/ viernes 29 de noviembre de 2019

Con café y a media luz | En franco retroceso

En los últimos meses hemos sido testigos de la gestación y alumbramiento de una verdadera involución social que daña al tejido de nuestro país y parece no importarle a nadie. Los protagonistas de este lamentable retroceso no operan con otras divisas discursivas que no sean aquellas que están tasadas en la violencia, la agresión y la intolerancia a aquello que, por el simple hecho de existir en una condición distinta, ya es contraria a los pareceres que anidan en la conciencia de ese selecto grupo.

La agenda noticiosa de los medios de comunicación a nivel nacional ha otorgado un amplio espacio a las apariciones del actual mandatario de los Estados Unidos Mexicanos, como si se tratase de una oda permanente al ego del personaje investido por el banda presidencial y, han dejado un tanto de lado, la cobertura que antes se le hacían a las manifestaciones que ocurren en la capital del país, las cuales, salvo su mejor opinión, son cada vez más frecuentes y, también, más dolosas, violentas, destructivas y en contra de mucho de lo que aseguran defender.

Ya habíamos sido testigos de cómo en una marcha “feminista”, liderada por el grupo que dice proclamar y defender los derechos de las mujeres, un reportero de televisión fue golpeado cobardemente por uno de los asistentes quien, entre la muchedumbre, se perdió, para, días después, ser identificado y capturado por la autoridad. Durante la transmisión en vivo, instantes previos a que aconteciera el atropello, el muchacho representante de la televisora en cuestión, decía de manera indirecta a la audiencia “solo estamos transmitiendo y estamos siendo agredidos, ¡por favor!, solo queremos informar”. El resultado de su trabajo fue el maxilar fracturado por el puñetazo que le propinó el vándalo.

Además de ello, pudimos dar cuenta de los incuantificables destrozos ocasionados a los establecimientos ubicados en las arterias por las cuales avanzó la “marcha pacífica”. Las “damas” y acompañantes pintarrajearon fachadas, quebraron escaparates, destruyeron cristales e incendiaron una librería, como si con esas acciones restauraran la integridad de los derechos que aseguran, les fueron violentados.

Semanas después, con profunda tristeza y decepción, vimos a una turba de encapuchados entrar a las instalaciones de la máxima casa de estudios de nuestro país, cuyas aportaciones académicas, de investigación y de vinculación a la ciencia, la tecnología, la cultura y las artes, la han convertido en orgullo de América Latina y, como si se tratara de un oscuro aquelarre social, los murales de grandes artistas mexicanos fueron manchados con pintas de protestas absurdas.

El colmo de los colmos. La falta de respeto a la identidad misma del amor patrio. La deshonra autoinfligida y celebrada como si no fueran hijos de esta tierra. La incineración impía a la insignia nacional. Las imágenes hablaron por sí mismas. No era la muchedumbre haciendo garras al trozo de tela para, después, prenderle fuego. ¡No! ¡Era la nueva generación de mexicanos que no conocen dignidad, honor y decoro y, sin importar el ya haberle faltado a sus padres, hijos y hermanos, ahora se regodeaban en la falta de respeto a la nación y todo lo que representa y por lo que muchos mexicanos han luchado para construir a esta noble nación!

¡Esa es la verdadera catástrofe que estamos viviendo en el seno de nuestra sociedad!

Y como si todo lo anterior no bastase, nuevamente las féminas que “luchan por sus derechos” y los de sus congéneres, volvieron a salir a las calles con los rostros cubiertos y los senos al aire, pensando que esa es la mejor manera de demostrar su igualdad, equidad y autosuficiencia, para poner nuevamente en “alto” el nombre de la mujer. Se lanzaron a vandalizar los monumentos históricos de la otrora bella, “ciudad de los palacios”. Más que desnudar el cuerpo, desnudaron su carencia de valores, de moralidad, de respeto y de civilidad.

Yo soy el primero en defender la libertad de expresión y me uno a las manifestaciones públicas y libres que nos permitan llegar a ser una comunidad mejor, pero no puedo aprobar, bajo ninguna circunstancias o argumento, el hecho de que se destruya la historia para construir un futuro con una visión parcial y al acomodo de unas cuantas masas.

Aplaudo la convicción de todas las clases sociales por hacerse escuchar, por luchar en aras de sus nobles ideales, siempre y cuando prodiguen el respeto a los demás que pudieran estar, de acuerdo o no, en su postura ideológica.

El camino a la integración social no es el vandalismo. Por el contrario, es el diálogo, el respeto, la comunicación y la paz. Solo así llegaremos a ser la nación que tanto deseamos y construiremos la sociedad en la que tanto anhelamos que crezcan nuestros hijos.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

En los últimos meses hemos sido testigos de la gestación y alumbramiento de una verdadera involución social que daña al tejido de nuestro país y parece no importarle a nadie. Los protagonistas de este lamentable retroceso no operan con otras divisas discursivas que no sean aquellas que están tasadas en la violencia, la agresión y la intolerancia a aquello que, por el simple hecho de existir en una condición distinta, ya es contraria a los pareceres que anidan en la conciencia de ese selecto grupo.

La agenda noticiosa de los medios de comunicación a nivel nacional ha otorgado un amplio espacio a las apariciones del actual mandatario de los Estados Unidos Mexicanos, como si se tratase de una oda permanente al ego del personaje investido por el banda presidencial y, han dejado un tanto de lado, la cobertura que antes se le hacían a las manifestaciones que ocurren en la capital del país, las cuales, salvo su mejor opinión, son cada vez más frecuentes y, también, más dolosas, violentas, destructivas y en contra de mucho de lo que aseguran defender.

Ya habíamos sido testigos de cómo en una marcha “feminista”, liderada por el grupo que dice proclamar y defender los derechos de las mujeres, un reportero de televisión fue golpeado cobardemente por uno de los asistentes quien, entre la muchedumbre, se perdió, para, días después, ser identificado y capturado por la autoridad. Durante la transmisión en vivo, instantes previos a que aconteciera el atropello, el muchacho representante de la televisora en cuestión, decía de manera indirecta a la audiencia “solo estamos transmitiendo y estamos siendo agredidos, ¡por favor!, solo queremos informar”. El resultado de su trabajo fue el maxilar fracturado por el puñetazo que le propinó el vándalo.

Además de ello, pudimos dar cuenta de los incuantificables destrozos ocasionados a los establecimientos ubicados en las arterias por las cuales avanzó la “marcha pacífica”. Las “damas” y acompañantes pintarrajearon fachadas, quebraron escaparates, destruyeron cristales e incendiaron una librería, como si con esas acciones restauraran la integridad de los derechos que aseguran, les fueron violentados.

Semanas después, con profunda tristeza y decepción, vimos a una turba de encapuchados entrar a las instalaciones de la máxima casa de estudios de nuestro país, cuyas aportaciones académicas, de investigación y de vinculación a la ciencia, la tecnología, la cultura y las artes, la han convertido en orgullo de América Latina y, como si se tratara de un oscuro aquelarre social, los murales de grandes artistas mexicanos fueron manchados con pintas de protestas absurdas.

El colmo de los colmos. La falta de respeto a la identidad misma del amor patrio. La deshonra autoinfligida y celebrada como si no fueran hijos de esta tierra. La incineración impía a la insignia nacional. Las imágenes hablaron por sí mismas. No era la muchedumbre haciendo garras al trozo de tela para, después, prenderle fuego. ¡No! ¡Era la nueva generación de mexicanos que no conocen dignidad, honor y decoro y, sin importar el ya haberle faltado a sus padres, hijos y hermanos, ahora se regodeaban en la falta de respeto a la nación y todo lo que representa y por lo que muchos mexicanos han luchado para construir a esta noble nación!

¡Esa es la verdadera catástrofe que estamos viviendo en el seno de nuestra sociedad!

Y como si todo lo anterior no bastase, nuevamente las féminas que “luchan por sus derechos” y los de sus congéneres, volvieron a salir a las calles con los rostros cubiertos y los senos al aire, pensando que esa es la mejor manera de demostrar su igualdad, equidad y autosuficiencia, para poner nuevamente en “alto” el nombre de la mujer. Se lanzaron a vandalizar los monumentos históricos de la otrora bella, “ciudad de los palacios”. Más que desnudar el cuerpo, desnudaron su carencia de valores, de moralidad, de respeto y de civilidad.

Yo soy el primero en defender la libertad de expresión y me uno a las manifestaciones públicas y libres que nos permitan llegar a ser una comunidad mejor, pero no puedo aprobar, bajo ninguna circunstancias o argumento, el hecho de que se destruya la historia para construir un futuro con una visión parcial y al acomodo de unas cuantas masas.

Aplaudo la convicción de todas las clases sociales por hacerse escuchar, por luchar en aras de sus nobles ideales, siempre y cuando prodiguen el respeto a los demás que pudieran estar, de acuerdo o no, en su postura ideológica.

El camino a la integración social no es el vandalismo. Por el contrario, es el diálogo, el respeto, la comunicación y la paz. Solo así llegaremos a ser la nación que tanto deseamos y construiremos la sociedad en la que tanto anhelamos que crezcan nuestros hijos.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!