/ miércoles 11 de julio de 2018

El todo es mayor que la suma de las partes

Nunca esta verdad es más cierta que cuando se pone a prueba la labor de un equipo.

Este Mundial de Rusia 2018 quedará en mi memoria como el Mundial de la colectividad. Cristiano Ronaldo, Lionel Messi, Jamess Rodríguez y Neymar, pasaron desapercibidos. Y aunque nos resulte contradictorio, los individuos sobresalientes lo han hecho promoviendo la pluralidad en sus equipos como lo hizo Pelé con Brasil, Santos y Cosmos. Ahora los jugadores más mencionados por los narradores no son, finalmente, los más favorecidos por las estadísticas. Ejemplo, Mbappe es el jugador más mentado de Francia; sin embargo, el que ha tenido mayor posesión de balón, con mayor número de pases, con más tiros a puerta, ha sido Antoine Griezman.

Ayer, al iniciar las semifinales, Francia y Bélgica lucieron una paridad absoluta, desde los porteros hasta los jugadores de campo, son estrellas reconocidas en toda Europa, quedando comprobado que es allí en donde se practica el mejor futbol, eliminando rápidamente a las grandes potencias sudamericanas como Brasil, Uruguay, Argentina y Colombia. Vemos finalmente cómo los equipos que no dependen de un súper jugador fueron avanzando parejos hasta octavos de final, llegando a cuartos aquellos cuyo estilo encontraba el sustento en la colectividad.

No siendo el futbol un deporte exacto, aunque la técnica está a punto de hacerlo, se nos dificulta aceptar que dos potencias tan semejantes puedan manifestar su superioridad sobre la otra, de forma contundente en la que no nos quepa duda alguna. Así podríamos admitir que un gol anotado en táctica fija marque la superioridad del ganador. Hoy el juego ha sido abierto y cada equipo en su estilo intentaba ofender a la vez que se defendía. Tal vez el portero francés Lloris tenga su salida por alto menos eficaz que la de Courtois el belga, pero es indudable que ambos son culpables de lo raquítico del marcador, pues si no fuera por sus intervenciones seguramente hubiéramos tenido un cinco a cinco.

El gusto por los estilos marcaría nuestra tendencia cromática, pero la paridad era tal, que ahora éramos azules para que enseguida fuéramos rojos, pues esto sucederá siempre que no sea nuestro TRI el que se encuentre en la contienda y, así voy de contradicción en contradicción. Igual que la “Chimoltrufia” como digo una cosa, digo otra. Así, la tan mencionada colectividad no puede de ninguna manera prescindir del individuo. Así nos enteramos de que la tan hermosa armonía belga depende en un alto porcentaje del arte e inventiva de sus jugadores. Es así que los puntos finos de estos juegos están hechos para verse con ojos de cámara fotográfica, pues solo quienes tienen la virtud de haber llevado el futbol al nivel que lo viera el gran músico ruso Dimitriv Schostacovich, quien lo describió como el “ballet de las masas”, podrá percibir la cantidad de detalles artísticos con los que Hasard adorna su exquisita conducción de balón.

En este partido, el arte de los franceses era anulado por el arte de los belgas y viceversa y, como todo se hacía con arte, nos dolía pensar que uno de los dos perdería. Así, después de muchas opciones de gol abortadas por sendas defensivas, en una jugada a balón detenido (tiro de esquina) Umtiti encuentra el único espacio libre que concediera Bélgica durante todo el partido para asestar un sorpresivo cabezazo imparable. ¡Qué extraño! Cuando uno está esperando este tipo de acción, que llega para abrir las compuertas de una expectación contenida por larguísimos minutos, la explosión no se produzca normalmente porque en el fondo de nuestro ser pensamos que el equipo aquel, fuera el nuestro o no, no merecía perder.

Lo aprendí desde hace tiempo, no puedo ser siempre vencedor, Dios no me pide ser el mejor, pero sí me pide que viva intentando serlo. Con esto siempre ha quedado tranquila mi conciencia, aceptando que si no he ganado es porque mi rival fue mejor y que para vencerlo, he de prepararme mejor. A partir de esto, me conformo sabiendo que puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe; pero jamás lo será el que abandona el combate.

Francia y Bélgica nos han brindado una muestra de lo que significa ser equipo y los héroes que han caído de cara al sol pueden llevar su conciencia tranquila pues pusieron todo su empeño por hacerlo bien, priorizando la colectividad, mostrando, igual que Pelé lo hiciera, la habilidad para ocultar la grandeza de los sentimientos, que es el más claro indicio de una inmensa superioridad... Este ha sido un extraordinario Campeonato Mundial, que siendo totalmente distinto de como se esperaba que fuera, nos ha dejado plenamente complacidos, esperando que como hasta ahora, el juego de hoy miércoles nos depare más sorpresas y emociones y, que libres de favoritismos, podamos igual que lo hacen los rusos, aplaudir a los que nos regalen arte, incluyendo a los que no son los nuestros.

Hasta pronto amigo.

Nunca esta verdad es más cierta que cuando se pone a prueba la labor de un equipo.

Este Mundial de Rusia 2018 quedará en mi memoria como el Mundial de la colectividad. Cristiano Ronaldo, Lionel Messi, Jamess Rodríguez y Neymar, pasaron desapercibidos. Y aunque nos resulte contradictorio, los individuos sobresalientes lo han hecho promoviendo la pluralidad en sus equipos como lo hizo Pelé con Brasil, Santos y Cosmos. Ahora los jugadores más mencionados por los narradores no son, finalmente, los más favorecidos por las estadísticas. Ejemplo, Mbappe es el jugador más mentado de Francia; sin embargo, el que ha tenido mayor posesión de balón, con mayor número de pases, con más tiros a puerta, ha sido Antoine Griezman.

Ayer, al iniciar las semifinales, Francia y Bélgica lucieron una paridad absoluta, desde los porteros hasta los jugadores de campo, son estrellas reconocidas en toda Europa, quedando comprobado que es allí en donde se practica el mejor futbol, eliminando rápidamente a las grandes potencias sudamericanas como Brasil, Uruguay, Argentina y Colombia. Vemos finalmente cómo los equipos que no dependen de un súper jugador fueron avanzando parejos hasta octavos de final, llegando a cuartos aquellos cuyo estilo encontraba el sustento en la colectividad.

No siendo el futbol un deporte exacto, aunque la técnica está a punto de hacerlo, se nos dificulta aceptar que dos potencias tan semejantes puedan manifestar su superioridad sobre la otra, de forma contundente en la que no nos quepa duda alguna. Así podríamos admitir que un gol anotado en táctica fija marque la superioridad del ganador. Hoy el juego ha sido abierto y cada equipo en su estilo intentaba ofender a la vez que se defendía. Tal vez el portero francés Lloris tenga su salida por alto menos eficaz que la de Courtois el belga, pero es indudable que ambos son culpables de lo raquítico del marcador, pues si no fuera por sus intervenciones seguramente hubiéramos tenido un cinco a cinco.

El gusto por los estilos marcaría nuestra tendencia cromática, pero la paridad era tal, que ahora éramos azules para que enseguida fuéramos rojos, pues esto sucederá siempre que no sea nuestro TRI el que se encuentre en la contienda y, así voy de contradicción en contradicción. Igual que la “Chimoltrufia” como digo una cosa, digo otra. Así, la tan mencionada colectividad no puede de ninguna manera prescindir del individuo. Así nos enteramos de que la tan hermosa armonía belga depende en un alto porcentaje del arte e inventiva de sus jugadores. Es así que los puntos finos de estos juegos están hechos para verse con ojos de cámara fotográfica, pues solo quienes tienen la virtud de haber llevado el futbol al nivel que lo viera el gran músico ruso Dimitriv Schostacovich, quien lo describió como el “ballet de las masas”, podrá percibir la cantidad de detalles artísticos con los que Hasard adorna su exquisita conducción de balón.

En este partido, el arte de los franceses era anulado por el arte de los belgas y viceversa y, como todo se hacía con arte, nos dolía pensar que uno de los dos perdería. Así, después de muchas opciones de gol abortadas por sendas defensivas, en una jugada a balón detenido (tiro de esquina) Umtiti encuentra el único espacio libre que concediera Bélgica durante todo el partido para asestar un sorpresivo cabezazo imparable. ¡Qué extraño! Cuando uno está esperando este tipo de acción, que llega para abrir las compuertas de una expectación contenida por larguísimos minutos, la explosión no se produzca normalmente porque en el fondo de nuestro ser pensamos que el equipo aquel, fuera el nuestro o no, no merecía perder.

Lo aprendí desde hace tiempo, no puedo ser siempre vencedor, Dios no me pide ser el mejor, pero sí me pide que viva intentando serlo. Con esto siempre ha quedado tranquila mi conciencia, aceptando que si no he ganado es porque mi rival fue mejor y que para vencerlo, he de prepararme mejor. A partir de esto, me conformo sabiendo que puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe; pero jamás lo será el que abandona el combate.

Francia y Bélgica nos han brindado una muestra de lo que significa ser equipo y los héroes que han caído de cara al sol pueden llevar su conciencia tranquila pues pusieron todo su empeño por hacerlo bien, priorizando la colectividad, mostrando, igual que Pelé lo hiciera, la habilidad para ocultar la grandeza de los sentimientos, que es el más claro indicio de una inmensa superioridad... Este ha sido un extraordinario Campeonato Mundial, que siendo totalmente distinto de como se esperaba que fuera, nos ha dejado plenamente complacidos, esperando que como hasta ahora, el juego de hoy miércoles nos depare más sorpresas y emociones y, que libres de favoritismos, podamos igual que lo hacen los rusos, aplaudir a los que nos regalen arte, incluyendo a los que no son los nuestros.

Hasta pronto amigo.