/ lunes 27 de mayo de 2019

Epitafio: Un episodio de la Conquista

Dentro del cine mexicano hay una asignatura pendiente enorme: filmar su historia.

Fuera de la Revolución Mexicana, que es vasta en su traslado a la pantalla grande, la Conquista de México ha sido escasamente tratada. Tal vez la cinta más memorable es Cabeza de Vaca/ 1991, de Nicolás Echevarría.

En Epitafio/México-2015, de Yulene Olaizola y Rubén Imaz, se recrea un episodio poco conocido pero fundamental para llevar al cabo la Conquista: la ascensión al Popocatépetl, en 1519, por el capitán Diego de Ordaz/Xavier Coronado y dos soldados: Gonzalo/Martín Román y Pedro/Carlos Triviño en busca de azufre para la elaboración de pólvora.

Desde la primera secuencia, el majestuoso Don Goyo imponiendo su presencia ante los diminutos conquistadores, advertimos el tono del filme: la confrontación de dos épicas. Una geográfica y otra espiritual. Un anti Werner Herzog (Aguirre, la ira de Dios/1972) es Epitafio.

Los directores Olaizola e Imaz proponen no la aventura demencial del fracaso de Lope de Aguirre/Klaus Kinski en su búsqueda de El Dorado sino una minimalista recreación de tres españoles con una misión específica de Hernán Cortés.

La cámara de Emiliano Fernández acude al registro preciosista en un estupendo uso nutritivo de la luz natural (filmaron a 4 mil metros de altura en el Pico de Orizaba) concatenándose con un diseño de sonido magistral que convierten al volcán en un verdadero personaje orgánico y auditivo. Y en ese tenor, Fernández se inscribe en una afortunada generación de talentosos cinefotógrafos del cine mexicano actual: Damián García/Güeros, Alejandro Cantú/ Carmín tropical, César Gutiérrez Miranda/La tirisia y Diego García/Fogo. No todo es Lubezki.

Epitafio es un ensayo libre, duro y agudo sobre una expedición que marcó el derrotero de la Conquista que muestra el ingenio de los directores para dirimir una historia que parecería estar destinada a ser contada bajo una producción onerosa. Al contrario, el bajo presupuesto permite que la narrativa se sustente en la economía de situaciones espectaculares.

La elección de los actores es un plus evidente. Coronado (quien es un escritor e historiador español radicado en México) está que ni mandado a hacer, aunque sus limitaciones histriónicas se hacen patentes, en especial en el monólogo al final de la cinta.

Los diálogos, urdidos a partir de las Cartas de relación, de Hernán Cortés y de algunos textos del propio Diego de Ordaz se sujetan al punto genésico narrado por Bernal Díaz del Castillo en la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España: “Y todavía Diego de Ordaz con sus dos compañeros fue su camino hasta llegar arriba y los indios que iban en su compañía se le quedaron en lo bajo (Cap. XXXVIII).

No hay nada inexacto en la reelaboración más que la desidia. Y Epitafio es una aproximación fiera (por lo extremoso de su realización), mesurada (en su ritmo narrativo) y justa. Es decir, la película no es un ajuste de cuentas con la historia, con vencedores o vencidos. Más bien es un repaso de la épica personal, ideológica y de lealtad de Diego de Ordaz por la Corona española y por la religión católica en aras de extender el imperio entre los naturales de estas tierras, pese a la promulgación del Requerimiento (texto legaloide que leían los conquistadores a los indios previo a su exterminio).

Epitafio es un alegato de la soledad, la ambición y la gloria de tres personajes que cumplieron su encomienda en medio de la duda, el mareo, el dolor, la angustia existencial y la majestuosidad de un volcán que realmente los enfrentó con su perenne orgullo glacial.

Dentro del cine mexicano hay una asignatura pendiente enorme: filmar su historia.

Fuera de la Revolución Mexicana, que es vasta en su traslado a la pantalla grande, la Conquista de México ha sido escasamente tratada. Tal vez la cinta más memorable es Cabeza de Vaca/ 1991, de Nicolás Echevarría.

En Epitafio/México-2015, de Yulene Olaizola y Rubén Imaz, se recrea un episodio poco conocido pero fundamental para llevar al cabo la Conquista: la ascensión al Popocatépetl, en 1519, por el capitán Diego de Ordaz/Xavier Coronado y dos soldados: Gonzalo/Martín Román y Pedro/Carlos Triviño en busca de azufre para la elaboración de pólvora.

Desde la primera secuencia, el majestuoso Don Goyo imponiendo su presencia ante los diminutos conquistadores, advertimos el tono del filme: la confrontación de dos épicas. Una geográfica y otra espiritual. Un anti Werner Herzog (Aguirre, la ira de Dios/1972) es Epitafio.

Los directores Olaizola e Imaz proponen no la aventura demencial del fracaso de Lope de Aguirre/Klaus Kinski en su búsqueda de El Dorado sino una minimalista recreación de tres españoles con una misión específica de Hernán Cortés.

La cámara de Emiliano Fernández acude al registro preciosista en un estupendo uso nutritivo de la luz natural (filmaron a 4 mil metros de altura en el Pico de Orizaba) concatenándose con un diseño de sonido magistral que convierten al volcán en un verdadero personaje orgánico y auditivo. Y en ese tenor, Fernández se inscribe en una afortunada generación de talentosos cinefotógrafos del cine mexicano actual: Damián García/Güeros, Alejandro Cantú/ Carmín tropical, César Gutiérrez Miranda/La tirisia y Diego García/Fogo. No todo es Lubezki.

Epitafio es un ensayo libre, duro y agudo sobre una expedición que marcó el derrotero de la Conquista que muestra el ingenio de los directores para dirimir una historia que parecería estar destinada a ser contada bajo una producción onerosa. Al contrario, el bajo presupuesto permite que la narrativa se sustente en la economía de situaciones espectaculares.

La elección de los actores es un plus evidente. Coronado (quien es un escritor e historiador español radicado en México) está que ni mandado a hacer, aunque sus limitaciones histriónicas se hacen patentes, en especial en el monólogo al final de la cinta.

Los diálogos, urdidos a partir de las Cartas de relación, de Hernán Cortés y de algunos textos del propio Diego de Ordaz se sujetan al punto genésico narrado por Bernal Díaz del Castillo en la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España: “Y todavía Diego de Ordaz con sus dos compañeros fue su camino hasta llegar arriba y los indios que iban en su compañía se le quedaron en lo bajo (Cap. XXXVIII).

No hay nada inexacto en la reelaboración más que la desidia. Y Epitafio es una aproximación fiera (por lo extremoso de su realización), mesurada (en su ritmo narrativo) y justa. Es decir, la película no es un ajuste de cuentas con la historia, con vencedores o vencidos. Más bien es un repaso de la épica personal, ideológica y de lealtad de Diego de Ordaz por la Corona española y por la religión católica en aras de extender el imperio entre los naturales de estas tierras, pese a la promulgación del Requerimiento (texto legaloide que leían los conquistadores a los indios previo a su exterminio).

Epitafio es un alegato de la soledad, la ambición y la gloria de tres personajes que cumplieron su encomienda en medio de la duda, el mareo, el dolor, la angustia existencial y la majestuosidad de un volcán que realmente los enfrentó con su perenne orgullo glacial.