/ martes 26 de junio de 2018

Estatuas de sal ¿dónde?


El que los expresidentes no intervienen en la política del país es un mito en realidad.


Los “ex precisos” hablan y no se convierten en estatuas de sal como marca la liturgia y tradiciones del sistema.


Los extitulares del Ejecutivo desde 1929 han estado atentos a cuestiones gubernativas.


Don Lázaro Cárdenas del Río ofreció su espada en prenda nada menos que al comandante Fidel Castro y su Revolución cubana.


Miguel Alemán se embarcó en cuestiones de gran turismo, donde hacía política aun sin desearlo, como aseguraban sus cercanos.


Emilio Portes Gil, tan prudente y sagaz, como siempre, hablaba cuando lo creía oportuno y rara vez se equivocaba.


Gustavo Díaz Ordaz realizó duras afirmaciones desde su embajada en España.


Luis Echeverría abundó sobre los temas doctrinales de su partido, el PRI. José López Portillo no dudó en utilizar su pluma en rotativos nacionales para difundir sus ideas.


Miguel de la Madrid ofreció públicamente su apoyo al candidato priista a la presidencia de la república, Francisco Labastida Ochoa.


Carlos Salinas de Gortari ofreció públicamente consejos “altruistas” sobre la “mejor” forma de gobierno.


Ernesto Zedillo, desde su retiro dorado en Estados Unidos nos regaló conferencias magistrales con recetas “infalibles” para “salvar a la Patria”.


Vicente Fox, enardecido por la locura del poder, que más bien es una enfermedad, ha hecho gala de su verborrea ridícula ante su cada vez más escasa audiencia.


Felipe Calderón, ha lanzado tronantes declaraciones por intermedio de las redes sociales, como es del dominio público.


El que los expresidentes se quedan mudos después de su mandato es una fantasía.


NOTA DEL DÍA: Existe la visión simplona de que por trabajar como empresa (privada) todo tiene que ser mejor. Pero allí están las constantes quejas dirigidas a empresas privadas que antes eran públicas (como Telmex, por poner solo un ejemplo), cuyos usuarios pagan los costos de la mala calidad de los servicios que reciben.


El eficientismo administrativo y su prosopopeya conducen a una serie de confrontaciones politicas estériles, en muchos casos. Esto viene a referencia porque diversas opiniones se han vertido, algunas a favor y otras en contra, con motivo de que Alfonso Romo Garza, un empresario fundamental en la campaña de AMLO, será el jefe de Oficina de la Presidencia en caso de ganar la elección el político tabasqueño. El meollo del asunto, creo, es entender que un empresario que sale de su negocio para desempeñar un puesto público debe estar plenamente consciente de que sus ingresos monetarios disminuirán mucho respecto a lo que percibe en sus empresas, ya que por razones lógicas los salarios que se ganan en la actividad privada son más altos que en el sector público.


El sector oficial trabaja con los impuestos que se recaban, los que se invierten en la prestación de mejores servicios para bienestar de la ciudadanía, mientras que la empresa privada se orienta principalmente a las ganancias; aunque es indispensable en ambos casos actuar con criterios de honestidad y eficiencia. Esto es.



El que los expresidentes no intervienen en la política del país es un mito en realidad.


Los “ex precisos” hablan y no se convierten en estatuas de sal como marca la liturgia y tradiciones del sistema.


Los extitulares del Ejecutivo desde 1929 han estado atentos a cuestiones gubernativas.


Don Lázaro Cárdenas del Río ofreció su espada en prenda nada menos que al comandante Fidel Castro y su Revolución cubana.


Miguel Alemán se embarcó en cuestiones de gran turismo, donde hacía política aun sin desearlo, como aseguraban sus cercanos.


Emilio Portes Gil, tan prudente y sagaz, como siempre, hablaba cuando lo creía oportuno y rara vez se equivocaba.


Gustavo Díaz Ordaz realizó duras afirmaciones desde su embajada en España.


Luis Echeverría abundó sobre los temas doctrinales de su partido, el PRI. José López Portillo no dudó en utilizar su pluma en rotativos nacionales para difundir sus ideas.


Miguel de la Madrid ofreció públicamente su apoyo al candidato priista a la presidencia de la república, Francisco Labastida Ochoa.


Carlos Salinas de Gortari ofreció públicamente consejos “altruistas” sobre la “mejor” forma de gobierno.


Ernesto Zedillo, desde su retiro dorado en Estados Unidos nos regaló conferencias magistrales con recetas “infalibles” para “salvar a la Patria”.


Vicente Fox, enardecido por la locura del poder, que más bien es una enfermedad, ha hecho gala de su verborrea ridícula ante su cada vez más escasa audiencia.


Felipe Calderón, ha lanzado tronantes declaraciones por intermedio de las redes sociales, como es del dominio público.


El que los expresidentes se quedan mudos después de su mandato es una fantasía.


NOTA DEL DÍA: Existe la visión simplona de que por trabajar como empresa (privada) todo tiene que ser mejor. Pero allí están las constantes quejas dirigidas a empresas privadas que antes eran públicas (como Telmex, por poner solo un ejemplo), cuyos usuarios pagan los costos de la mala calidad de los servicios que reciben.


El eficientismo administrativo y su prosopopeya conducen a una serie de confrontaciones politicas estériles, en muchos casos. Esto viene a referencia porque diversas opiniones se han vertido, algunas a favor y otras en contra, con motivo de que Alfonso Romo Garza, un empresario fundamental en la campaña de AMLO, será el jefe de Oficina de la Presidencia en caso de ganar la elección el político tabasqueño. El meollo del asunto, creo, es entender que un empresario que sale de su negocio para desempeñar un puesto público debe estar plenamente consciente de que sus ingresos monetarios disminuirán mucho respecto a lo que percibe en sus empresas, ya que por razones lógicas los salarios que se ganan en la actividad privada son más altos que en el sector público.


El sector oficial trabaja con los impuestos que se recaban, los que se invierten en la prestación de mejores servicios para bienestar de la ciudadanía, mientras que la empresa privada se orienta principalmente a las ganancias; aunque es indispensable en ambos casos actuar con criterios de honestidad y eficiencia. Esto es.