte, ellos realmente no pueden llamarse no sólo ciudadanos pues no acatan las disposiciones de las instituciones gubernamentales, sino tampoco pueden considerarse humanos pues les vale un rábano la suerte de todos los demás.

Ignoro si los ratones son como las abejas, donde hay jerarquías y funciones para cada miembro, quizás no y solo buscan su sustento sin importarles los demás; si es así entonces ahora comprendo que cuando éstos salían presurosos de sus madrigueras en busca de alimento no era por temor a la muerte sino por temor a los otros ratones a los cuales les valía, al igual que a nosotros, la suerte de los demás.

Recuerdo aquellas madrugadas en que cuando niña, en la vecindad donde vivía los ratones se asomaban y corrían por la casa en busca de algo que comer para inmediatamente irse a su refugio. En aquel momento me daban miedo y aún ahora me siguen dando miedo, pero comprendo que quizá ellos sienten más miedo de nosotros pues saben que representamos su muerte.

Hoy, me siento como uno de esos ratones. Hoy que la muerte espera agazapada en algún rincón de esta ciudad, en alguna banca del parque, en algún escritorio u objeto a tocar, quizá en el saludo de un ser querido o hasta en el viento mismo, siento un temor casi como el que debe sentir un ratón cuando por hambre debe salir de su madriguera por comida y solo espera poder regresar a ella sano y salvo y haber escapado a la muerte al menos un día más.

Tal vez muchos discrepan conmigo y piensan que la muerte en forma de virus no les llegará, que son inmunes o quizás que no existe, lo cierto es que por esta discrepancia muchas personas aún convergen en las plazas, centros comerciales, en pizzerías y en la calle haciendo su vida normal sin temor a la muerte. Sin embargo, esta ¿"valentía"? sigue ocasionando infectados y muertes en nuestro país y en el mundo.

La falta de obediencia a los exhortos de las autoridades refleja no tan solo una falta de civismo sino también un sincero "me vale" hacia los demás que por cuestiones meramente laborales tenemos la necesidad como los ratones de salir de casa a cumplir con nuestro trabajo y algunos, los que vivimos solos, también lo hacemos para la procura de los alimentos.

Sin embargo, aquellos que nada tienen que hacer en la calle y salen simplemente porque no respetan las normas, porque creen que todo es una falacia o una estrategia de los gobiernos o porque simplemente no pueden convivir ni un instante con ellos mismos a solas o quizá sabiéndose enfermos desean que los demás corran su misma suerte, ellos realmente no pueden llamarse no sólo ciudadanos pues no acatan las disposiciones de las instituciones gubernamentales, sino tampoco pueden considerarse humanos pues les vale un rábano la suerte de todos los demás.

Ignoro si los ratones son como las abejas, donde hay jerarquías y funciones para cada miembro, quizás no y solo buscan su sustento sin importarles los demás; si es así entonces ahora comprendo que cuando éstos salían presurosos de sus madrigueras en busca de alimento no era por temor a la muerte sino por temor a los otros ratones a los cuales les valía, al igual que a nosotros, la suerte de los demás.