/ domingo 7 de junio de 2020

El Universo de Maxwell | Soy una pila eléctrica

Es muy probable que no pienses mucho en mí, excepto cuando estoy descargada o a punto de. Soy una pila y, aunque no lo creas, nací hace doscientos años, en una ciudad de Italia, pero en ese tiempo nadie sabía la importancia que llegaría a tener con el paso de los siglos.

Me volví muy importante cuando los aparatos electrónicos se hicieron portátiles, y con la llegada de los modernos teléfonos celulares y las tabletas, además de las laptops, me he vuelto imprescindible. Sólo es necesario mirar un poco en los aeropuertos, restaurantes o centrales de autobuses, para encontrar a varias personas pendientes de mi carga. A continuación les contaré un poco sobre mi origen y los científicos que me crearon.

MIS CREADORES

El primero de mis creadores fue Luigi Galvani, quien nació el 9 de septiembre de 1737, en la ciudad de Bolonia, en lo que hoy es Italia. Mostró desde pequeño un interés por la teología, pero su familia lo persuadió para que se convirtiera en médico, por lo que estudió en la reconocida universidad de su ciudad, y obtuvo el grado en medicina y filosofía en 1759.

Debido a su gran capacidad, obtuvo el puesto de profesor de anatomía en la Universidad de Bolonia, en 1762. Dedicó sus primeros años de vida profesional a la práctica de la medicina. Se casó con Lucía Galeazzi, hija de uno de sus profesores, en 1764. Formaron un matrimonio muy unido, que duró varias décadas. Incluso, ella se volvió su asistente en la mayoría de sus experimentos hasta que muere, en 1790, sin haber tenido hijos.

Galvani llevó a cabo su gran descubrimiento mientras realizaba experimentos con cadáveres de ranas en su laboratorio: se da cuenta que, sin actuar de por medio alguna fuente de energía, cuando acerca sus pinzas a una rana y toca su médula espinal y un músculo de una de sus ancas, el cuerpo del batracio se convulsiona. Por lo tanto, deduce que el cuerpo de la rana contiene energía eléctrica almacenada, incluso después de muerta.

Ahora hablemos de mi otro creador, Alessandro Volta, quien nació el 18 de febrero de 1745 en Como, Lombardía (hoy Italia, pero en esos años parte del Imperio austríaco), en el seno de una familia de la nobleza. Aunque su padre murió cuando tenía apenas siete años, su madre y sus familiares cercanos se esmeraron en que recibiera una buena educación, con el propósito de que se dedicara a la vida sacerdotal, o se desempeñara en el área de humanidades.

Sin embargo, Volta mostró un gran interés por la ciencia, que lo llevó desde muy joven a realizar experimentos y a mantener correspondencia con los científicos de su época. Al igual que varios de ellos, se sintió atraído por el estudio de la electricidad, y en 1769, con tan solo 24 años de edad, publica su primer artículo científico. En esos momentos ya ocupaba un puesto como profesor de Física en el Liceo de Como, y se encontraba felizmente casado con Teresa Perigrini, con quien procreó tres hijos.

MI DESCUBRIMIENTO

Cuando Galvani publicó los resultados de su investigación, Volta ya tenía un prestigio como científico en toda Europa. Por lo tanto, se interesó por dichos experimentos, y decidió realizarlos por su cuenta. A partir de éstos, deduce que la electricidad no proviene del animal, sino de los metales.

Lo que pasaba es que las pinzas estaban fabricadas con dos metales diferentes, por lo que al estar en contacto se lleva a cabo una reacción química que libera electrones y produce un flujo de corriente eléctrica. Podemos decir que le aplicaba un electroshock al cadáver de la rana. Este principio –de crear una corriente eléctrica a partir de una reacción química– es el mismo con el que funcionan actualmente todas las pilas de sus celulares, laptops y tabletas.

El gran descubrimiento de Alessandro Volta llegó a finales del siglo XVIII, cuando, para probar su teoría construye una pequeña torre de discos apilados (esto es, una “pila” de discos, de ahí mi nombre), de cobre y zinc, alternados, con una solución salina entre ellos. Con esto logró generar un voltaje en los extremos, y producir un flujo de corriente eléctrica. El primero de mis ancestros podía suministrar un fluido eléctrico constante durante varias horas, dependiendo del número de discos que se pusieran uno encima de otro.

Sus contemporáneos me llamaron “el aparato más maravilloso que ha creado la mano del hombre, sin excluir el telescopio o la máquina de vapor”. Con esto quedó zanjada la controversia entre la teoría de la “electricidad animal”, que proponía Galvani, y la “electricidad metálica”, que proponía Volta.

LA INVASIÓN

En 1796 Napoleón cruzó los Alpes con el fin de conquistar Italia. Luigi Galvani se niega a jurarle fidelidad, por lo que es expulsado de la Universidad de Bolonia, en la cual había impartido su cátedra durante más de treinta años. Se retira a vivir en casa de su hermano, ya que su amada esposa había muerto unos años antes. A petición e insistencia de sus colegas, el nuevo gobierno accede a regresarle su puesto y sus títulos, pero ya era demasiado tarde y, víctima de una profunda depresión, Galvani muere, pobre y exiliado, el 4 de diciembre de 1798.

Alessandro Volta se comporta de una manera mucho más pragmática y accede a inclinar su cabeza ante Napoleón, por lo que es invitado a París para mostrarle su invento al Emperador, quien le otorgó la medalla de oro al mérito científico, y lo nombró conde y senador de Lombardía. Además, recibió una serie de reconocimientos en toda Europa. Incluso, después de caída del Imperio napoleónico, el Gobierno Imperial austríaco le otorgó el puesto de director de la facultad de filosofía de la Universidad de Padua. Se retiró poco tiempo después a vivir en completa tranquilidad, mientras disfrutaba de su riqueza y su bien merecida fama académica. Murió el 5 de marzo de 1827.

EL LEGADO

A raíz de los descubrimientos que se han dado en los últimos años, en lo que concierne al funcionamiento del cuerpo humano, en particular el cerebro, el corazón y los músculos, podemos afirmar que Galvani no estaba del todo errado, y sí existe una “electricidad animal”.

Sobre Volta, solo puedo reafirmar lo dicho: al inventarme, realizó una de las mayores aportaciones al desarrollo de la tecnología en la historia de la civilización. Hasta el día de hoy, millones de pilas en todo el mundo funcionamos con el mismo principio descubierto por él: la reacción de dos o más elementos químicos produce una corriente eléctrica. Gracias a mi desarrollo es que pueden disfrutar durante horas de los teléfonos celulares, las laptops, las tabletas, los relojes, etc. Además de que permitimos el funcionamiento de los carros, y nos hemos vuelto esenciales con el desarrollo del coche eléctrico. Es justo dejar un reconocimiento y agradecimiento a estos dos científicos italianos que me inventaron, aunque parezca difícil creerlo, hace más de dos siglos.

rodolfoechavarria@eluniversodemaxwell.com

Es muy probable que no pienses mucho en mí, excepto cuando estoy descargada o a punto de. Soy una pila y, aunque no lo creas, nací hace doscientos años, en una ciudad de Italia, pero en ese tiempo nadie sabía la importancia que llegaría a tener con el paso de los siglos.

Me volví muy importante cuando los aparatos electrónicos se hicieron portátiles, y con la llegada de los modernos teléfonos celulares y las tabletas, además de las laptops, me he vuelto imprescindible. Sólo es necesario mirar un poco en los aeropuertos, restaurantes o centrales de autobuses, para encontrar a varias personas pendientes de mi carga. A continuación les contaré un poco sobre mi origen y los científicos que me crearon.

MIS CREADORES

El primero de mis creadores fue Luigi Galvani, quien nació el 9 de septiembre de 1737, en la ciudad de Bolonia, en lo que hoy es Italia. Mostró desde pequeño un interés por la teología, pero su familia lo persuadió para que se convirtiera en médico, por lo que estudió en la reconocida universidad de su ciudad, y obtuvo el grado en medicina y filosofía en 1759.

Debido a su gran capacidad, obtuvo el puesto de profesor de anatomía en la Universidad de Bolonia, en 1762. Dedicó sus primeros años de vida profesional a la práctica de la medicina. Se casó con Lucía Galeazzi, hija de uno de sus profesores, en 1764. Formaron un matrimonio muy unido, que duró varias décadas. Incluso, ella se volvió su asistente en la mayoría de sus experimentos hasta que muere, en 1790, sin haber tenido hijos.

Galvani llevó a cabo su gran descubrimiento mientras realizaba experimentos con cadáveres de ranas en su laboratorio: se da cuenta que, sin actuar de por medio alguna fuente de energía, cuando acerca sus pinzas a una rana y toca su médula espinal y un músculo de una de sus ancas, el cuerpo del batracio se convulsiona. Por lo tanto, deduce que el cuerpo de la rana contiene energía eléctrica almacenada, incluso después de muerta.

Ahora hablemos de mi otro creador, Alessandro Volta, quien nació el 18 de febrero de 1745 en Como, Lombardía (hoy Italia, pero en esos años parte del Imperio austríaco), en el seno de una familia de la nobleza. Aunque su padre murió cuando tenía apenas siete años, su madre y sus familiares cercanos se esmeraron en que recibiera una buena educación, con el propósito de que se dedicara a la vida sacerdotal, o se desempeñara en el área de humanidades.

Sin embargo, Volta mostró un gran interés por la ciencia, que lo llevó desde muy joven a realizar experimentos y a mantener correspondencia con los científicos de su época. Al igual que varios de ellos, se sintió atraído por el estudio de la electricidad, y en 1769, con tan solo 24 años de edad, publica su primer artículo científico. En esos momentos ya ocupaba un puesto como profesor de Física en el Liceo de Como, y se encontraba felizmente casado con Teresa Perigrini, con quien procreó tres hijos.

MI DESCUBRIMIENTO

Cuando Galvani publicó los resultados de su investigación, Volta ya tenía un prestigio como científico en toda Europa. Por lo tanto, se interesó por dichos experimentos, y decidió realizarlos por su cuenta. A partir de éstos, deduce que la electricidad no proviene del animal, sino de los metales.

Lo que pasaba es que las pinzas estaban fabricadas con dos metales diferentes, por lo que al estar en contacto se lleva a cabo una reacción química que libera electrones y produce un flujo de corriente eléctrica. Podemos decir que le aplicaba un electroshock al cadáver de la rana. Este principio –de crear una corriente eléctrica a partir de una reacción química– es el mismo con el que funcionan actualmente todas las pilas de sus celulares, laptops y tabletas.

El gran descubrimiento de Alessandro Volta llegó a finales del siglo XVIII, cuando, para probar su teoría construye una pequeña torre de discos apilados (esto es, una “pila” de discos, de ahí mi nombre), de cobre y zinc, alternados, con una solución salina entre ellos. Con esto logró generar un voltaje en los extremos, y producir un flujo de corriente eléctrica. El primero de mis ancestros podía suministrar un fluido eléctrico constante durante varias horas, dependiendo del número de discos que se pusieran uno encima de otro.

Sus contemporáneos me llamaron “el aparato más maravilloso que ha creado la mano del hombre, sin excluir el telescopio o la máquina de vapor”. Con esto quedó zanjada la controversia entre la teoría de la “electricidad animal”, que proponía Galvani, y la “electricidad metálica”, que proponía Volta.

LA INVASIÓN

En 1796 Napoleón cruzó los Alpes con el fin de conquistar Italia. Luigi Galvani se niega a jurarle fidelidad, por lo que es expulsado de la Universidad de Bolonia, en la cual había impartido su cátedra durante más de treinta años. Se retira a vivir en casa de su hermano, ya que su amada esposa había muerto unos años antes. A petición e insistencia de sus colegas, el nuevo gobierno accede a regresarle su puesto y sus títulos, pero ya era demasiado tarde y, víctima de una profunda depresión, Galvani muere, pobre y exiliado, el 4 de diciembre de 1798.

Alessandro Volta se comporta de una manera mucho más pragmática y accede a inclinar su cabeza ante Napoleón, por lo que es invitado a París para mostrarle su invento al Emperador, quien le otorgó la medalla de oro al mérito científico, y lo nombró conde y senador de Lombardía. Además, recibió una serie de reconocimientos en toda Europa. Incluso, después de caída del Imperio napoleónico, el Gobierno Imperial austríaco le otorgó el puesto de director de la facultad de filosofía de la Universidad de Padua. Se retiró poco tiempo después a vivir en completa tranquilidad, mientras disfrutaba de su riqueza y su bien merecida fama académica. Murió el 5 de marzo de 1827.

EL LEGADO

A raíz de los descubrimientos que se han dado en los últimos años, en lo que concierne al funcionamiento del cuerpo humano, en particular el cerebro, el corazón y los músculos, podemos afirmar que Galvani no estaba del todo errado, y sí existe una “electricidad animal”.

Sobre Volta, solo puedo reafirmar lo dicho: al inventarme, realizó una de las mayores aportaciones al desarrollo de la tecnología en la historia de la civilización. Hasta el día de hoy, millones de pilas en todo el mundo funcionamos con el mismo principio descubierto por él: la reacción de dos o más elementos químicos produce una corriente eléctrica. Gracias a mi desarrollo es que pueden disfrutar durante horas de los teléfonos celulares, las laptops, las tabletas, los relojes, etc. Además de que permitimos el funcionamiento de los carros, y nos hemos vuelto esenciales con el desarrollo del coche eléctrico. Es justo dejar un reconocimiento y agradecimiento a estos dos científicos italianos que me inventaron, aunque parezca difícil creerlo, hace más de dos siglos.

rodolfoechavarria@eluniversodemaxwell.com