/ domingo 7 de noviembre de 2021

El universo de Maxwell | Deborah Berebichez

Deborah Berebichez nació en la Ciudad de México, en el seno de una familia de inmigrantes judíos. Sus abuelos llegaron a Nueva York en el siglo pasado, procedentes de Lituania. Debido a la gran cantidad de personas que arribaban en esa época en busca de un mejor futuro en los Estados Unidos de América, muchos barcos fueron puestos en cuarentena mientras se les autorizaba su entrada.

Durante ese lapso, el Gobierno mexicano les ofreció asilo, por lo que la familia Berebichez desembarcó en el Puerto de Tampico y de ahí se trasladó a la Capital mexicana. Su padre, el ingeniero civil Jaime Berebichez se casó con Sonia Selechnik, de origen guatemalteco.

Deborah era una niña muy inquieta, y siempre hacía preguntas sobre el porqué de los fenómenos físicos y de cómo funcionaban los aparatos. Estudió desde la primaria hasta la preparatoria en el Colegio Israelita de México, y siempre fue una alumna destacada.

Sentía atracción por la ciencia, en particular por las matemáticas y la física, pero todos, desde su madre hasta sus tutores vocacionales, le aconsejaban no estudiar eso, le decían que era para genios, que las mujeres debían estudiar una carrera más sencilla y buscar un buen matrimonio. Desde muy joven Deborah destacó también por su belleza, por lo que incursionó en el mundo del modelaje, además de practicar teatro.

ESTUDIOS

Al final, Deborah terminó por hacer caso a los comentarios sobre la carrera que debía estudiar, por lo que se inscribió en la Licenciatura en Filosofía en la Universidad Iberoamericana. Eligió este programa debido a que, si no podía estudiar física, al menos la filosofía le ofrecía algunas respuestas sobre el universo.

Cuando se encontraba a la mitad de sus estudios universitarios, Deborah aplicó para una beca, y la obtuvo en la Universidad Brandeis –cerca de Boston, Estados Unidos– con el fin de poder concluirlos en esa institución. La inquietud por estudiar física continuaba viva, así que se inscribió en un curso básico de astronomía.

En esa clase hizo amistad con Roopesh, el asistente indio del profesor. Él se dio cuenta del potencial para la ciencia que tenía Deborah, ya que los cuestionamientos que le hacía sobre la materia eran más profundos que los de los demás estudiantes. Ella le confesó su verdadera vocación y, un día que caminaban en Harvard, le dijo entre lágrimas que no quería morir sin haber intentado hacer física.

Después de escucharla, Roopesh fue a una cabina telefónica y telefoneó a su profesor, quien accedió a apoyarla. Para poder acceder al tercer año de Física, Deborah debía aprobar los dos primeros años en un examen y sólo tenía el verano para prepararse. Se dio cuenta de que apenas recordaba los principios de álgebra de secundaria, pero con la asesoría de su amigo indio, estudió 13 horas diarias durante dos meses y aprobó el examen.

Deborah concluyó sus estudios universitarios y obtuvo dos títulos, en Filosofía –que no abandonó– y en Física, en 1996. Su amigo Roopesh jamás aceptó alguna remuneración por la asesoría que le brindó, y sólo le comentó que cuando era niño y vivía en la India, un anciano que subía todos los días a la montaña donde estaba su casa para enseñarles matemáticas e inglés, les decía que el único pago que esperaba era que ellos después hicieran lo mismo por alguien, así que la estafeta le había sido pasada a Deborah.

APORTACIONES

Regresó a México para estudiar la Maestría en física en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero pensó que los laboratorios no tenían el tamaño ni el equipo comparable con los de las universidades estadounidenses. Por lo tanto, le escribió al Dr. Stephen Chu –Premio Nobel de Física 1997 y quien sería el Secretario de Energía del Gobierno de Barack Obama– para solicitarle estudiar bajo su tutela el doctorado en la Universidad de Stanford.

Deborah fue aceptada, pero el alto costo de sus estudios (alrededor de treinta mil dólares anuales) hacía casi imposible cumplir con sus propósitos. Afortunadamente, obtuvo una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) y pudo acudir. Concluyó su doctorado en 2002 y posteriormente realizó dos posdoctorados, uno en la Universidad de Columbia y otro en la Universidad de Nueva York.

Su tesis de doctorado postuló las bases de la propagación de ondas en medios no homogéneos mediante un sistema de comunicación basado en la emisión de ondas de tiempo reversible, llamadas así porque tienen la cualidad de recorrer de regreso su camino original, hasta el punto de emisión.

Estas ondas presentan una ventaja llamada superresolución, es decir que trascienden el límite normal de la difracción, de manera que la calidad de la onda aumenta a tal grado que es posible comunicarse a lugares muy lejanos y a lugares determinados sin perder calidad en la señal. Además de utilizarse en aplicaciones en telecomunicaciones, el sistema que Deborah desarrolló en su tesis tiene aplicaciones potenciales en el área de la salud, para tomografías focalizadas de gran resolución, por ejemplo.

LABOR ACTUAL

Deborah ha colaborado con el Premio Nobel de Física, Robert Laughlin, y ha trabajado en Nueva York en una consultoría, en el diseño de estrategias de finanzas. Cabe mencionar que los físicos son muy requeridos en esta área, ya que con base en la probabilidad y estadística, se pueden hacer mejores inversiones. Además de su labor científica, la Dra. Berebichez es modelo profesional.

Piensa que muchos científicos son poco expresivos para dar conocer bien su trabajo, lo que ocasiona un desinterés en la ciencia. Ante esto, ha propuesto el desarrollo de una nueva carrera llamada “mediadores de la ciencia”, quienes además de ser científicos aprendan a comunicar estos conocimientos.

DIVULGACIÓN CIENTÍFICA

Deborah cree que no hay manera de atraer a las mujeres a la ciencia si no se hacen cosas para que se sientan incluidas. Por eso, apoya el proyecto “Technovation Challenge”, el cual involucra, en un programa de cuatro meses, a mujeres de 16 años de bajos recursos, a quienes se les instruye para programar aplicaciones móviles de ciencia. Luego se les enseña a crear modelos de negocios y a venderlos frente a un panel de jueces. Los ganadores desarrollan esa aplicación y el dinero recaudado se usa para ir a la Universidad.

Ha protagonizado series de televisión de Discovery, Science Channel y National Geographic, y aparece regularmente como invitada experta en NOVA, CNN, MSNBC, Travel Channel y numerosos medios de comunicación internacionales. Su trabajo de divulgación científica ha sido reconocido por el Wall Street Journal, Oprah, el Dr. Oz, TED, Wired, Ciudad de las Ideas y otros.

MENSAJE

La Dra. Deborah Berebichez pide especialmente a las jovencitas eliminar todo tipo de clichés y límites mentales, ya que las mujeres pueden sobresalir en la ciencia y en cualquier área. Les recuerda que para ser científico no hay que ser un genio ni alguien raro, además de que la feminidad no está peleada con la inteligencia. El mensaje que esta exitosa mujer mexicana siempre les transmite es “¿Si yo pude por qué ustedes no?”.

rechavarrias@upv.edu.mx

Deborah Berebichez nació en la Ciudad de México, en el seno de una familia de inmigrantes judíos. Sus abuelos llegaron a Nueva York en el siglo pasado, procedentes de Lituania. Debido a la gran cantidad de personas que arribaban en esa época en busca de un mejor futuro en los Estados Unidos de América, muchos barcos fueron puestos en cuarentena mientras se les autorizaba su entrada.

Durante ese lapso, el Gobierno mexicano les ofreció asilo, por lo que la familia Berebichez desembarcó en el Puerto de Tampico y de ahí se trasladó a la Capital mexicana. Su padre, el ingeniero civil Jaime Berebichez se casó con Sonia Selechnik, de origen guatemalteco.

Deborah era una niña muy inquieta, y siempre hacía preguntas sobre el porqué de los fenómenos físicos y de cómo funcionaban los aparatos. Estudió desde la primaria hasta la preparatoria en el Colegio Israelita de México, y siempre fue una alumna destacada.

Sentía atracción por la ciencia, en particular por las matemáticas y la física, pero todos, desde su madre hasta sus tutores vocacionales, le aconsejaban no estudiar eso, le decían que era para genios, que las mujeres debían estudiar una carrera más sencilla y buscar un buen matrimonio. Desde muy joven Deborah destacó también por su belleza, por lo que incursionó en el mundo del modelaje, además de practicar teatro.

ESTUDIOS

Al final, Deborah terminó por hacer caso a los comentarios sobre la carrera que debía estudiar, por lo que se inscribió en la Licenciatura en Filosofía en la Universidad Iberoamericana. Eligió este programa debido a que, si no podía estudiar física, al menos la filosofía le ofrecía algunas respuestas sobre el universo.

Cuando se encontraba a la mitad de sus estudios universitarios, Deborah aplicó para una beca, y la obtuvo en la Universidad Brandeis –cerca de Boston, Estados Unidos– con el fin de poder concluirlos en esa institución. La inquietud por estudiar física continuaba viva, así que se inscribió en un curso básico de astronomía.

En esa clase hizo amistad con Roopesh, el asistente indio del profesor. Él se dio cuenta del potencial para la ciencia que tenía Deborah, ya que los cuestionamientos que le hacía sobre la materia eran más profundos que los de los demás estudiantes. Ella le confesó su verdadera vocación y, un día que caminaban en Harvard, le dijo entre lágrimas que no quería morir sin haber intentado hacer física.

Después de escucharla, Roopesh fue a una cabina telefónica y telefoneó a su profesor, quien accedió a apoyarla. Para poder acceder al tercer año de Física, Deborah debía aprobar los dos primeros años en un examen y sólo tenía el verano para prepararse. Se dio cuenta de que apenas recordaba los principios de álgebra de secundaria, pero con la asesoría de su amigo indio, estudió 13 horas diarias durante dos meses y aprobó el examen.

Deborah concluyó sus estudios universitarios y obtuvo dos títulos, en Filosofía –que no abandonó– y en Física, en 1996. Su amigo Roopesh jamás aceptó alguna remuneración por la asesoría que le brindó, y sólo le comentó que cuando era niño y vivía en la India, un anciano que subía todos los días a la montaña donde estaba su casa para enseñarles matemáticas e inglés, les decía que el único pago que esperaba era que ellos después hicieran lo mismo por alguien, así que la estafeta le había sido pasada a Deborah.

APORTACIONES

Regresó a México para estudiar la Maestría en física en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero pensó que los laboratorios no tenían el tamaño ni el equipo comparable con los de las universidades estadounidenses. Por lo tanto, le escribió al Dr. Stephen Chu –Premio Nobel de Física 1997 y quien sería el Secretario de Energía del Gobierno de Barack Obama– para solicitarle estudiar bajo su tutela el doctorado en la Universidad de Stanford.

Deborah fue aceptada, pero el alto costo de sus estudios (alrededor de treinta mil dólares anuales) hacía casi imposible cumplir con sus propósitos. Afortunadamente, obtuvo una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) y pudo acudir. Concluyó su doctorado en 2002 y posteriormente realizó dos posdoctorados, uno en la Universidad de Columbia y otro en la Universidad de Nueva York.

Su tesis de doctorado postuló las bases de la propagación de ondas en medios no homogéneos mediante un sistema de comunicación basado en la emisión de ondas de tiempo reversible, llamadas así porque tienen la cualidad de recorrer de regreso su camino original, hasta el punto de emisión.

Estas ondas presentan una ventaja llamada superresolución, es decir que trascienden el límite normal de la difracción, de manera que la calidad de la onda aumenta a tal grado que es posible comunicarse a lugares muy lejanos y a lugares determinados sin perder calidad en la señal. Además de utilizarse en aplicaciones en telecomunicaciones, el sistema que Deborah desarrolló en su tesis tiene aplicaciones potenciales en el área de la salud, para tomografías focalizadas de gran resolución, por ejemplo.

LABOR ACTUAL

Deborah ha colaborado con el Premio Nobel de Física, Robert Laughlin, y ha trabajado en Nueva York en una consultoría, en el diseño de estrategias de finanzas. Cabe mencionar que los físicos son muy requeridos en esta área, ya que con base en la probabilidad y estadística, se pueden hacer mejores inversiones. Además de su labor científica, la Dra. Berebichez es modelo profesional.

Piensa que muchos científicos son poco expresivos para dar conocer bien su trabajo, lo que ocasiona un desinterés en la ciencia. Ante esto, ha propuesto el desarrollo de una nueva carrera llamada “mediadores de la ciencia”, quienes además de ser científicos aprendan a comunicar estos conocimientos.

DIVULGACIÓN CIENTÍFICA

Deborah cree que no hay manera de atraer a las mujeres a la ciencia si no se hacen cosas para que se sientan incluidas. Por eso, apoya el proyecto “Technovation Challenge”, el cual involucra, en un programa de cuatro meses, a mujeres de 16 años de bajos recursos, a quienes se les instruye para programar aplicaciones móviles de ciencia. Luego se les enseña a crear modelos de negocios y a venderlos frente a un panel de jueces. Los ganadores desarrollan esa aplicación y el dinero recaudado se usa para ir a la Universidad.

Ha protagonizado series de televisión de Discovery, Science Channel y National Geographic, y aparece regularmente como invitada experta en NOVA, CNN, MSNBC, Travel Channel y numerosos medios de comunicación internacionales. Su trabajo de divulgación científica ha sido reconocido por el Wall Street Journal, Oprah, el Dr. Oz, TED, Wired, Ciudad de las Ideas y otros.

MENSAJE

La Dra. Deborah Berebichez pide especialmente a las jovencitas eliminar todo tipo de clichés y límites mentales, ya que las mujeres pueden sobresalir en la ciencia y en cualquier área. Les recuerda que para ser científico no hay que ser un genio ni alguien raro, además de que la feminidad no está peleada con la inteligencia. El mensaje que esta exitosa mujer mexicana siempre les transmite es “¿Si yo pude por qué ustedes no?”.

rechavarrias@upv.edu.mx