/ domingo 31 de enero de 2021

El universo de Maxwell | La Piedra Rosetta

Hace poco más de doscientos años, en 1799, tuvo lugar un descubrimiento muy importante en un pequeño poblado de Egipto. Este hallazgo sería crucial para comprender el desarrollo alcanzado por la civilización egipcia, una de las más antiguas e importantes de nuestra historia.

En esta ocasión comentaremos sobre el descubrimiento de la piedra Rosetta, su desciframiento y el científico que lo llevó a cabo.

EXPEDICIÓN

Con el objetivo de liberar a Egipto de los turcos, y anexarlo a su imperio, Napoléon Bonaparte, al mando de un ejército de treinta mil soldados franceses, desembarcó en ese país en el verano de 1798. Una parte importante de la expedición la integraba un grupo de investigadores de distintas disciplinas (matemáticos, físicos, químicos, biólogos, ingenieros, arqueólogos, geógrafos e historiadores) al mando del gran matemático Jean Baptiste Joseph Fourier –quien en vida fue conocido más como egiptólogo y funcionario de gobierno que como matemático–.

En realidad los científicos no sabían exactamente adónde se dirigían, ya que Napoleón solo les había dicho: “No puedo decirles adónde vamos, pero sí que es un lugar para conquistar gloria y saber”. Los hombres de ciencia pasaron tres años investigando los monumentos, las inscripciones y la cultura egipcia.

En julio de 1799, mientras unos soldados franceses realizaban excavaciones cerca de la ciudad de Rashid (Rosetta), el teniente Pierre-Francois Bouchard descubrió una gran piedra con inscripciones en uno de sus lados. Inmediatamente intuyó que podía contener algo importante y reportó su hallazgo al instituto científico recién creado por Napoleón: El Instituto de Egipto.

En unos meses ya se habían enviado copias de las inscripciones en la piedra a París para su estudio. Sin embargo, en 1801, los ingleses derrotaron a Napoleón y confiscaron todos sus tesoros, con lo que la piedra Rosetta fue enviada a Londres (donde se exhibe, hasta el día de hoy, en el Museo Británico).

CHAMPOLLION

Jean-Francois Champollion nació el 23 de diciembre de 1790, en Figeac, Francia. Debido a que nació en plena Revolución francesa no tuvo educación formal hasta los siete años, ya que las escuelas –casi todas religiosas– estaban cerradas. Su hermano mayor tuvo una gran influencia en él, y se preocupó por que tuviera una educación.

Champollion no destacó en sus inicios en la escuela y fue necesario contratarle un tutor particular. Su profesor pronto se dio cuenta de la capacidad del niño, por lo que le dijo a su hermano que no podía enseñarle más, y le sugirió que lo llevara a Grenoble –ciudad adonde se había trasladado su padre–. Champollion llegó a esta ciudad, que consideraría como su hogar, a los diez años.

En 1802 conoció a Fourier, quien acababa de regresar de la expedición a Egipto. Impresionado por el interés del niño en sus descubrimientos, lo invitó a ver su colección. Champollion queda impresionado por las inscripciones de la piedra Rosetta y decide dedicar su vida a descifrarlas.

Champollion era un lector incansable, ingresó a la escuela en Grenoble y se especializó en idiomas antiguos, aprendió hebreo, griego, arameo, árabe y sirio. Leyó la Biblia en varios idiomas, además de los clásicos griegos en su lengua original. Su gran pasión fue el estudio de Egipto. A los diecisiete años fue nombrado miembro de la Academia de Ciencias y Artes de Grenoble, y en 1809 fue designado profesor de la Universidad de Grenoble.

DESCIFRAMIENTO

La piedra Rosetta contiene inscripciones en griego, jeroglíficos y demótico (escritura egipcia). Muestra, en los tres idiomas, un decreto con motivo del ascenso al trono de Ptolomeo V en el año 196 a.C. Su desciframiento resultaba sumamente importante para comprender en su totalidad el esplendor que alcanzó la cultura egipcia.

Los primeros en intentar descifrarlo fueron los ingleses, quienes le encargaron la labor al académico Thomas Young (1773-1829). Sin embargo, fracasó rotundamente, ya que su método no tenía bases científicas.

Posteriormente, entró en escena Champollion, quien con base en un método debidamemente estructurado, una gran pasión, y una labor de quince años (trabajando día y noche), consiguió aclarar el misterio. Para 1821 demostró que en la piedra se encontraban tres versiones diferentes del mismo tema. En ese mismo año elaboró una tabla con trescientos signos jeroglíficos.

Con ayuda de documentos más antiguos pudo comprobar sus teorías y, el 27 de septiembre de 1822, presentó ante la Academia de Inscripciones de París su descubrimiento mediante la “Carta para M. Dacier relativa al alfabeto fonético jeroglífico utilizado por los egipcios”. Con esta obra quedaba descifrada, por fin, este tipo de escritura utilizada por la cultura egipcia.

Obviamente, los académicos ingleses se pusieron en su contra y negaron su descubrimiento, además de acusarlo de robar las ideas de otros. Sin embargo, en Alemania los hermanos Humboldt lo defendieron, además de varios científicos franceses, entre los que podemos destacar a Fourier. En 1866 se descubrió otro texto en jeroglífico, el cual fue descifrado exitosamente mediante el método propuesto por Champollion, lo que confirmó su aportación a la ciencia.

CONCLUSIÓN

En 1826 Champollion logró el reconocimiento a toda su vida de trabajo, fue designado conservador de la colección egipcia del Museo del Louvre. Dos años después cumplió su mayor anhelo: visitó Egipto. Pasó año y medio realizando su labor como arqueólogo.

En esta etapa de su vida ya sufría diversos padecimientos. Volvió a Francia para redactar su mayor obra, la “Gramática egipcia”. Desgraciadamente, no pudo terminarla, falleció el 4 de marzo de 1832, a los 41 años. Su hermano mayor, destrozado por su muerte, consiguió terminar y publicar su obra. Dejemos aquí el reconocimiento para este científico, quien nos abrió las puertas al entendimiento de una de las culturas más importantes que han existido.

rodolfoechavarria@eluniversodemaxwell.com

Hace poco más de doscientos años, en 1799, tuvo lugar un descubrimiento muy importante en un pequeño poblado de Egipto. Este hallazgo sería crucial para comprender el desarrollo alcanzado por la civilización egipcia, una de las más antiguas e importantes de nuestra historia.

En esta ocasión comentaremos sobre el descubrimiento de la piedra Rosetta, su desciframiento y el científico que lo llevó a cabo.

EXPEDICIÓN

Con el objetivo de liberar a Egipto de los turcos, y anexarlo a su imperio, Napoléon Bonaparte, al mando de un ejército de treinta mil soldados franceses, desembarcó en ese país en el verano de 1798. Una parte importante de la expedición la integraba un grupo de investigadores de distintas disciplinas (matemáticos, físicos, químicos, biólogos, ingenieros, arqueólogos, geógrafos e historiadores) al mando del gran matemático Jean Baptiste Joseph Fourier –quien en vida fue conocido más como egiptólogo y funcionario de gobierno que como matemático–.

En realidad los científicos no sabían exactamente adónde se dirigían, ya que Napoleón solo les había dicho: “No puedo decirles adónde vamos, pero sí que es un lugar para conquistar gloria y saber”. Los hombres de ciencia pasaron tres años investigando los monumentos, las inscripciones y la cultura egipcia.

En julio de 1799, mientras unos soldados franceses realizaban excavaciones cerca de la ciudad de Rashid (Rosetta), el teniente Pierre-Francois Bouchard descubrió una gran piedra con inscripciones en uno de sus lados. Inmediatamente intuyó que podía contener algo importante y reportó su hallazgo al instituto científico recién creado por Napoleón: El Instituto de Egipto.

En unos meses ya se habían enviado copias de las inscripciones en la piedra a París para su estudio. Sin embargo, en 1801, los ingleses derrotaron a Napoleón y confiscaron todos sus tesoros, con lo que la piedra Rosetta fue enviada a Londres (donde se exhibe, hasta el día de hoy, en el Museo Británico).

CHAMPOLLION

Jean-Francois Champollion nació el 23 de diciembre de 1790, en Figeac, Francia. Debido a que nació en plena Revolución francesa no tuvo educación formal hasta los siete años, ya que las escuelas –casi todas religiosas– estaban cerradas. Su hermano mayor tuvo una gran influencia en él, y se preocupó por que tuviera una educación.

Champollion no destacó en sus inicios en la escuela y fue necesario contratarle un tutor particular. Su profesor pronto se dio cuenta de la capacidad del niño, por lo que le dijo a su hermano que no podía enseñarle más, y le sugirió que lo llevara a Grenoble –ciudad adonde se había trasladado su padre–. Champollion llegó a esta ciudad, que consideraría como su hogar, a los diez años.

En 1802 conoció a Fourier, quien acababa de regresar de la expedición a Egipto. Impresionado por el interés del niño en sus descubrimientos, lo invitó a ver su colección. Champollion queda impresionado por las inscripciones de la piedra Rosetta y decide dedicar su vida a descifrarlas.

Champollion era un lector incansable, ingresó a la escuela en Grenoble y se especializó en idiomas antiguos, aprendió hebreo, griego, arameo, árabe y sirio. Leyó la Biblia en varios idiomas, además de los clásicos griegos en su lengua original. Su gran pasión fue el estudio de Egipto. A los diecisiete años fue nombrado miembro de la Academia de Ciencias y Artes de Grenoble, y en 1809 fue designado profesor de la Universidad de Grenoble.

DESCIFRAMIENTO

La piedra Rosetta contiene inscripciones en griego, jeroglíficos y demótico (escritura egipcia). Muestra, en los tres idiomas, un decreto con motivo del ascenso al trono de Ptolomeo V en el año 196 a.C. Su desciframiento resultaba sumamente importante para comprender en su totalidad el esplendor que alcanzó la cultura egipcia.

Los primeros en intentar descifrarlo fueron los ingleses, quienes le encargaron la labor al académico Thomas Young (1773-1829). Sin embargo, fracasó rotundamente, ya que su método no tenía bases científicas.

Posteriormente, entró en escena Champollion, quien con base en un método debidamemente estructurado, una gran pasión, y una labor de quince años (trabajando día y noche), consiguió aclarar el misterio. Para 1821 demostró que en la piedra se encontraban tres versiones diferentes del mismo tema. En ese mismo año elaboró una tabla con trescientos signos jeroglíficos.

Con ayuda de documentos más antiguos pudo comprobar sus teorías y, el 27 de septiembre de 1822, presentó ante la Academia de Inscripciones de París su descubrimiento mediante la “Carta para M. Dacier relativa al alfabeto fonético jeroglífico utilizado por los egipcios”. Con esta obra quedaba descifrada, por fin, este tipo de escritura utilizada por la cultura egipcia.

Obviamente, los académicos ingleses se pusieron en su contra y negaron su descubrimiento, además de acusarlo de robar las ideas de otros. Sin embargo, en Alemania los hermanos Humboldt lo defendieron, además de varios científicos franceses, entre los que podemos destacar a Fourier. En 1866 se descubrió otro texto en jeroglífico, el cual fue descifrado exitosamente mediante el método propuesto por Champollion, lo que confirmó su aportación a la ciencia.

CONCLUSIÓN

En 1826 Champollion logró el reconocimiento a toda su vida de trabajo, fue designado conservador de la colección egipcia del Museo del Louvre. Dos años después cumplió su mayor anhelo: visitó Egipto. Pasó año y medio realizando su labor como arqueólogo.

En esta etapa de su vida ya sufría diversos padecimientos. Volvió a Francia para redactar su mayor obra, la “Gramática egipcia”. Desgraciadamente, no pudo terminarla, falleció el 4 de marzo de 1832, a los 41 años. Su hermano mayor, destrozado por su muerte, consiguió terminar y publicar su obra. Dejemos aquí el reconocimiento para este científico, quien nos abrió las puertas al entendimiento de una de las culturas más importantes que han existido.

rodolfoechavarria@eluniversodemaxwell.com