/ domingo 2 de mayo de 2021

El universo de Maxwell | Los coheteros

El escritor Julio Verne en su inmortal novela de 1865 “De la Tierra a la Luna” cuenta una historia sobre un viaje a nuestro satélite, y no sólo narra la aventura, sino que intenta darle fundamentos teóricos. Propuso el uso de un cañón gigantesco con el fin de que la nave alcanzara la velocidad necesaria para escapar de la gravedad terrestre.

Esta novela, junto con “La guerra de los mundos”, de H. G. Wells, inspiró a una gran cantidad de científicos e ingenieros para diseñar los cohetes necesarios para lograr la hazaña de viajar al espacio. En esta ocasión, comentaremos sobre la vida de tres personas que soñaron y analizaron seriamente dichos viajes.

EL RUSO

Konstantin Eduardovich Tsiolkovsky nació el 17 de septiembre de 1857 en Izhevskoye, Rusia. Su padre era polaco y su madre rusa. A los diez años enfermó de escarlatina y quedó casi sordo. Debido a esta discapacidad ya no fue aceptado en la escuela, pero él no se dejó vencer y continuó con su educación de forma autodidacta.

Tsiolkovsky se dedica al estudio de la física y las matemáticas, así como a la lectura de las novelas sobre el espacio, entre ellas, la que le deja una profunda huella es “De la Tierra a la Luna”. Obtiene un empleo como profesor en la ciudad de Kaluga. Comienza a escribir novelas de ciencia ficción pero poco a poco incluye bases teóricas en sus historias, hasta que se dedica a escribir artículos científicos sobre velocidad de escape, giroscopios y el uso de combustibles líquidos, entre otros temas.

En 1898 establece las leyes fundamentales del vuelo de los cohetes, y en 1903 (año del primer vuelo exitoso de un avión por los hermanos Wright) publica los fundamentos de la astronáutica. Su visión futurista de los temas relacionados con los vuelos espaciales resulta impresionante: Tsiolkovsky escribió sobre satélites, trajes espaciales, energía solar, uso de plantas para proporcionar alimento y oxígeno, e incluso sobre el uso del baño en la nave espacial.

A diferencia de otros científicos, fue reconocido en su país y sus obras tuvieron una gran difusión en toda la Unión Soviética. Konstantin Eduardovich Tsiolkovsky falleció el 19 de septiembre de 1935 en Kaluga, Rusia. Fue enterrado con honores oficiales.

EL RUMANO

Hermann Julius Oberth nació el 25 de junio de 1894 en Hermannstadt, Transilvania (hoy Sibiu, Rumania). Curiosamente, al igual que Tsiolkovsky, sufrió escarlatina en su niñez, y quedó cautivado por la misma novela de Julio Verne, con lo que comienza su pasión por los cohetes.

En 1912 viaja a Alemania e ingresa a la Facultad de Medicina de la Universidad de Múnich. Sin embargo, el estallido de la Primera Guerra Mundial interrumpe sus estudios, y es asignado al cuerpo médico en el frente de batalla. Debido a esto, se da cuenta que su futuro no estaba en la medicina, y a su regreso a la universidad le da un giro a su carrera y estudia física, con el fin de desarrollar los cohetes impulsados con combustible líquido.

En 1922 obtiene su doctorado con una tesis sobre diseño de cohetes. Un año después publica su magna obra “El cohete a los espacios interplanetarios”. El principal legado de este libro es la gran influencia que tuvo sobre muchas personas. En Alemania se fundaron sociedades de cohetería, y entre los jóvenes que se acercaron a participar se encontraba uno de nombre Wernher von Braun –padre de los cohetes V-2–. El primer cohete de Oberth fue lanzado el 7 de mayo de 1931, cerca de Berlín, Alemania.

Después de la Segunda Guerra Mundial, trabajó en Estados Unidos y en Alemania Occidental. Hermann Julius Oberth murió el 29 de diciembre de 1989, en Nuremberg, Alemania (poco después de la caída del Muro de Berlín).

EL AMERICANO

Robert Hutching Goddard nació el 5 de octubre de 1882 en Worcester, Massachusetts. Fue un niño enfermizo, y por lo tanto, faltaba demasiado a la escuela. Los días que pasaba en casa los aprovechaba para leer novelas de ciencia ficción –“La guerra de los mundos”, era su favorita–, pero también era fiel lector de la revista Scientific American.

En 1908 se graduó de físico en la Universidad de Clark, en Worcester, y en 1911 obtuvo el doctorado en la misma universidad. Un año después comienza a impartir clases ahí mismo. Se interesa por el desarrollo de cohetes con combustible líquido, y con el fin de llevar a cabo sus investigaciones, recibe un apoyo del Instituto Smithsoniano, por un monto de cinco mil dólares, en 1916.

Goddard fue ridiculizado –especialmente por la prensa– por afirmar que era posible enviar un cohete a la Luna. El New York Times expresó en un editorial que Goddard desconocía la Ley de acción y reacción, y carecía del conocimiento que se adquiere en el bachillerato. Después de un lanzamiento fallido, un periódico declaró: “El cohete lunar erró en el blanco por 238,799.5 millas”.

Nunca se desanimó por los comentarios en contra, y continuó con sus lanzamientos. Primero los realizó en la finca de su tía Effie, posteriormente en un campo llamado “Hell Pond” (estanque del infierno), y al final en su centro de pruebas situado en “Eden Valley” (valle del Edén), en Nuevo México. El trabajo de Goddard impresionó a Charles Lindbergh –pionero de la aviación norteamericana–, quien convenció a su amigo, el millonario y filántropo Daniel Guggenheim de apoyarlo, por lo que pudo continuar con sus investigaciones.

A pesar de que sus cohetes constituían un gran adelanto tecnológico, recibió poca atención del Ejército de los Estados Unidos, hasta antes de la guerra. En la mayoría de sus desarrollos y pruebas, su equipo de trabajo nunca pasó de cinco integrantes (entre ellos su esposa y su cuñado). Cuando, al final de la Segunda Guerra Mundial, Wernher von Braun observó sus cohetes, exclamó: “Nos llevaba la delantera”.

Goddard se casó en 1924 con Esther Christine Kisk, quien era secretaria en la Universidad Clerk y 19 años menor que él. El matrimonio no tuvo hijos. Robert Hutching Goddard falleció el 10 de agosto de 1945, en Baltimore, Estados Unidos.

La llegada del hombre a la Luna, en 1969, comprobó que Goddard tenía razón, por lo que el New York Times publicó un artículo en el que ofreció disculpas por su editorial de 1920. Además, la NASA (después de una batalla legal) pagó un millón de dólares a su viuda por concepto del uso de patentes.

EL LEGADO

Aunque Tsiolkovsky, Oberth y Goddard trabajaron en épocas muy cercanas, no hay indicios de que supieran de los trabajos desarrollados por los otros. Dejemos aquí el reconocimiento a estos tres científicos visionarios, quienes soñaron con un viaje al espacio. Todo esto a partir de dos elementos: una pasión por la lectura de ciencia ficción, y por la física necesaria para convertir su sueño en realidad.

rodolfoechavarria@eluniversodemaxwell.com

El escritor Julio Verne en su inmortal novela de 1865 “De la Tierra a la Luna” cuenta una historia sobre un viaje a nuestro satélite, y no sólo narra la aventura, sino que intenta darle fundamentos teóricos. Propuso el uso de un cañón gigantesco con el fin de que la nave alcanzara la velocidad necesaria para escapar de la gravedad terrestre.

Esta novela, junto con “La guerra de los mundos”, de H. G. Wells, inspiró a una gran cantidad de científicos e ingenieros para diseñar los cohetes necesarios para lograr la hazaña de viajar al espacio. En esta ocasión, comentaremos sobre la vida de tres personas que soñaron y analizaron seriamente dichos viajes.

EL RUSO

Konstantin Eduardovich Tsiolkovsky nació el 17 de septiembre de 1857 en Izhevskoye, Rusia. Su padre era polaco y su madre rusa. A los diez años enfermó de escarlatina y quedó casi sordo. Debido a esta discapacidad ya no fue aceptado en la escuela, pero él no se dejó vencer y continuó con su educación de forma autodidacta.

Tsiolkovsky se dedica al estudio de la física y las matemáticas, así como a la lectura de las novelas sobre el espacio, entre ellas, la que le deja una profunda huella es “De la Tierra a la Luna”. Obtiene un empleo como profesor en la ciudad de Kaluga. Comienza a escribir novelas de ciencia ficción pero poco a poco incluye bases teóricas en sus historias, hasta que se dedica a escribir artículos científicos sobre velocidad de escape, giroscopios y el uso de combustibles líquidos, entre otros temas.

En 1898 establece las leyes fundamentales del vuelo de los cohetes, y en 1903 (año del primer vuelo exitoso de un avión por los hermanos Wright) publica los fundamentos de la astronáutica. Su visión futurista de los temas relacionados con los vuelos espaciales resulta impresionante: Tsiolkovsky escribió sobre satélites, trajes espaciales, energía solar, uso de plantas para proporcionar alimento y oxígeno, e incluso sobre el uso del baño en la nave espacial.

A diferencia de otros científicos, fue reconocido en su país y sus obras tuvieron una gran difusión en toda la Unión Soviética. Konstantin Eduardovich Tsiolkovsky falleció el 19 de septiembre de 1935 en Kaluga, Rusia. Fue enterrado con honores oficiales.

EL RUMANO

Hermann Julius Oberth nació el 25 de junio de 1894 en Hermannstadt, Transilvania (hoy Sibiu, Rumania). Curiosamente, al igual que Tsiolkovsky, sufrió escarlatina en su niñez, y quedó cautivado por la misma novela de Julio Verne, con lo que comienza su pasión por los cohetes.

En 1912 viaja a Alemania e ingresa a la Facultad de Medicina de la Universidad de Múnich. Sin embargo, el estallido de la Primera Guerra Mundial interrumpe sus estudios, y es asignado al cuerpo médico en el frente de batalla. Debido a esto, se da cuenta que su futuro no estaba en la medicina, y a su regreso a la universidad le da un giro a su carrera y estudia física, con el fin de desarrollar los cohetes impulsados con combustible líquido.

En 1922 obtiene su doctorado con una tesis sobre diseño de cohetes. Un año después publica su magna obra “El cohete a los espacios interplanetarios”. El principal legado de este libro es la gran influencia que tuvo sobre muchas personas. En Alemania se fundaron sociedades de cohetería, y entre los jóvenes que se acercaron a participar se encontraba uno de nombre Wernher von Braun –padre de los cohetes V-2–. El primer cohete de Oberth fue lanzado el 7 de mayo de 1931, cerca de Berlín, Alemania.

Después de la Segunda Guerra Mundial, trabajó en Estados Unidos y en Alemania Occidental. Hermann Julius Oberth murió el 29 de diciembre de 1989, en Nuremberg, Alemania (poco después de la caída del Muro de Berlín).

EL AMERICANO

Robert Hutching Goddard nació el 5 de octubre de 1882 en Worcester, Massachusetts. Fue un niño enfermizo, y por lo tanto, faltaba demasiado a la escuela. Los días que pasaba en casa los aprovechaba para leer novelas de ciencia ficción –“La guerra de los mundos”, era su favorita–, pero también era fiel lector de la revista Scientific American.

En 1908 se graduó de físico en la Universidad de Clark, en Worcester, y en 1911 obtuvo el doctorado en la misma universidad. Un año después comienza a impartir clases ahí mismo. Se interesa por el desarrollo de cohetes con combustible líquido, y con el fin de llevar a cabo sus investigaciones, recibe un apoyo del Instituto Smithsoniano, por un monto de cinco mil dólares, en 1916.

Goddard fue ridiculizado –especialmente por la prensa– por afirmar que era posible enviar un cohete a la Luna. El New York Times expresó en un editorial que Goddard desconocía la Ley de acción y reacción, y carecía del conocimiento que se adquiere en el bachillerato. Después de un lanzamiento fallido, un periódico declaró: “El cohete lunar erró en el blanco por 238,799.5 millas”.

Nunca se desanimó por los comentarios en contra, y continuó con sus lanzamientos. Primero los realizó en la finca de su tía Effie, posteriormente en un campo llamado “Hell Pond” (estanque del infierno), y al final en su centro de pruebas situado en “Eden Valley” (valle del Edén), en Nuevo México. El trabajo de Goddard impresionó a Charles Lindbergh –pionero de la aviación norteamericana–, quien convenció a su amigo, el millonario y filántropo Daniel Guggenheim de apoyarlo, por lo que pudo continuar con sus investigaciones.

A pesar de que sus cohetes constituían un gran adelanto tecnológico, recibió poca atención del Ejército de los Estados Unidos, hasta antes de la guerra. En la mayoría de sus desarrollos y pruebas, su equipo de trabajo nunca pasó de cinco integrantes (entre ellos su esposa y su cuñado). Cuando, al final de la Segunda Guerra Mundial, Wernher von Braun observó sus cohetes, exclamó: “Nos llevaba la delantera”.

Goddard se casó en 1924 con Esther Christine Kisk, quien era secretaria en la Universidad Clerk y 19 años menor que él. El matrimonio no tuvo hijos. Robert Hutching Goddard falleció el 10 de agosto de 1945, en Baltimore, Estados Unidos.

La llegada del hombre a la Luna, en 1969, comprobó que Goddard tenía razón, por lo que el New York Times publicó un artículo en el que ofreció disculpas por su editorial de 1920. Además, la NASA (después de una batalla legal) pagó un millón de dólares a su viuda por concepto del uso de patentes.

EL LEGADO

Aunque Tsiolkovsky, Oberth y Goddard trabajaron en épocas muy cercanas, no hay indicios de que supieran de los trabajos desarrollados por los otros. Dejemos aquí el reconocimiento a estos tres científicos visionarios, quienes soñaron con un viaje al espacio. Todo esto a partir de dos elementos: una pasión por la lectura de ciencia ficción, y por la física necesaria para convertir su sueño en realidad.

rodolfoechavarria@eluniversodemaxwell.com