/ domingo 11 de octubre de 2020

Empate en Morena

Wittgenstein sostenía que todos nuestros problemas de conocimiento tenían su origen en un uso inadecuado del lenguaje. Por error según Wittgenstein, se asignan conceptos a objetos que no tienen correspondencia en la realidad y a partir de ellos construimos hechos que devienen en falsos juicios de existencia.

Algo así tiene lugar por estos días al interior del Movimiento de Regeneración Nacional o Morena, con ocasión del proceso de renovación de su dirigencia nacional que a causa de no haber logrado construir un consenso inclusivo entre todos los grupos al interior del partido, se vio orillado a adoptar la encuesta como método de selección de su Presidente Nacional en defecto del voto de su militancia.

En horas recientes el Instituto Nacional Electoral instruido por el Tribunal Federal Electoral para la realización de las encuestas, dio a conocer sus resultados, arrojando una diferencia de 5 centésimas entre el primer y segundo lugar, cifra que queda comprendida dentro del ¨traslape¨ que todo ejercicio estadístico de esta naturaleza comporta y que, por lo tanto, no ofrece la certeza sobre el auténtico ganador de la contienda.

Sin embargo, pese a que lo anterior no pareciera implicar mayor dificultad de compresión, se ha empezado a inducir la confusión semántica entre ¨traslape¨ estadístico con un ¨empate¨ numérico, dando la pauta para crear una equivocación gratuita e improcedente sobre lo que realmente sucede, envenenando aún más el de por sí enconado ambiente dentro del partido Morena.

A partir de una inadecuada utilización de un término como ¨empate¨ se comienza a construir el mito del fraude por quienes piensan que los resultados estadísticos son incontestables, cuando lo cierto es que no se puede aplicar este término a un ejercicio probabilístico que no ofrece resultados certeros sino solo hipotéticos y aproximados, que es falible en un rango del 3.5 +/-, es decir, mayor a la diferencia mostrada entre el primero y segundo lugar del muestreo.

Solo se llama ¨empate¨ en el caso de cifras ciertas, es decir, cuando correspondan exactamente al objeto que representan, por ejemplo, cuando se trata de votos constantes y sonantes. Si dos cifras ciertas son idénticas se puede llamar adecuadamente "empate¨. Pero si, por el contrario, las cifras derivan indirectamente del objeto que pretende representar porque solo expresan un porcentaje estimado del mismo con un margen de exactitud del 95%, no puede calificarse legalmente y en buena lid ¨empate¨ a esto, porque dará pie a graves y peligrosos malentendidos.

La falta de moderación de los apetitos y un narcisismo desenfrenado está conduciendo a un nuevo escalamiento del conflicto dentro de Morena. Lo anterior, pese a que se sabía de antemano que en caso de “traslape” de resultados, se debería de llevar a cabo una tercera encuesta entre el primer y segundo lugar para definir con claridad al ganador, es decir, no es algo que no estuviera contemplado.

Para tener democracia hacen falta demócratas, y eso implica el compromiso irrestricto con las reglas del juego y certeza sobre los resultados. Precisamente estas dos demandas fueron las luchas fundacionales que dieron origen al partido Morena. Morena no surge como rechazo a las formas de participación política de la democracia liberal, por el contrario, Morena reivindica el cumplimiento de las reglas establecidas para el acceso democrático al poder público y que eran manipuladas al gusto del viejo régimen.

En la elección presidencial de 2006, la demanda principal de la Coalición por el Bien de Todos, antes que la anulación de la elección fue tener certeza en los resultados, no se impugnó el supuesto ¨empate¨ que nunca existió efectivamente, sino la autenticidad en las cifras y solo ante la imposibilidad de tener certeza en el resultado se pidió la anulación del proceso electoral entero. Todo esto lo sé de primera mano porque yo realicé con auxilio de otras personas la impugnación a la elección presidencial de aquellos años para mi distrito, pero lo peor es que también lo saben los actores principales de la contienda interna de Morena y, aun así, actúan como si no lo supieran, caminando sobre sus pasos, contra su propia historia.

La única vía para establecimiento de una normalidad democrática al interior de Morena es la legitimidad emanada de procesos incuestionables. Donde hay dudas, suspicacias o margen de error, no puede haber legitimidad. Recordemos el ejemplo de Felipe Calderón, donde la legalidad formal nunca pudo suplir la ausencia de legitimidad política de su presidencia.

Desafortunadamente para Morena y millones de sus simpatizantes, el ascenso al poder significó la adquisición de vicios antidemocráticos regidos bajo la máxima perversa de sí no es para mí, no será para nadie.

Estas actitudes se han alimentado de un desacertado derecho de prelación, que les daría a algunos cuantos el privilegio de excepcionalidad para hacer cuanto crean necesario para alcanzar y preservar el poder en aras de un purismo envenenado, que está costando más daños al programa de la 4T, que todos aquellos peligros supuestamente conjurados.

Sobra decir que desde el momento mismo que el Movimiento de Regeneración Nacional decidió convertirse en un partido político aceptó someterse a un régimen legal que otorga igualdad a todos sus militantes con independencia de su trayectoria.

Así es la democracia donde no tiene que gustarnos todos nuestros correligionarios, pero que a la vez confiere a todos la capacidad de ser, no solo al que resulte hoy ganador, sino también a los derrotados de ahora, les asegura la posibilidad de ser los vencedores del mañana.

Finalmente, y parafraseando a Miguel de Unamuno, la legitimidad no se trata de vencer, sino de convencer que se ha ganado y se ha sido vencido clara y limpiamente, sería bueno para la nueva dirigencia nacional sea cual sea, iniciar dotada de autoridad moral producto de su legitimidad.

Regeneración

Wittgenstein sostenía que todos nuestros problemas de conocimiento tenían su origen en un uso inadecuado del lenguaje. Por error según Wittgenstein, se asignan conceptos a objetos que no tienen correspondencia en la realidad y a partir de ellos construimos hechos que devienen en falsos juicios de existencia.

Algo así tiene lugar por estos días al interior del Movimiento de Regeneración Nacional o Morena, con ocasión del proceso de renovación de su dirigencia nacional que a causa de no haber logrado construir un consenso inclusivo entre todos los grupos al interior del partido, se vio orillado a adoptar la encuesta como método de selección de su Presidente Nacional en defecto del voto de su militancia.

En horas recientes el Instituto Nacional Electoral instruido por el Tribunal Federal Electoral para la realización de las encuestas, dio a conocer sus resultados, arrojando una diferencia de 5 centésimas entre el primer y segundo lugar, cifra que queda comprendida dentro del ¨traslape¨ que todo ejercicio estadístico de esta naturaleza comporta y que, por lo tanto, no ofrece la certeza sobre el auténtico ganador de la contienda.

Sin embargo, pese a que lo anterior no pareciera implicar mayor dificultad de compresión, se ha empezado a inducir la confusión semántica entre ¨traslape¨ estadístico con un ¨empate¨ numérico, dando la pauta para crear una equivocación gratuita e improcedente sobre lo que realmente sucede, envenenando aún más el de por sí enconado ambiente dentro del partido Morena.

A partir de una inadecuada utilización de un término como ¨empate¨ se comienza a construir el mito del fraude por quienes piensan que los resultados estadísticos son incontestables, cuando lo cierto es que no se puede aplicar este término a un ejercicio probabilístico que no ofrece resultados certeros sino solo hipotéticos y aproximados, que es falible en un rango del 3.5 +/-, es decir, mayor a la diferencia mostrada entre el primero y segundo lugar del muestreo.

Solo se llama ¨empate¨ en el caso de cifras ciertas, es decir, cuando correspondan exactamente al objeto que representan, por ejemplo, cuando se trata de votos constantes y sonantes. Si dos cifras ciertas son idénticas se puede llamar adecuadamente "empate¨. Pero si, por el contrario, las cifras derivan indirectamente del objeto que pretende representar porque solo expresan un porcentaje estimado del mismo con un margen de exactitud del 95%, no puede calificarse legalmente y en buena lid ¨empate¨ a esto, porque dará pie a graves y peligrosos malentendidos.

La falta de moderación de los apetitos y un narcisismo desenfrenado está conduciendo a un nuevo escalamiento del conflicto dentro de Morena. Lo anterior, pese a que se sabía de antemano que en caso de “traslape” de resultados, se debería de llevar a cabo una tercera encuesta entre el primer y segundo lugar para definir con claridad al ganador, es decir, no es algo que no estuviera contemplado.

Para tener democracia hacen falta demócratas, y eso implica el compromiso irrestricto con las reglas del juego y certeza sobre los resultados. Precisamente estas dos demandas fueron las luchas fundacionales que dieron origen al partido Morena. Morena no surge como rechazo a las formas de participación política de la democracia liberal, por el contrario, Morena reivindica el cumplimiento de las reglas establecidas para el acceso democrático al poder público y que eran manipuladas al gusto del viejo régimen.

En la elección presidencial de 2006, la demanda principal de la Coalición por el Bien de Todos, antes que la anulación de la elección fue tener certeza en los resultados, no se impugnó el supuesto ¨empate¨ que nunca existió efectivamente, sino la autenticidad en las cifras y solo ante la imposibilidad de tener certeza en el resultado se pidió la anulación del proceso electoral entero. Todo esto lo sé de primera mano porque yo realicé con auxilio de otras personas la impugnación a la elección presidencial de aquellos años para mi distrito, pero lo peor es que también lo saben los actores principales de la contienda interna de Morena y, aun así, actúan como si no lo supieran, caminando sobre sus pasos, contra su propia historia.

La única vía para establecimiento de una normalidad democrática al interior de Morena es la legitimidad emanada de procesos incuestionables. Donde hay dudas, suspicacias o margen de error, no puede haber legitimidad. Recordemos el ejemplo de Felipe Calderón, donde la legalidad formal nunca pudo suplir la ausencia de legitimidad política de su presidencia.

Desafortunadamente para Morena y millones de sus simpatizantes, el ascenso al poder significó la adquisición de vicios antidemocráticos regidos bajo la máxima perversa de sí no es para mí, no será para nadie.

Estas actitudes se han alimentado de un desacertado derecho de prelación, que les daría a algunos cuantos el privilegio de excepcionalidad para hacer cuanto crean necesario para alcanzar y preservar el poder en aras de un purismo envenenado, que está costando más daños al programa de la 4T, que todos aquellos peligros supuestamente conjurados.

Sobra decir que desde el momento mismo que el Movimiento de Regeneración Nacional decidió convertirse en un partido político aceptó someterse a un régimen legal que otorga igualdad a todos sus militantes con independencia de su trayectoria.

Así es la democracia donde no tiene que gustarnos todos nuestros correligionarios, pero que a la vez confiere a todos la capacidad de ser, no solo al que resulte hoy ganador, sino también a los derrotados de ahora, les asegura la posibilidad de ser los vencedores del mañana.

Finalmente, y parafraseando a Miguel de Unamuno, la legitimidad no se trata de vencer, sino de convencer que se ha ganado y se ha sido vencido clara y limpiamente, sería bueno para la nueva dirigencia nacional sea cual sea, iniciar dotada de autoridad moral producto de su legitimidad.

Regeneración