/ domingo 19 de enero de 2020

El Universo de Maxwell | Un cirujano del siglo XIX

Sin embargo, esto no era así hasta hace siglo y medio, cuando entrar a un quirófano era una apuesta a cara o cruz, ya que la mitad de los pacientes no sobrevivían. En esta ocasión comentaremos sobre el científico que cambió para siempre a la cirugía a partir de la implementación de medidas antisépticas.

NIÑEZ

Joseph Lister nació el 5 de abril de 1827 en Upton, Essex, Inglaterra. Fue el segundo de los siete hijos del próspero matrimonio de cuáqueros formado por Joseph Jackson Lister e Isabella Harris. Su padre, un comerciante de vinos además de físico, fue aceptado en la Royal Society de Londres, gracias a su descubrimiento del microscopio acromático.

El señor y la señora Lister tomaron un rol muy activo en la educación de su hijo Joseph, en particular su padre, ya que le brindó una excelente preparación en ciencias naturales y en el uso del microscopio. Al mismo tiempo, asistió a dos escuelas cuáqueras, debido a que en éstas le daban más importancia a la ciencia, a diferencia de otras instituciones. El joven Joseph se interesó en el estudio de la anatomía y, a los dieciséis años, decidió que quería ser cirujano, por lo que se trasladó a Londres para ingresar a la universidad.

ESTUDIOS

Ingresó al University College de Londres –una de las pocas universidades que aceptaban cuáqueros– donde, después de tomar un curso de artes, fue admitido en la Facultad de Ciencias Médicas, en octubre de 1848. Se graduó con honores como médico en 1852. En ese año fue aceptado en el Royal College of Surgeons (Real Colegio de Cirujanos).

Durante una visita a Edimburgo, en 1853, Joseph es contratado como asistente de James Syme, el mejor cirujano de la época, y quien se convertiría en su gran amigo. En 1856 se convierte en cirujano del Real Hospital de esa ciudad. En 1860, a la edad de 33 años, es electo para ocupar la cátedra de cirugía en la Universidad de Glasgow y se convierte en el cirujano designado en su hospital, un año después.

CIRUGÍA EN EL SIGLO XIX

A partir de la introducción de la anestesia, en 1840, las cirugías se volvieron más comunes, pero entrar a un quirófano en esos años era una apuesta a cara o cruz, ya que la mitad de los pacientes morían debido a las infecciones. El único procedimiento para prevenirlas consistía en ventilar las salas del hospital para alejar el “mal aire” que se pensaba exhalaban las heridas.

Los cirujanos de esa época no practicaban ninguna medida higiénica, al contrario, les gustaba el hedor del hospital, llegaban a la sala de operaciones con su ropa de calle y sin haberse limpiado las manos. Nunca lavaban las batas, en las que mostraban con orgullo las manchas secas de sangre y pus, como medallas de guerra.

El instrumental quirúrgico se limpiaba a veces después de la operación, no antes. La sonda que se utilizaba para drenar el pus de la herida de un paciente se aplicaba al de la siguiente cama. En algunas zonas rurales la operación terminaba con la aplicación de un emplasto de estiércol de vaca sobre la herida. Sin embargo, debemos de tomar en cuenta que nadie sabía qué era lo que ocasionaban las infecciones ni sobre la existencia de los gérmenes.

Debido a lo anterior, los cirujanos se oponían a practicar operaciones, a menos que fuera absolutamente necesario. Se evitaba por completo abrir la cabeza, el tórax o el abdomen, mientras que las cirugías de las extremidades terminaban generalmente en amputaciones.

APORTACIONES

En 1864 Lister leyó los trabajos de Louis Pasteur, referentes a la fermentación. En ellos el científico francés explicaba que esta era debida a los gérmenes, microbios invisibles al ojo humano. A partir de esa información sospechó que algo similar pasaba en las infecciones de las heridas. En ese año ya había notado que las fracturas simples se curaban sin ningún problema, mientras que las fracturas abiertas derivaban en infecciones. Dedujo que el responsable era el aire, ya que transportaba los gérmenes, así que propuso filtrarlo, además de esterilizar todo el material quirúrgico.

Para lo anterior utilizó el ácido carbólico (ahora conocido como fenol), el cual se obtiene al destilar la creosota, un líquido utilizado para evitar la putrefacción de los durmientes y la madera de los barcos. Otro de sus usos era eliminar el hedor de los campos regados con aguas negras, con lo que se evitaba también la parasitosis del ganado que pastaba cerca. Por lo tanto dedujo que podía aplicarlo para eliminar los gérmenes en las heridas.

Formuló un protocolo para esterilizar con fenol el instrumental quirúrgico, las manos del cirujano y las heridas. También diseñó un pulverizador para diseminar la sustancia en el quirófano. La oportunidad para demostrar su descubrimiento apareció en junio de 1866, cuando llegó al hospital un niño que había sido arrollado por un carruaje, y como consecuencia presentaba una fractura abierta de la tibia.

Aplicó su método para la operación y el niño se recuperó en seis semanas sin ninguna infección. Lister continuó con su protocolo y la mortalidad se redujo en pocos años, de cincuenta por ciento a un quince por ciento. Publicó sus resultados en la revista médica británica “The Lancelot” durante varios meses de 1867. Sin embargo su teoría de los gérmenes tardó en ser aceptada, varios médicos reconocidos se burlaron abiertamente sus medidas antisépticas. Pero la realidad y los excelentes resultados terminaron por imponerse, primero en otros países de Europa continental y al final en Inglaterra.

RECONOCIMIENTOS

Eduardo VII pudo convertirse en rey de Inglaterra gracias a Lister, ya que unos días antes de su coronación, tuvo que ser intervenido por una apendicitis. La operación dirigida por él y con la aplicación de su protocolo fue un éxito. Le fue otorgado el título de barón, recibió varios doctorados honorarios, y fue uno de los doce miembros originales de la Orden del Mérito, en 1902.

Años después de su muerte, una bacteria fue nombrada en su honor, Listeria. En 1879, un médico estadounidense aprovechó la fama de Lister para crear un antiséptico, el Listerine, el cual pronto fue utilizado por los dentistas para eliminar la halitosis de sus pacientes (aunque se vende con éxito hasta el día de hoy, nunca recibió un dólar por ello).

VIDA PERSONAL

Lister contrajo nupcias con Agnes, la hija mayor de su amigo y profesor Syme, en abril de 1856. En su luna de miel realizaron visitas a hospitales y universidades de Francia y Alemania durante varios meses. Aunque no tuvieron hijos, fueron un matrimonio muy feliz; ella compartía con su marido la fascinación por la medicina. A su muerte, en 1892, él se retiró de la práctica de la cirugía.

El gran cirujano Joseph Lister era un hombre profundamente religioso, sencillo, tímido y modesto. Siempre se mantuvo firme en sus convicciones ya que sentía que su labor era dirigida por Dios. No le interesaba pertenecer a los altos círculos sociales ni obtener grandes recompensas económicas por su trabajo.

Aunque algunos historiadores señalan, como defectos, el hecho de que se negó a compartir el crédito por su descubrimiento y de que no aceptaba la equidad de las mujeres en la medicina. Físicamente, era bien parecido, con una figura atlética, ojos color avellana y cabello plateado. Desafortunadamente, unos años antes de morir, se encontraba prácticamente ciego y sordo. Joseph Lister falleció el 10 de febrero de 1912.

LEGADO

Aunque ahora la asepsia ha reemplazado a la antisepsia propuesta por Joseph Lister, y el fenol fue sustituido por compuestos no tóxicos, le debemos el reconocimiento y una gratitud eterna a este médico inglés, quien, hace siglo y medio, cambió para siempre la práctica de la medicina a través de medidas antisépticas que han salvado la vida de millones de personas.

e-mail: rodolfoechavarria@eluniversodemaxwell.com

JOSEPH LISTER

La operación ha sido un éxito, pero el paciente murió de una infección”

Sin embargo, esto no era así hasta hace siglo y medio, cuando entrar a un quirófano era una apuesta a cara o cruz, ya que la mitad de los pacientes no sobrevivían. En esta ocasión comentaremos sobre el científico que cambió para siempre a la cirugía a partir de la implementación de medidas antisépticas.

NIÑEZ

Joseph Lister nació el 5 de abril de 1827 en Upton, Essex, Inglaterra. Fue el segundo de los siete hijos del próspero matrimonio de cuáqueros formado por Joseph Jackson Lister e Isabella Harris. Su padre, un comerciante de vinos además de físico, fue aceptado en la Royal Society de Londres, gracias a su descubrimiento del microscopio acromático.

El señor y la señora Lister tomaron un rol muy activo en la educación de su hijo Joseph, en particular su padre, ya que le brindó una excelente preparación en ciencias naturales y en el uso del microscopio. Al mismo tiempo, asistió a dos escuelas cuáqueras, debido a que en éstas le daban más importancia a la ciencia, a diferencia de otras instituciones. El joven Joseph se interesó en el estudio de la anatomía y, a los dieciséis años, decidió que quería ser cirujano, por lo que se trasladó a Londres para ingresar a la universidad.

ESTUDIOS

Ingresó al University College de Londres –una de las pocas universidades que aceptaban cuáqueros– donde, después de tomar un curso de artes, fue admitido en la Facultad de Ciencias Médicas, en octubre de 1848. Se graduó con honores como médico en 1852. En ese año fue aceptado en el Royal College of Surgeons (Real Colegio de Cirujanos).

Durante una visita a Edimburgo, en 1853, Joseph es contratado como asistente de James Syme, el mejor cirujano de la época, y quien se convertiría en su gran amigo. En 1856 se convierte en cirujano del Real Hospital de esa ciudad. En 1860, a la edad de 33 años, es electo para ocupar la cátedra de cirugía en la Universidad de Glasgow y se convierte en el cirujano designado en su hospital, un año después.

CIRUGÍA EN EL SIGLO XIX

A partir de la introducción de la anestesia, en 1840, las cirugías se volvieron más comunes, pero entrar a un quirófano en esos años era una apuesta a cara o cruz, ya que la mitad de los pacientes morían debido a las infecciones. El único procedimiento para prevenirlas consistía en ventilar las salas del hospital para alejar el “mal aire” que se pensaba exhalaban las heridas.

Los cirujanos de esa época no practicaban ninguna medida higiénica, al contrario, les gustaba el hedor del hospital, llegaban a la sala de operaciones con su ropa de calle y sin haberse limpiado las manos. Nunca lavaban las batas, en las que mostraban con orgullo las manchas secas de sangre y pus, como medallas de guerra.

El instrumental quirúrgico se limpiaba a veces después de la operación, no antes. La sonda que se utilizaba para drenar el pus de la herida de un paciente se aplicaba al de la siguiente cama. En algunas zonas rurales la operación terminaba con la aplicación de un emplasto de estiércol de vaca sobre la herida. Sin embargo, debemos de tomar en cuenta que nadie sabía qué era lo que ocasionaban las infecciones ni sobre la existencia de los gérmenes.

Debido a lo anterior, los cirujanos se oponían a practicar operaciones, a menos que fuera absolutamente necesario. Se evitaba por completo abrir la cabeza, el tórax o el abdomen, mientras que las cirugías de las extremidades terminaban generalmente en amputaciones.

APORTACIONES

En 1864 Lister leyó los trabajos de Louis Pasteur, referentes a la fermentación. En ellos el científico francés explicaba que esta era debida a los gérmenes, microbios invisibles al ojo humano. A partir de esa información sospechó que algo similar pasaba en las infecciones de las heridas. En ese año ya había notado que las fracturas simples se curaban sin ningún problema, mientras que las fracturas abiertas derivaban en infecciones. Dedujo que el responsable era el aire, ya que transportaba los gérmenes, así que propuso filtrarlo, además de esterilizar todo el material quirúrgico.

Para lo anterior utilizó el ácido carbólico (ahora conocido como fenol), el cual se obtiene al destilar la creosota, un líquido utilizado para evitar la putrefacción de los durmientes y la madera de los barcos. Otro de sus usos era eliminar el hedor de los campos regados con aguas negras, con lo que se evitaba también la parasitosis del ganado que pastaba cerca. Por lo tanto dedujo que podía aplicarlo para eliminar los gérmenes en las heridas.

Formuló un protocolo para esterilizar con fenol el instrumental quirúrgico, las manos del cirujano y las heridas. También diseñó un pulverizador para diseminar la sustancia en el quirófano. La oportunidad para demostrar su descubrimiento apareció en junio de 1866, cuando llegó al hospital un niño que había sido arrollado por un carruaje, y como consecuencia presentaba una fractura abierta de la tibia.

Aplicó su método para la operación y el niño se recuperó en seis semanas sin ninguna infección. Lister continuó con su protocolo y la mortalidad se redujo en pocos años, de cincuenta por ciento a un quince por ciento. Publicó sus resultados en la revista médica británica “The Lancelot” durante varios meses de 1867. Sin embargo su teoría de los gérmenes tardó en ser aceptada, varios médicos reconocidos se burlaron abiertamente sus medidas antisépticas. Pero la realidad y los excelentes resultados terminaron por imponerse, primero en otros países de Europa continental y al final en Inglaterra.

RECONOCIMIENTOS

Eduardo VII pudo convertirse en rey de Inglaterra gracias a Lister, ya que unos días antes de su coronación, tuvo que ser intervenido por una apendicitis. La operación dirigida por él y con la aplicación de su protocolo fue un éxito. Le fue otorgado el título de barón, recibió varios doctorados honorarios, y fue uno de los doce miembros originales de la Orden del Mérito, en 1902.

Años después de su muerte, una bacteria fue nombrada en su honor, Listeria. En 1879, un médico estadounidense aprovechó la fama de Lister para crear un antiséptico, el Listerine, el cual pronto fue utilizado por los dentistas para eliminar la halitosis de sus pacientes (aunque se vende con éxito hasta el día de hoy, nunca recibió un dólar por ello).

VIDA PERSONAL

Lister contrajo nupcias con Agnes, la hija mayor de su amigo y profesor Syme, en abril de 1856. En su luna de miel realizaron visitas a hospitales y universidades de Francia y Alemania durante varios meses. Aunque no tuvieron hijos, fueron un matrimonio muy feliz; ella compartía con su marido la fascinación por la medicina. A su muerte, en 1892, él se retiró de la práctica de la cirugía.

El gran cirujano Joseph Lister era un hombre profundamente religioso, sencillo, tímido y modesto. Siempre se mantuvo firme en sus convicciones ya que sentía que su labor era dirigida por Dios. No le interesaba pertenecer a los altos círculos sociales ni obtener grandes recompensas económicas por su trabajo.

Aunque algunos historiadores señalan, como defectos, el hecho de que se negó a compartir el crédito por su descubrimiento y de que no aceptaba la equidad de las mujeres en la medicina. Físicamente, era bien parecido, con una figura atlética, ojos color avellana y cabello plateado. Desafortunadamente, unos años antes de morir, se encontraba prácticamente ciego y sordo. Joseph Lister falleció el 10 de febrero de 1912.

LEGADO

Aunque ahora la asepsia ha reemplazado a la antisepsia propuesta por Joseph Lister, y el fenol fue sustituido por compuestos no tóxicos, le debemos el reconocimiento y una gratitud eterna a este médico inglés, quien, hace siglo y medio, cambió para siempre la práctica de la medicina a través de medidas antisépticas que han salvado la vida de millones de personas.

e-mail: rodolfoechavarria@eluniversodemaxwell.com

JOSEPH LISTER

La operación ha sido un éxito, pero el paciente murió de una infección”