/ lunes 22 de abril de 2019

Con café y a media luz | Formemos criterio

En el programa “antiguo” de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación que se impartía con mucho éxito en las aulas de la más honorable de las instituciones, la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, se llevaban dos tópicos referentes al entendimiento, aplicación y construcción de los recursos periodísticos y que entre los estudiantes eran conocidas de manera llana como las materias de “Géneros”.

Con estos dos programas se buscaba fortalecer al alumno en las temáticas del periodismo objetivo y subjetivo, o como se conoce en el argot del reportero, periodismo informativo y de opinión, respectivamente.

Cada una de esas dos vertientes, en conjunto, forman una simbiosis mutuamente perfecta en beneficio del lector de periódicos, televidente o radioescucha, según sea el caso del medio a través del cual se lance el mensaje periodístico. Mientras que la primera de las técnicas recoge la información desde una fuente autorizada o testimonial del hecho noticioso y la vacía de manera neutral remitiéndose únicamente a detallar el acto en sí, la otra llama a la reflexión para que el ente social pueda construir un criterio a este respecto y tome buenas decisiones.

Abro un paréntesis aquí y cito a los primeros estudiosos de la comunicación moderna que dictaron que el medio masivo está obligado a “informar, educar y entretener”. Partiendo de este paradigma se podrá suponer que el término “educar” no se circunscribe meramente al acto de proporcionar información de orden académico, sino que motiva a la inflexión del pensamiento teniendo como eje central los datos necesarios para buscar una mejor sociedad para bien de todos.

Es por lo anterior, que el ciudadano receptor de la información periodística está obligado a nutrirse de distintas opiniones; ver los acontecimientos a través de diferentes ópticas y emitir juicios de valor sobre el evento en cuestión únicamente cuando ha madurado una opinión basada en los datos crudos, las causas, las consecuencias y todo aquello que rodea al hecho en sí.

Por tanto, en un país libre, demócrata, de pensamiento superior e impulsado con los ímpetus naturales de la evolución social, considero que es responsabilidad de todos el poder atender, escuchar, leer, valorar y, sobre todas las cosas, respetar el ejercicio periodístico en cualquiera de las dos trincheras que párrafos arriba escribí. Dejando de lado las críticas y los ataques al personaje que firma la nota, al medio por el cual se lanza el mensaje, el porqué de la generación de la información y el protagonista del evento noticioso.

Todo este preámbulo lo traigo a colación porque en días pasados observé, a través de las redes sociales, una información firmada por un personaje de renombre en el ámbito periodístico a nivel nacional cuyo portal se ha vuelto una valiosa fuente para estar al pendiente de la realidad nacional en esos momentos en los que se está lejos de un medio de comunicación tradicional y no hay otro recurso que los teléfonos celulares.

Así pues, empecé a leer los datos de un hecho lamentable y trágico que recientemente sacudió a la sociedad mexicana. En el cuerpo de la pieza informativa no se detallaban opiniones a favor ni en contra de nadie; meramente se escribían los elementos que concurrieron para que sucediera la desgracia. ¡Es más, el reportero no dictaba el cómo sucedieron los eventos porque reconocía carecer del parte oficial que firma la autoridad correspondiente! Se trataba de una nota de género informativo en la más pura de sus expresiones cuyo objetivo era mantener al tanto de los acontecimientos a la sociedad.

Al observar los comentarios escritos por los lectores de dicho constructo, observé con suma tristeza que por lo menos 8 de cada 10 atacaban sin razón el quehacer del reportero que estaba cumpliendo con la labor de informar y de los mensajes condenatorios, la totalidad estaba relacionada, de alguna u otra manera, con el medio ambiente de la política nacional y de sus protagonistas.

Me sorprendió uno de los mensajes redactados en los que se invitaba al trabajador de los medios a suicidarse y otro en el que le deseaban una lenta y dolorosa agonía.

Esto me hizo pensar varias preguntas como ¿Qué le ocurriría a México si careciera de periodistas, reporteros, camarógrafos, editores y todos aquellos que conforman un medio de comunicación?, ¿Qué tan errático sería el devenir de nuestro país y las acciones de sus ciudadanos si no hubiera quién les ofreciera los datos y la información convenientes?, ¿En cuánto tiempo se empezaría a pedir orientación y cuáles serían los canales para hacerle llegar la misma a la población?

En estos momentos, México se ha convertido, y por mucho, en el país más riesgoso del orbe para ejercer la labor periodística, no solo por motivos de seguridad, sino también por causas de segregación y repudio sociales. Actualmente es el oficio más riesgoso y, pareciera, que también, es el más despreciable, como si ser periodista de opinión o de información fuera razón suficiente para ser objeto de un acto criminal o del odio y rencor de la sociedad.

Ojalá y muy pronto concluya este trance de divisionismo y confrontación sociales que no nos dejan nada bueno. Todos estamos en este proyecto de nación y nos corresponde trabajar arduamente desde nuestras trincheras por el bien de nuestras familias y de nuestro entorno, ¿no cree, gentil amigo lector?

¡Hasta la próxima!

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!


En el programa “antiguo” de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación que se impartía con mucho éxito en las aulas de la más honorable de las instituciones, la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, se llevaban dos tópicos referentes al entendimiento, aplicación y construcción de los recursos periodísticos y que entre los estudiantes eran conocidas de manera llana como las materias de “Géneros”.

Con estos dos programas se buscaba fortalecer al alumno en las temáticas del periodismo objetivo y subjetivo, o como se conoce en el argot del reportero, periodismo informativo y de opinión, respectivamente.

Cada una de esas dos vertientes, en conjunto, forman una simbiosis mutuamente perfecta en beneficio del lector de periódicos, televidente o radioescucha, según sea el caso del medio a través del cual se lance el mensaje periodístico. Mientras que la primera de las técnicas recoge la información desde una fuente autorizada o testimonial del hecho noticioso y la vacía de manera neutral remitiéndose únicamente a detallar el acto en sí, la otra llama a la reflexión para que el ente social pueda construir un criterio a este respecto y tome buenas decisiones.

Abro un paréntesis aquí y cito a los primeros estudiosos de la comunicación moderna que dictaron que el medio masivo está obligado a “informar, educar y entretener”. Partiendo de este paradigma se podrá suponer que el término “educar” no se circunscribe meramente al acto de proporcionar información de orden académico, sino que motiva a la inflexión del pensamiento teniendo como eje central los datos necesarios para buscar una mejor sociedad para bien de todos.

Es por lo anterior, que el ciudadano receptor de la información periodística está obligado a nutrirse de distintas opiniones; ver los acontecimientos a través de diferentes ópticas y emitir juicios de valor sobre el evento en cuestión únicamente cuando ha madurado una opinión basada en los datos crudos, las causas, las consecuencias y todo aquello que rodea al hecho en sí.

Por tanto, en un país libre, demócrata, de pensamiento superior e impulsado con los ímpetus naturales de la evolución social, considero que es responsabilidad de todos el poder atender, escuchar, leer, valorar y, sobre todas las cosas, respetar el ejercicio periodístico en cualquiera de las dos trincheras que párrafos arriba escribí. Dejando de lado las críticas y los ataques al personaje que firma la nota, al medio por el cual se lanza el mensaje, el porqué de la generación de la información y el protagonista del evento noticioso.

Todo este preámbulo lo traigo a colación porque en días pasados observé, a través de las redes sociales, una información firmada por un personaje de renombre en el ámbito periodístico a nivel nacional cuyo portal se ha vuelto una valiosa fuente para estar al pendiente de la realidad nacional en esos momentos en los que se está lejos de un medio de comunicación tradicional y no hay otro recurso que los teléfonos celulares.

Así pues, empecé a leer los datos de un hecho lamentable y trágico que recientemente sacudió a la sociedad mexicana. En el cuerpo de la pieza informativa no se detallaban opiniones a favor ni en contra de nadie; meramente se escribían los elementos que concurrieron para que sucediera la desgracia. ¡Es más, el reportero no dictaba el cómo sucedieron los eventos porque reconocía carecer del parte oficial que firma la autoridad correspondiente! Se trataba de una nota de género informativo en la más pura de sus expresiones cuyo objetivo era mantener al tanto de los acontecimientos a la sociedad.

Al observar los comentarios escritos por los lectores de dicho constructo, observé con suma tristeza que por lo menos 8 de cada 10 atacaban sin razón el quehacer del reportero que estaba cumpliendo con la labor de informar y de los mensajes condenatorios, la totalidad estaba relacionada, de alguna u otra manera, con el medio ambiente de la política nacional y de sus protagonistas.

Me sorprendió uno de los mensajes redactados en los que se invitaba al trabajador de los medios a suicidarse y otro en el que le deseaban una lenta y dolorosa agonía.

Esto me hizo pensar varias preguntas como ¿Qué le ocurriría a México si careciera de periodistas, reporteros, camarógrafos, editores y todos aquellos que conforman un medio de comunicación?, ¿Qué tan errático sería el devenir de nuestro país y las acciones de sus ciudadanos si no hubiera quién les ofreciera los datos y la información convenientes?, ¿En cuánto tiempo se empezaría a pedir orientación y cuáles serían los canales para hacerle llegar la misma a la población?

En estos momentos, México se ha convertido, y por mucho, en el país más riesgoso del orbe para ejercer la labor periodística, no solo por motivos de seguridad, sino también por causas de segregación y repudio sociales. Actualmente es el oficio más riesgoso y, pareciera, que también, es el más despreciable, como si ser periodista de opinión o de información fuera razón suficiente para ser objeto de un acto criminal o del odio y rencor de la sociedad.

Ojalá y muy pronto concluya este trance de divisionismo y confrontación sociales que no nos dejan nada bueno. Todos estamos en este proyecto de nación y nos corresponde trabajar arduamente desde nuestras trincheras por el bien de nuestras familias y de nuestro entorno, ¿no cree, gentil amigo lector?

¡Hasta la próxima!

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!