/ domingo 19 de junio de 2022

El universo de Maxwell | Sacerdotes científicos

Solemos pensar que la ciencia y la religión –en particular la católica– son polos opuestos e irreconciliables. Hemos leído muchas veces que la Iglesia Católica se ha opuesto tradicionalmente al avance científico durante toda su historia. Sin embargo, esto no es completamente cierto, y aunque existen algunos casos –sobre todo en la Edad Media– de oposición a teorías científicas revolucionarias, también podemos nombrar a varios curas que han ejercido además la ciencia. Sobre las vidas de los más importantes sacerdotes científicos hablaremos en esta ocasión.

Nicolás Copérnico nació el 19 de febrero de 1473 en Torun, Polonia, en el seno de una familia de comerciantes y funcionarios que le daban un gran valor a la educación. A la edad de diez años falleció su padre, por lo que quedó bajo el cuidado de su tío –el obispo de Ermland– quien se aseguró de que recibiera la mejor educación disponible de su época.

Ingresó a la Universidad de Cracovia en 1491, donde permaneció cuatro años en estudios generales. En 1495 se mudó a la Universidad de Bolonia para estudiar derecho y medicina. En el año 1500 obtuvo el grado de doctor en Derecho Canónico, y posteriormente se dedicó a ejercer la medicina, en particular entre los pobres. Se ordenó sacerdote y regresó a Polonia donde se dedicó a administrar la Diócesis y a asesorar a su tío.

En 1513 Copérnico construyó una torre de observación con el fin de analizar el movimiento del Sol, la Luna y las estrellas. No estaba de acuerdo con el sistema de Ptolomeo –el cual afirmaba que la Tierra era el centro del universo–. Después de años de investigación, completó en 1530 su magna obra “De revolutionibus orbium coelestium” (Sobre las revoluciones de los orbes celestes), en la que se opone al sistema ptolemaico y propone que la Tierra, junto con los demás planetas, gira alrededor del Sol.

El Papa Clemente VII le pidió que mostrara su trabajo en 1536, pero fue hasta que un antiguo alumno –el alemán Georg Joa-chim Rheticus– lo convenció, que su obra fue publicada en 1543. En los primeros cincuenta años sólo unos cuantos científicos aceptaron su teoría heliocéntrica. El principal argumento en contra era el de que, si la Tierra se movía, cómo era posible que todos los cuerpos permanecieran fijos en ella.

En 1543 sufrió una parálisis del lado derecho y su salud se fue deteriorando. Nicolás Copérnico falleció el 24 de mayo de 1543 en Frombork, Polonia. Su magna obra fue publicada de forma póstuma. Las ideas de este modesto sacerdote polaco provocaron una revolución en la conciencia del Hombre, cuestionando la creencia aceptada de que la Tierra es el centro del universo.

GREGOR MENDEL

Gregor Mendel nació en Heizendorf –hoy Hyncice, actual República Checa– en 1822. Hijo de un veterano de las guerras napoleónicas y de la hija de un jardinero. Tuvo una infancia marcada por la pobreza. En 1843 ingresó en el monasterio agustino de Königskloster, cercano a Brünn, donde fue ordenado sacerdote en 1847. Residió en la abadía de Santo Tomás y enviado a Viena, donde se doctoró en matemáticas y ciencias (1851). En 1854 se convirtió en profesor suplente de la Real Escuela de Brünn, y en 1868 fue nombrado abad del monasterio.

A partir de sus experimentos pudo describir los mecanismos de la herencia, los cuales enunció en tres leyes: la primera indica que cuando se cruzan dos variedades puras de una misma especie, los descendientes son todos iguales; la segunda afirma que, al cruzar entre sí los híbridos de la segunda generación, los descendientes se dividen en cuatro partes, de las cuales tres heredan el llamado carácter dominante y una el recesivo; por último, la tercera ley concluye que, en el caso de que las dos variedades de partida difieran entre sí en dos o más caracteres, cada uno de ellos se transmite con independencia de los demás.

Gregor Mendel falleció el 6 de enero de 1884 en Brünn, a causa de una nefritis crónica. Tuvieron que trascurrir más de treinta años para que sus trabajos fueran reconocidos y entendidos. Sus leyes sirven todavía como base para la ciencia de la genética.

GEORGES LEMAITRE

Georges Lemaitre nació el 17 de julio de 1894 en Charleroi, Bélgica. Sus padres eran católicos y recibió de ellos una sólida formación religiosa. A los pocos años de vida descubrió que quería ser sacerdote. Sin embargo, en el colegio jesuita donde estudiaba, uno de sus profesores le transmite la pasión por las matemáticas, invitándolo a leer los textos originales de los grandes genios de esta ciencia como Euclides, Euler, Laplace, entre otros.

Lemaitre queda fascinado por estas obras y se da cuenta de que es alguien especial, ya que presenta una maravillosa doble pasión: la religión y la ciencia. Su padre le aconseja estudiar ingeniería, e ingresa a la Universidad de Lovaina en 1911. La Primera Guerra Mundial lo sorprende durante sus estudios, y tiene que suspenderlos para acudir al llamado del ejército. Después de vivir los horrores de la guerra, regresa a la universidad, pero deja la ingeniería para estudiar física y matemáticas.

Lemaitre no abandonó su vocación original e ingresó al Seminario de Malinas, en el cual fue ordenado sacerdote en 1923. Durante sus estudios teológicos, cayó en sus manos un libro sobre la teoría de la relatividad de Albert Einstein. Queda tan maravillado con esta revolucionaria explicación del universo que decide viajar a la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, para trabajar como investigador en su observatorio. Posteriormente, obtiene una beca para estudiar el doctorado en el mítico Massachusetts Institute of Technology (MIT). Después de concluir sus estudios, en 1925 se integra como profesor en la Universidad de Lovaina.

A partir de los desarrollos de varios matemáticos, Lemaitre trabajó en las ecuaciones de la relatividad y llegó a la conclusión de que el universo se expande. Si esto es cierto, resulta lógico pensar que en algún instante se encontró concentrado en un solo punto. Lemaitre llegó a esta conclusión y la presentó en un artículo de la prestigiada revista Nature, en mayo de 1931. Llamó a su teoría del “huevo cósmico” o del “átomo primigenio”. Hay que mencionar, como dato anecdótico, que el nombre de “big bang” se lo dieron en forma despectiva otros científicos, y al final éste fue el término que perduró.

Obviamente, la fama de Lemaitre y su teoría del big bang llegaron a la Ciudad del Vaticano. Fue nombrado asesor del Papa Pío XII y miembro de la Academia Pontifica de las Ciencias. El Papa intentó utilizar la teoría de Lemaitre para hablar de una comprobación científica del origen divino del universo, pero éste se opuso y aclaró la situación ante varios prelados del Vaticano. Estaba convencido de que la ciencia y la religión son dos caminos diferentes que convergen en la búsqueda de la verdad. Georges Lemaitre falleció el 20 de junio de 1966, en Lovaina. Einstein se refirió a su teoría como “la más hermosa explicación de la Creación que haya escuchado”.

OTROS SACERDOTES

Entre los sacerdotes científicos más importantes podemos mencionar a los siguientes:

Nicolás Steno. Nacido en el siglo XVII en Dinamarca. Aunque fue educado en un ambiente protestante, se convirtió al catolicismo, llegó a ser nombrado obispo y, con el paso de los siglos, beatificado por San Juan Pablo II en 1988. Fue un erudito, dominaba varios idiomas y distintas áreas del saber: filosofía, teología, matemáticas, botánica, física y química. Sin embargo, fue la medicina y la geología –con su teoría de la estratigrafía– en las que definió una serie de principios básicos.

Lázaro Spallanzani. Vivió en el siglo XVIII; destacó en numerosas disciplinas como física, matemáticas, astronomía, meteorología, mineralogía, geología, vulcanología, botánica, química, zoología, biología y fisiología. Estudió sobre el vuelo de los murciélagos, demostró que la generación espontánea no ocurría realmente en la naturaleza y realizó la primera inseminación artificial de la historia.

También podemos mencionar a Marin Mersenne (1588-1648), el padre de la comunidad científica; Ruder Boskovic (1711-1787), el abuelo de la teoría atómica; René Just Haüy (1743-1822), el padre de la cristalografía, y varios más.

CONCLUSIÓN

Aunque se ha dicho que la Iglesia católica siempre ha atacado a la ciencia por temor a perder su monopolio de la verdad, lo cierto es que tuvo un papel principal en el nacimiento y desarrollo de la ciencia en el mundo occidental. Los monasterios preservaron gran parte del conocimiento antiguo, además de que la Iglesia creó las primeras universidades –un hecho poco conocido actualmente–. Dejemos el reconocimiento para estas grandes mentes que vieron a la ciencia y a la religión como dos caminos para llegar a la verdad.

rechavarrias@upv.edu.mx

Solemos pensar que la ciencia y la religión –en particular la católica– son polos opuestos e irreconciliables. Hemos leído muchas veces que la Iglesia Católica se ha opuesto tradicionalmente al avance científico durante toda su historia. Sin embargo, esto no es completamente cierto, y aunque existen algunos casos –sobre todo en la Edad Media– de oposición a teorías científicas revolucionarias, también podemos nombrar a varios curas que han ejercido además la ciencia. Sobre las vidas de los más importantes sacerdotes científicos hablaremos en esta ocasión.

Nicolás Copérnico nació el 19 de febrero de 1473 en Torun, Polonia, en el seno de una familia de comerciantes y funcionarios que le daban un gran valor a la educación. A la edad de diez años falleció su padre, por lo que quedó bajo el cuidado de su tío –el obispo de Ermland– quien se aseguró de que recibiera la mejor educación disponible de su época.

Ingresó a la Universidad de Cracovia en 1491, donde permaneció cuatro años en estudios generales. En 1495 se mudó a la Universidad de Bolonia para estudiar derecho y medicina. En el año 1500 obtuvo el grado de doctor en Derecho Canónico, y posteriormente se dedicó a ejercer la medicina, en particular entre los pobres. Se ordenó sacerdote y regresó a Polonia donde se dedicó a administrar la Diócesis y a asesorar a su tío.

En 1513 Copérnico construyó una torre de observación con el fin de analizar el movimiento del Sol, la Luna y las estrellas. No estaba de acuerdo con el sistema de Ptolomeo –el cual afirmaba que la Tierra era el centro del universo–. Después de años de investigación, completó en 1530 su magna obra “De revolutionibus orbium coelestium” (Sobre las revoluciones de los orbes celestes), en la que se opone al sistema ptolemaico y propone que la Tierra, junto con los demás planetas, gira alrededor del Sol.

El Papa Clemente VII le pidió que mostrara su trabajo en 1536, pero fue hasta que un antiguo alumno –el alemán Georg Joa-chim Rheticus– lo convenció, que su obra fue publicada en 1543. En los primeros cincuenta años sólo unos cuantos científicos aceptaron su teoría heliocéntrica. El principal argumento en contra era el de que, si la Tierra se movía, cómo era posible que todos los cuerpos permanecieran fijos en ella.

En 1543 sufrió una parálisis del lado derecho y su salud se fue deteriorando. Nicolás Copérnico falleció el 24 de mayo de 1543 en Frombork, Polonia. Su magna obra fue publicada de forma póstuma. Las ideas de este modesto sacerdote polaco provocaron una revolución en la conciencia del Hombre, cuestionando la creencia aceptada de que la Tierra es el centro del universo.

GREGOR MENDEL

Gregor Mendel nació en Heizendorf –hoy Hyncice, actual República Checa– en 1822. Hijo de un veterano de las guerras napoleónicas y de la hija de un jardinero. Tuvo una infancia marcada por la pobreza. En 1843 ingresó en el monasterio agustino de Königskloster, cercano a Brünn, donde fue ordenado sacerdote en 1847. Residió en la abadía de Santo Tomás y enviado a Viena, donde se doctoró en matemáticas y ciencias (1851). En 1854 se convirtió en profesor suplente de la Real Escuela de Brünn, y en 1868 fue nombrado abad del monasterio.

A partir de sus experimentos pudo describir los mecanismos de la herencia, los cuales enunció en tres leyes: la primera indica que cuando se cruzan dos variedades puras de una misma especie, los descendientes son todos iguales; la segunda afirma que, al cruzar entre sí los híbridos de la segunda generación, los descendientes se dividen en cuatro partes, de las cuales tres heredan el llamado carácter dominante y una el recesivo; por último, la tercera ley concluye que, en el caso de que las dos variedades de partida difieran entre sí en dos o más caracteres, cada uno de ellos se transmite con independencia de los demás.

Gregor Mendel falleció el 6 de enero de 1884 en Brünn, a causa de una nefritis crónica. Tuvieron que trascurrir más de treinta años para que sus trabajos fueran reconocidos y entendidos. Sus leyes sirven todavía como base para la ciencia de la genética.

GEORGES LEMAITRE

Georges Lemaitre nació el 17 de julio de 1894 en Charleroi, Bélgica. Sus padres eran católicos y recibió de ellos una sólida formación religiosa. A los pocos años de vida descubrió que quería ser sacerdote. Sin embargo, en el colegio jesuita donde estudiaba, uno de sus profesores le transmite la pasión por las matemáticas, invitándolo a leer los textos originales de los grandes genios de esta ciencia como Euclides, Euler, Laplace, entre otros.

Lemaitre queda fascinado por estas obras y se da cuenta de que es alguien especial, ya que presenta una maravillosa doble pasión: la religión y la ciencia. Su padre le aconseja estudiar ingeniería, e ingresa a la Universidad de Lovaina en 1911. La Primera Guerra Mundial lo sorprende durante sus estudios, y tiene que suspenderlos para acudir al llamado del ejército. Después de vivir los horrores de la guerra, regresa a la universidad, pero deja la ingeniería para estudiar física y matemáticas.

Lemaitre no abandonó su vocación original e ingresó al Seminario de Malinas, en el cual fue ordenado sacerdote en 1923. Durante sus estudios teológicos, cayó en sus manos un libro sobre la teoría de la relatividad de Albert Einstein. Queda tan maravillado con esta revolucionaria explicación del universo que decide viajar a la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, para trabajar como investigador en su observatorio. Posteriormente, obtiene una beca para estudiar el doctorado en el mítico Massachusetts Institute of Technology (MIT). Después de concluir sus estudios, en 1925 se integra como profesor en la Universidad de Lovaina.

A partir de los desarrollos de varios matemáticos, Lemaitre trabajó en las ecuaciones de la relatividad y llegó a la conclusión de que el universo se expande. Si esto es cierto, resulta lógico pensar que en algún instante se encontró concentrado en un solo punto. Lemaitre llegó a esta conclusión y la presentó en un artículo de la prestigiada revista Nature, en mayo de 1931. Llamó a su teoría del “huevo cósmico” o del “átomo primigenio”. Hay que mencionar, como dato anecdótico, que el nombre de “big bang” se lo dieron en forma despectiva otros científicos, y al final éste fue el término que perduró.

Obviamente, la fama de Lemaitre y su teoría del big bang llegaron a la Ciudad del Vaticano. Fue nombrado asesor del Papa Pío XII y miembro de la Academia Pontifica de las Ciencias. El Papa intentó utilizar la teoría de Lemaitre para hablar de una comprobación científica del origen divino del universo, pero éste se opuso y aclaró la situación ante varios prelados del Vaticano. Estaba convencido de que la ciencia y la religión son dos caminos diferentes que convergen en la búsqueda de la verdad. Georges Lemaitre falleció el 20 de junio de 1966, en Lovaina. Einstein se refirió a su teoría como “la más hermosa explicación de la Creación que haya escuchado”.

OTROS SACERDOTES

Entre los sacerdotes científicos más importantes podemos mencionar a los siguientes:

Nicolás Steno. Nacido en el siglo XVII en Dinamarca. Aunque fue educado en un ambiente protestante, se convirtió al catolicismo, llegó a ser nombrado obispo y, con el paso de los siglos, beatificado por San Juan Pablo II en 1988. Fue un erudito, dominaba varios idiomas y distintas áreas del saber: filosofía, teología, matemáticas, botánica, física y química. Sin embargo, fue la medicina y la geología –con su teoría de la estratigrafía– en las que definió una serie de principios básicos.

Lázaro Spallanzani. Vivió en el siglo XVIII; destacó en numerosas disciplinas como física, matemáticas, astronomía, meteorología, mineralogía, geología, vulcanología, botánica, química, zoología, biología y fisiología. Estudió sobre el vuelo de los murciélagos, demostró que la generación espontánea no ocurría realmente en la naturaleza y realizó la primera inseminación artificial de la historia.

También podemos mencionar a Marin Mersenne (1588-1648), el padre de la comunidad científica; Ruder Boskovic (1711-1787), el abuelo de la teoría atómica; René Just Haüy (1743-1822), el padre de la cristalografía, y varios más.

CONCLUSIÓN

Aunque se ha dicho que la Iglesia católica siempre ha atacado a la ciencia por temor a perder su monopolio de la verdad, lo cierto es que tuvo un papel principal en el nacimiento y desarrollo de la ciencia en el mundo occidental. Los monasterios preservaron gran parte del conocimiento antiguo, además de que la Iglesia creó las primeras universidades –un hecho poco conocido actualmente–. Dejemos el reconocimiento para estas grandes mentes que vieron a la ciencia y a la religión como dos caminos para llegar a la verdad.

rechavarrias@upv.edu.mx